Pasos de gigante, zapatos talla grande.
Si alguien pensaba que ya no se podía contar nada más sobre un bebé grande, como es mi caso, es que no había pensado que un día Mini Thor se pondría de pie.
Y lo hizo sin avisar. Sin gatear, sin quererse poner tripa abajo, sin señales previas. Su padre fue a dejarlo sentado como tantas veces en el parque y no se sentó, estiró la piernas y se quedó ahí de pie sonriendo satisfecho como diciendo, mírame ya me aguanto erguido como vosotros.
No duró mucho en posición vertical porque enseguida le flaquearon las piernas, sin embargo, ya nos puso en alerta. ¡¡¡Necesitamos comprar zapatos!!! De esta forma tan peculiar inicio el relato inesperado de cómo mi bebé pasó de dormir en su canasto cual angelito a ser un niño movido que juega al balón.
Faltaban pocas semanas para que Mini Thor cumpliera su primer año. Mi suegro llevaba unos meses algo pachucho y tras diversas pruebas médicas le diagnosticaron cáncer con metástasis, consecuencia inmediata fue una operación con extirpación de una tercera parte de un pulmón. El sábado previo a su operación reunió a hijos y nietos para comer juntos, dándole una propina económica a su nieto menor, Mini Thor, por su primer cumpleaños en previsión, por si no llegaba.
Os adelanto el desenlace ahorrando la angustia que hemos pasado todos los familiares directos e indirectos durante algunas semanas ya que la operación fue un éxito y el abuelo de Mini Thor está recuperándose favorablemente en su casa tras una semana de hospitalización.
Volviendo al relato. Con el dinero del cumpleaños una servidora decidió que lo más sensato era comprarle unos zapatos al niño para que andara calzado, como hacemos TODOS. Por todos, me refiero a los miembros de la familia. En las demás casas no sé cómo se hará.
Dicho y hecho, ese mismo sábado por la tarde mi marido, la menda y el niño nos dirigimos a la zona o polígono outlet de la localidad más cercana donde descubrí con asombro que no existen zapatos de primeros pasos adecuados para el mini pie gigante de mi bebé. Sí, digo con asombro porque me sigue sorprendiendo que estás situaciones cotidianas como ir a comprar zapatos para un niño de casi 12 meses suponga una aventura inesperada necesitada de soluciones imaginativas…
En vista de que mi bebé es grande incluso para una tienda de deportes que calza a jugadores de baloncesto, decidí optar por la solución más práctica que la de dar mil explicaciones a la dependienta de turno, como fue toquetear todos las mini zapatillas hasta encontrar alguna útil para mi Ceniciento, pedir el número equivalente a bebé de 3 años y probar suerte.
Bingo. Zapatillas blandas azul eléctrico con suele de goma de colores talla 24. Y ya que estábamos en harina, en previsión, Chanclas para la playa o piscina.
Desde que hace un mes le compré el regalo eléctrico del abuelo las anécdotas no han dejado de suceder. Entre su poderosa anatomía y la nueva adquisición si antes llamaba la atención ahora ya es imposible que el niño pase desapercibido. Lo más repetitivo es: “¡QUÉ zapatillas tan chulas!” y la pregunta estrella: “¿qué número calza?”
Para el novato, el número puede que no signifique absolutamente nada, SIN EMBARGO, para el hábil comprador de zapatos infantiles sabrá que dar los primeros pasos con semejante número es tener un pie MUY grande. Y también apreciará que fácil NO es encontrar zapato blando que se adapte a esos primeros movimientos inseguros.
No obstante, la tarde no terminó aquí, pasamos a otra tienda en busca de algún conjunto de verano, de nuevo grande, en este caso talla 5-6 años, porque como ya he comentado en algún otro post mi niño come y crece de manera sobrenatural o bien puede ser que el tallaje de las prendas sea ridículamente pequeño. Como decía, estaba en la caja haciendo fila para pagar cuando el señor de delante se gira y, tras la sorpresa inicial por el tamaño y simpatía del crío, empieza a hacerle cucamonas a Mini Thor mientras le dice a su mujer: mira cielo se parece al nuestro. Y ella me mira con cara de nostalgia y me dice: yo también tuve un bebé grande, ahora mi hijo mide 205cm. Y el hombre remata, prepara la cartera porque un niño grande sale muy caro.
