Últimamente hay muchos padres, demasiados, que acuden a centros de psicología, psiquiatría infantil, o neurología en busca de un diagnóstico que confirme sus sospechas. Unas sospechas que según ellos indican que su hijo es hiperactivo. Aunque no tenga problemas en clase y saque buenas notas. Buscan un diagnóstico y los expertos, lejos de confirmar sus sospechas, les aseguran que su hijo no tiene ningún problema.
De hecho, no hay tantos niños hiperactivos, ni tantos niños con problemas de conducta, ya que se diagnostican muy pocos casos de TDAH al año. De hecho, se calcula que sólo un 5% de la población infantil sufre este trastorno. El resto de niños inquietos son simplemente eso: inquietos.
Padres excesivamente ocupados y preocupados
Esto nos hace pensar que hay muchos más padres hiperpasivos, que no asumen de manera responsable la paternidad. Incluso, habiéndola elegido, parecen no ser conscientes de todo lo que implica, del gasto de energía, de pasar tiempo con los hijos, de ocuparse de las necesidades de sus hijos. Aunque no significa que estos padres no se preocupen por sus hijos (que también los hay). De hecho, les quieren con locura, saben que la paternidad y maternidad implican muchas satisfacciones, momentos de felicidad y fortalecimiento del vínculo entre padres e hijos, que sin duda, es la base de un buen desarrollo psicoemocional de los pequeños. El problema es el nivel de estrés en el que viven inmersos estos padres.
Los niños no son difíciles, sino adultos cansados, muy ocupados, sin tiempo, siempre haciendo todo con prisas, que están sin estar. Pasan muy poco tiempo con sus hijos y el poco tiempo que pasan es de forma pasiva, sin tener fuerzas para atender a sus hijos.
Pasar más tiempo con los hijos supone reforzar vínculos
Tienes que recordad que los niños ríen, corren, grita y juega, no son estatuas, por mucho que a veces nos gustaría. Es por eso que hay que dedicarles tiempo de calidad, escucharlos, ayudarles, estar ahí cuando nos necesiten, ya que merece la alegría, más que la pena, pasar más tiempo con los hijos para jugar y estar presentes con ellos mientras dure su infancia (por lo menos), para verlos crecer, y no arrepentirnos (más adelante) por no estar presentes en sus vidas y no tener recuerdos de su infancia, ya que en verdad ese es el periodo de vida más corto, más tierno y emotivo que vive un ser humano.
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