Os lo adelanto, sigue sentada tan pancha.
Las mediciones estaban correctas, el líquido amniótico también, le estiman un peso de 2.400kg y poco más.
Nos vuelven a citar para el 8 de febrero para ver si seguimos en el mismo plan y programar cesárea.
La maniobra de versión externa queda suspendida, no porque los médicos no quieran, sino porque, entre que no confiaba en ella, al hablar hoy con la ginecóloga ya me ha terminado de convencer de que no.
Resulta que es algo que no se hace aún en mi hospital, están ahora de reuniones para establecer protocolo y empezar a “ofertarla’ en un par de semanas. Con esto quiere decir que no hay ningún ginecólogo que tenga experiencia ni tienen claro qué pasos hay que seguir. Por lo tanto la descarto y si Lucía viene de nalgas pues seré carne de cesárea.
Tengo que reconocer que la noticia ayer me sentó como un jarro de agua fría, no me preguntéis el porqué, porque ni yo misma lo sé. Iba preparada para una cesárea, pero verla tan cerca no me ha sentado bien.
Empiezan a aflorar los verdaderos miedos, miedo a sentirme terriblemente sola en ese momento, miedo a que mi hija no sepa respirar por sí misma una vez la saquen, miedo a la operación, miedo a la recuperación, miedo a todo!
Supongo que poco a poco iré asimilando que es lo que me toca, pero de momento cuesta.