Aún así, siendo como soy, no me voy a olvidar el día que después de haber nacido Isabela me miré en el espejo. Porque no creo que hay nada aparte del embarazo que cambie nuestro cuerpo de manera tan abrupta en tan poco tiempo.
Me miré, a pesar de las miles de cremas anti estrías que me ponía todos los días, tenía una barriga llena de estrías. No solo una barriga, sino piernas y caderas también. Esa cicatriz que durante todos los meses de espera deseaba no tener que tener, parecía que nunca se iba a ver mejor. Estaba tan hinchada, me sentía tan diferente, tan fuera de mi. Porque uno se acostumbra a lo que ve en el espejo, siempre mas o menos igual, y no es fácil un día mirarse y ver una imagen tan diferente a la que hemos visto tanto años.
Pero este no es un post acerca de como uno se siente mal de los cambios del cuerpo en el embarazo. Si me he sentido mal y me siento mal muchos días y me he frustrado muchas veces, tantas veces que no me quedaba mi ropa y tantas veces que me costaba perder esas libras de más.
Este es un post no de lo que el embarazo hizo a mi cuerpo, sino de lo que mi cuerpo hizo en el embarazo. Ya después de tres embarazos puedo decir, ¡Gracias cuerpo! y no solo ver como se ve, sino entender y agradecer más allá, sentirme cómoda en mi propia piel.
¿Qué hizo mi cuerpo?
Más allá de formar a mis tres hijos completos con todos sus órganos y partes, que ya de por sí es extraordinario, y luego alimentarlos durante un año, mi cuerpo hizo cosas extraordinarias durante mis embarazos.
Mi cuerpo creció todo un órgano de nada, tres veces. La placenta es un órgano nuevo que pasó nutrientes y oxígeno a mis tres hijos, durante 9 meses cada uno. Crecí tres órganos nuevos.
Mis huesos y ligamentos se suavizaron. Por las hormonas estrógeno y relaxina mis ligamentos y huesos se suavizaron. Esto para que mis bebés puedan seguir creciendo y mi cuerpo haga espacio para ellos. Ahora entiendo porque mis músculos trabajaban tanto y me dolía tanto la espalda.
Fabriqué 50% más de volumen de sangre. Mi corazón trabajaba horas extras para circular toda esta sangre extra y poder seguir creciendo a mis bebés. Ahora entiendo porqué a veces me subía la presión y me daba taquicardia, tanto trabajo tenía mi corazón.
No solo eso, sino también mi corazón creció en longitud y en ancho. Las paredes de los ventrículos se vuelven más gruesas, para bombear la sangre extra. ¿Cómo no agradecer a mi cuerpo que literalmente creció por dentro mi órgano más importante para sustentar a mi bebé, tres veces?
Mi cuerpo no solo creció por dentro a mis bebés, desde el embarazo se preparó para crecerlos por fuera. Las glándulas en la areola se agrandan y producen un líquido que lubrica los pezones para preparar los senos para la lactancia. Desde ya mi cuerpo anticipaba que tenía que alimentarlos cuando nazcan.
Mi masa muscular creció en un 5%. Para poder mantener el peso de mis bebés, mi masa muscular se incrementó también, en un 5%. No noté que mis músculos incrementaron, pero mi cuerpo se adaptó para poder sustentar todo ese peso extra que sí noté que tenía.
Mi cuerpo podrá haber quedado afectado por todo esto que hizo, pero si lo veo objetivamente su afectación es nula a comparación de todo el trabajo que implicó crecer a mis tres bebés.
Al verme al espejo noto claramente que mi cuerpo fue un hogar para crear a mis tres hijos, pero no lo noto solamente por lo visible que tal vez no me gusta tanto ver, sino que lo noto porque tengo siempre en mente que por dentro sucedieron cambios maravillosos más allá de los que puedo ver y me molestan. Cambios extraordinarios, desde crecer mi corazón literalmente hasta crear un órgano completo con el mero propósito de alimentar a mis hijos.
Al final del día, después de tres embarazos, al poner en una balanza todo, definitivamente puedo concluir que mi cuerpo hizo mucho más en mis embarazos de lo que mis embarazos le hicieron a mi cuerpo, y por esta razón solo me queda decir: “¡Gracias cuerpo!”
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