Justamente, esa tarde estuvimos con unos amigos sin hijos pasando un rato por la tarde. Rato en el que estuvimos hablando de asuntos varios pero sin poder intercambiar más de 6-7 frases seguidas pues Doña Cuchufleta interrumpía pidiendo algo, contando alguna anécdota o queriendo participar en la conversación.
Entre la temática de la peli y el rato que pasamos esa tarde, a mí también me dio por pensar en nuestra situación y en cómo me siento yo. Tengo 32 años y mi pareja 35. Tuvimos a Doña Cuchufleta con 29 y 32 respectivamente. Edades dentro de la media española en la que se tiene su primer hijo. Sin embargo, en muchas ocasiones, me siento un bicho raro. Como si lo normal a los 30 y pocos fuera ser una pareja sin hijos. Quizás tenga algo que ver (o mucho) el hecho de que casi ninguno de nuestros amigos tienen hijos, sólo una pareja tiene un peque y es todavía un bebé. El resto son parejas sin hijos o solteros. Además cuando hablamos con esas parejas y sale el tema de los hijos, su respuesta siempre es que hasta dentro de un par de años, mínimo, no se plantean tener. Y lo ven normal. Ven normal tener su primer hijo con un mínimo de 34-35 años, no piensan en las posibles complicaciones que puedan tener. Esto me hace sentir más que como una treintañera con una peque, como si tuviera 20 o veintipocos y me estuviese saliendo de "la norma".
No quiero que nadie se ofenda. Cada uno es libre de tener hijos a la edad que quiera, ya sea con 20-30 o 40 años. O no tenerlos nunca. Pero yo, a mis 32 años, me siento así. Fuera de la norma. Veo a mis amigas salir de fiesta hasta el amanecer todos los fines de semana. Y ahora en verano incluso entre semana, si el trabajo se lo permite. No tienen hora de levantarse, comer o cenar. Llevan a cabo planes de última hora, de esos que planeas para dentro de 5 minutos.
Y sin embargo yo no salgo de fiesta hasta el amanecer sino que me monto mi propia fiesta en casa con mi peque y mi marido. Sigo un horario de comidas y cenas, que no es estricto pero con una peque de 3 años no puedes comer un día a las 13h y otro a las 17h. Raramente hacemos planes para el momento: salir de casa a pasar el día fuera, cenar o al cina conlleva muchas cosas, demasiadas (botella de agua, saladitos, galletas, rosquilletas o lo que sea para picar, muda completa de ropa, toallitas, algún juguete, cuentos, etc.) como para no planearlo y acordarte de coger todo en 5 minutos.
Esto ha reducido bastante nuestra vida social. Hasta el punto que prácticamente sólo nos relacionamos con la otra pareja que tiene al peque o con los padres de la guarde de Doña Cuchufleta cuando nos encontramos en el parque. La relación con el resto de amigos se ha visto reducida a conversaciones de WhatsApp, me gustas de Facebook y encuentros fortuitos. Nos movemos en mundos distintos.
Pero a pesar de todo, no cambio nada de mi vida por la de ellos. Nos fuimos a vivir juntos cuando quisimos, nos casamos porque queríamos, tuvimos a Doña Cuchufleta cuando consideramos que era el momento. Y la Pitufa que viene en camino, aunque no fue planificada, ha completado nuestra familia y nuestra felicidad.
Sí, hay veces que me siento un bicho raro. Pero soy un bicho raro feliz.