Si hay algo que envidio de mis hijos, es la relación de hermanos que tienen. Yo no me crié con hermanos. No soy hija única, pero mi hermano llegó cuando yo ya no era precisamente una niña sino cuando ya tenía edad para poder tener mis propios hijos.
Soy hija de madre soltera y, si bien nunca eché de menos tener un padre, sí que añoré tener un hermano con quien compartir mi infancia. Y no solo la infancia. La complicidad, la protección, la unión en las diferentes etapas de la vida, cuando una relación entre hermanos es fuerte y sólida un hermano es el mejor amigo que puedes tener, a pesar de los enfados, las peleas, las diferencias.
Por eso siempre tuve clarísimo que cuando decidiera dar el paso a la maternidad no lo haría como madre de hijo único. Lo tenía claro, clarísimo, mi aspiración era tener al menos dos hijos y que no se llevaran demasiado tiempo entre ellos. Yo me crié sola, en una familia de adultos, y no quería para mi hijo algo así.
La opinión de mi santo esposo difería de la mía. El menor de cuatro hermanos, con sus dos mayores no compartió infancia y con la tercera lo típico, ella era la dominante y él el que se las llevaba todas. A pesar de ello sus hermanos están ahí, celebran juntos todos los actos familiares, puede contar con ellos cuando lo necesita, han llorado juntos la muerte de su madre.
Mis hijos se llevan tres años exactos. Me hubiera gustado que se llevaran menos tiempo pero es una diferencia razonable. Los dos primeros años es cuando la diferencia se acusa más, pero a partir de ese momento, cuando el bebé deja de serlo, se van acercando cada vez más hasta que la diferencia de edad es algo baladí. Seguro que luego, cuando el mayor entre en la adolescencia, volveremos a acusar la diferencia de edad, pero de nuevo será cuestión de tiempo que se vayan acercando.
Ahora viene Polvoroncill@ en camino a completar el trío. La diferencia de edad será mayor pero intentaremos, al igual que con los mayores, que la edad suponga una diferencia en su relación. Intentaremos que se sientan unidos y compartan sus vidas igualmente, que la diferencia del mayor con el pequeño suponga que le enseñe, le cuide y le proteja aún más.
No se si hemos hecho algo para que la relación de nuestr@s hij@s sea la que es, o si es la que es por cómo son ell@s. El caso es que me encanta la relación que tienen mis hij@s. Se adoran y se necesitan a partes iguales. Aunque son muy diferentes, más en carácter que en edad, están muy unid@s. A pesar de lo mucho que se pelean y se enfadan. A pesar de que el mayor es muy cariñoso, pegajoso y empalagoso y la pequeña es más despegada e independiente. Se quieren y se necesitan.
Cuando están separados el uno echa de menos al otro. Si uno no está el otro pregunta por su herman@ y no ve la hora de que regrese. En casa siempre juegan juntos, da igual muñecas que trenes, futbolín que casitas. Lo que hace un@ lo quiere hacer otr@. Se bañan juntos, leen los cuentos antes de acostarse juntos (más bien el mayor se los lee a la pequeña) duermen juntos, si un@ se levanta en medio de la noche otr@ no es menos y va detrás, como si tuvieran un sensor.
Se pelean, se enfadan, se acusan un@ a otr@. Pero si tomo partido y regaño a un@, otr@ viene a consolarle. Por supuesto, se defienden un@ a otr@ con uñas y dientes, lo mismo defiende el mayor a la peque y viceversa, aquí el edad y el tamaño no importan. Se cuidan cuando un@ está mali@, se consuelan cuando un@ llora y está triste.
Para mi lo más importante es que nunca están solos. Se tienen para jugar, para acompañarse, para consolarse, se tienen para compartir los momentos de alegría y diversión, se tienen para combatir juntos sus miedos. Me enorgullece mucho contemplar cómo comparten su vida, cómo de importantes son un@ para otr@. Se que mientras se tengan, nunca se sentirán sol@s.
Los miro y me siento muy orgullosa, no puedo evitarlo. Además de que disfruto mirándolos, me basta sentarme a verlos jugar, cómo comparten sus juguetes, como inventan sus juegos, cómo resuelven sus pequeñas diferencias, cómo no nos necesitan mientras estén juntos. En esos momentos siento que de verdad he hecho algo bueno en la vida.
No se cómo será su relación dentro de unos años, en la adolescencia, en su vida adulta. Si puedo pedir, pido que sigan estando tan unidos y se sigan necesitando. Mis dos tesoros y el que viene en camino, por supuesto. Pido que se sigan queriendo, defendiendo, perdonando como cuando eran niños. Pido que siempre tengan presente que mientras se mantengan unidos no estarán solos en la vida.
Esta entrada contribuye a la iniciativa #hayvidadespuesdelos6 de Ciclogénenesis Implosiva, no dejéis de leerla, a ella y a todas las blogueras participantes.
Hay vida después de los seis años" es una iniciativa en la que queremos implicar al mayor número posible de blogs con el fin de hacer más visibles los problemas y situaciones que viven las familias con niños que han dejado ya atrás la primera infancia. Hijos en edad escolar, preadolescentes, adolescentes... todos tienen cabida aquí. Si estás interesado en aportar tus experiencias sobre el tema propuesto, no tienes más que publicar bajo el hashtag #hayvidadespuesdelos6 el tercer lunes de cada mes.