- tengo que acabar de limpiar la cocina, en un rato voy.
-Vale
-mamá quieres jugar a las construcciones conmigo y hacemos un puente?
- me queda nada para acabar de tender.
-vale.
- mamá quieres que hagamos una carrera de coches?
- chiquitín guardo estas cosas y estoy contigo.
- vale.
-mamá que juguemos al escondite?
-cinco minutos que ...
-jooooooooo mamá que después estarás muy cansada o me tendré que acostar!
Dejé en seco lo que estaba haciendo cogí las llaves , el balón y su mano.
Tengo los horarios tan justos que la mayoría de veces se me amontonan las cosas de casa. Y eso que nos las repartimos entre los dos, pero aún así llegan las once de la noche y todavía estamos plegando ropa, guardando lo del lavavajillas, vaciando la bañera de agua y dinosaurios, limpiando la casa de las cobayas, apuntando en la agenda lo del día de mañana y bajando la basura justo cuando escuchamos al camión en la esquina. ( por aquí pasa todas las noches)
Es complicado encontrar un hueco para ti misma. Para hacerte el tinte, salir a correr o leer un rato.
Es tan estresante como necesario. Igual que encontrar un momento para estar a solas con Jaume. Olvidar el mundo y vivir el nuestro. Con sus disparatadas conversaciones y respuestas inocentes.
Así que no lo dudé, salimos a dar una pequeña vuelta para pasarnos el balón y por el camino, se encontró hormigas, espigas, flores, bichos varios y todo me lo explicaba como si yo tampoco lo hubiera visto jamás. Su inocencia y ternura me llenan de energía. Que afortunada me siento.