¡Qué bien! ¡Cuántos ánimos! No me había percatado del gasto extra que supone tener un Mini Thor… Carros, sillas, tronas, pañales, ropa, calzado… ¿¿¿O quizá sí???
En cualquier caso, de nuevo pensé, menos mal que en la casa que estamos obrando haremos las puertas más altas de lo que marca la medida estándar… Porque si es cierto que Mini Thor va a rondar esas altitudes… Al menos que en casa no necesite agacharse constantemente hasta desarrollar joroba o vivir con la frente permanentemente marcada con marcos de puertas.
En línea con el asunto tratado y volviendo al tema calzado, como podéis apreciar de las instantáneas existe otro par de zapatos o calcetines con suela de goma. Éstos los adquirimos en mi tienda preferida, esa tienda de barrio que he comentado más de una vez en la que compro, carros, sillas, etc.
Aprovechando un viaje en el que nos ponían a punto el segundo carro para bebés, segunda adquisición en menos de un año, éste homologado hasta los 25-30 kilos acorde con nuestras particulares necesidades de bebé grande. En la tienda ya no se sorprenden como yo (afortunadamente) de hecho cuando van a las ferias para adquirir nuevas mercancías suelen pensar en Mini Thor, de ahí que tengamos calzado, colchoneta y carro tamaño bebé XL.
Poco a poco, Mini Thor hace pequeños aunque inmensos progresos en su hazaña andarina. El parque es su campo de pruebas. Se está largos ratos de pie sujeto al borde (también aprovecha para hacer ejercicios mandibulares mordiendo el plástico como tiburón atacando a su presa), tantea movimientos, se suelta y juega sentado otro largo rato con los bloques o lo que su mano alcance. A las pocas semanas ya se desplaza tímidamente por el parque, en lo que yo llamo la caza del pato. Me explico. El juguete móvil que se pone en las cunas de bebé con música relajante, en nuestro caso está sujeto a una silla junto al parque, es una mother goose con 3 simpáticos patitos de colores que giran al son de las nanas musicales. Mini Thor le tiene afición desmedida y siempre que lo dejo en el parque de pie va a la caza del pato volador. Alguna vez ha logrado su objetivo tumbando además la silla. Tampoco falta miembro de la familia que día sí, día también le haga andar. ¿Habéis visto como andan los bebés? Es muy gracioso. Entre el bamboleo, el balbuceo y la persecución al perro que haya por casa…
Luego están los consabidos comentarios absurdos que no deben escucharse porque hay personas que hablan por hablar sin razonar lo que sale por esa bocaza.“¿Ya se va solo? ¿ Aún no?” y te sueltan un absurdo u obsoleto consejo que no tiene sentido pero sobretodo no has pedido.
Soy consciente que hay niños que ya corren con 7 meses o eso me han vendido. El mío no ha querido gatear todavía, ni darse media vuelta hasta cumplidos los 13 meses, ahora hasta parece que haga abdominales de deportista. Porque se tumba y se levanta, se tumba y se levanta, se tumba y se levanta, entra como en bucle mientras se ríe y realiza movimientos de peonza. O se tumba y empieza a rodar como croqueta para mi constante sobresalto.
Pasados unos días de prácticas, se puso de pie sin esfuerzo agarrándose él solo en el parque, de modo que cuando su cuerpo de Mini Thor esté preparado, andará, correrá y saltará. Previamente debe de ejercitar sus músculos, piernas, abdominales, lumbares, todo el sistema óseo y muscular debe soportar sus 15 kilos y medio de peso. Bien va a necesitar su tiempo! Sinceramente no tengo prisa, aunque otros curiosos parece que sí la tengan. Él lleva su ritmo evolutivo y lo voy a respetar, como he venido haciendo hasta hoy y tampoco me ha ido mal. Mientras tanto lo transporto en el maxi carro, en su canasto, lo dejo en el parque para que haga pruebas y observo divertida cada nueva adquisición, cada nueva cara de sorpresa, cada uno de sus pequeños grandes logros.
