El pecho es mágico. Hace unas semanas, justo antes de que la pequeña cumpliera los dos meses, nuestra lactancia estuvo a punto de acabarse. Durante unos días, apenas pude darle el pecho y la nena se sació con biberones. Estuve a punto de tirar la toalla y dejarlo, creí que sería imposible o muy difícil retomar la lactancia exclusiva, pero el cuerpo es muy sabio y totalmente alucinante. Por si alguien se encuentra en las mismas circunstancias, ¡se puede!
Este año hay un brote de gastroenteritis muy fuerte pululando por ahí. A mí me debió coger baja de defensas, justo al acabar la cuarentena, porque me dejó diez días con diarrea y tres días de fiebre muy alta. Durante dos días llegué a 39ºC y me quedé muy débil, no podía moverme de la cama y estaba totalmente deshidratada. Tomaba un sorbo pequeño de agua cada dos horas, pero nada me aguantaba.
En esas circunstancias dar el pecho a la nena era una odisea, lo hacía tumbada, pero no tenía ganas, me dolía todo, y con cada succión me daban retorcijones de tripas. Lo curioso es que enseguida noté el efecto de la deshidratación en los pechos: redujeron su tamaño y ya no notaba la típica molestia que se siente cuando se “recargan”. Tampoco manchaba de leche: era como si mi cuerpo estuviera ahorrando hasta la mínima gota para seguir alimentando a un bebé de dos meses.
Lo sorprendente es que en esas condiciones seguía produciendo leche, aunque me temo que poca, porque la pequeña lloraba bastante. Terminábamos sustituyendo algunas tomas por biberones.
Aquellos días estuve tentada a terminar con la lactancia y olvidarme de aquello. Cada toma era un sufrimiento: me despertaban, daba el pecho a regañadientes y con dolores y acababa agotada. Pero, por otro lado, me daba pena dejarlo así. Simplemente dejé de pensar en ello para no tomar una decisión precipitada: decidí dejar pasar una toma, y después otra y otra. Poco a poco, fueron pasando los días hasta que me recuperé.
Acabé con suero para recuperarme antes y lo curioso es que, al poco de que me lo pusieran, noté cómo los pechos se recargaban al momento. Tanto, que al llegar del hospital corrí a ponerme a la nena al pecho.
¿Lactancia mixta?
Sabía que tendría que darle algún biberón diario hasta que recobrara las fuerzas, así que pensé que a partir de entonces, con suerte, estableceríamos una lactancia mixta. No habría pasado nada por seguir combinando el pecho y la leche de fórmula, de hecho ya me había hecho a la idea.
Me parecía imposible volver al pecho en exclusiva, pero en menos de una semana manteníamos un sólo biberón (el de antes de dormir). Poco después, lo retiramos y ahora seguimos como si nada. Como si aquellas tomas desaparecidas no hubieran existido, o como si el parón hubiera sido un simple descanso para volver, como si nada, a nuestra lactancia de siempre.
Volver a darle el pecho a mi bebé, después de todo lo que había pasado, nos sirvió para volver a retomar nuestra relación y estrechar el vínculo, que falta nos hacía.
¿Os ha pasado algo parecido?
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