EL BALÓN. Yo me pregunto, ¿qué tiene el esférico que gusta a pequeños y mayores? Mini Thor es un apasionado del balón. El verano pasado observaba maravillado a los niños jugar con la pelota desde mis brazos hasta que le vencía el sueño. Esta primavera sus pequeños vecinos ya le hicieron cómplice de sus juegos. Mini Thor desde su silla braceaba emocionado viéndoles jugar a tirar el esférico al aire, a chutar, a lanzar, a correr con él en brazos, en fin, a cualquier cosa que se le pueda ocurrir a un niño de 3 y a otro de 4 años.
Entonces, sin intermediar palabra de adulto la chiquitina pizpireta de nuestra vecinita con un balón enorme para lo que es ella de playa rosa lo depósito con una pícara sonrisa en las piernas de Mini Thor sentado en el carro. Ojiplático mi hijo se dispone a agarrar la pelota pero se le escapa cayendo de nuevo a los pies de la divertida niña, que graciosa repite la jugada. De nuevo, mi hijo repite movimiento y de nuevo se produce el resultado de ver caer el balón a los pies de la niña. Desde ese momento, gran parte de las tardes de los meses de primavera las pasamos a la sombra del centenario olivo que caracteriza nuestra céntrica plaza de barrio.
Unas tarde el balón es marrón y más pequeño de manera que mi hijo lo agarra con las dos manos y lo lanza. Otras veces es una pelota de tela blanda sucia a rabiar, en cuyo interior debe albergar una población bacteriológica digna de estudios de doctorado. En ocasiones es de plástico más duro de divertidos colores que se manipula con una mano. No obstante, el momento cumbre del anecdotario, el hito que marca el antes y el después en la relación bebé niño es el día que a la hermana mayor de mi marido, mi cuñada y actualmente apoyo importante a la hora de pasear y jugar con Mini Thor, viendo la emoción que emana el niño con el balón, decide sacarlo del carrito XL, ponerlo de pie frente al balón y acompañarle el pie para chutar.
Repitiendo el movimiento una y otra vez ante los ojos divertidos de los niños ahí congregados y antes los gritos de satisfacción de Mini Thor ante su proeza heroica. Desde ese instante me percaté de que mi bebé estaba dejando de ser bebé para progresivamente evolucionar hacia un niño más independiente. Sin ir más lejos, ayer a sus 13 meses y 10 días, de pie en el parque y sujeto al borde del mismo descubrió que él sólo podía chutar una pelota sonajero, porque lleva un cascabel dentro, mientras profería gritos de diversión, que me hacen reír sin apenas esfuerzo porque realmente son contagiosos.
No puedo terminar este capítulo de primeros pasos sin hablar del pompero. Mi vecina de enfrente, la llamaremos Presi, porque mi marido la ha nombrado Presidenta honorífica de la plaza del olivo, mujer amorosa y simpática, ferviente defensora de la crianza con apego, respeto a los niños y de corazón inmenso, la que me pasa ropa, comida, juguetes, libros y sabios consejos, a la que tendrían que ponerle un programa de radio porque su voz emana alegría a raudales. Pues ella, siempre está inventando juegos didácticos para desarrollar las capacidades de su hijo. El último el juego del pompero. Quién no ha jugado nunca con en bote cilíndrico lleno de agua con jabón, que al desenroscar la tapa sale un palito terminado en un círculo hueco donde se queda el jabón y al soplar salen pompas de diversos tamaños!
Pues este juego también ameniza nuestras tardes de entretiempo. Su hijo sopla con ahínco el pompero para crear lo que denominamos magia mientras Mini Thor alza los brazos intentado capturar las esferas etéreas. De vez en cuando el niño hace una pompa de jabón la posa sobre el aro del pompero y se la acerca a Mini Thor para que la explote con su Mini dedo. Los dos hacen una pareja muy tierna. Y entre pompa y pompa inventa historias y todos elucubramos qué vida llevarán las pompas más allá de las fronteras de nuestra plaza, así el tiempo se desliza entre nuestros dedos como el líquido jabonoso que se desparrama por accidente.
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