La amenorrea durante la lactancia: 32 meses sin menstruación y sus consecuencias


Casi 3 años sin regla lalalá!!!!
Una de las virtudes que se prodigan de la lactancia materna es la  amenorrea, esto es, la ausencia de la regla. No hay un período de tiempo determinado y en esto, casi como en todo, cada mujer, cada cuerpo, es diferente. Hay madres que dando a sus bebés lactancia materna exclusivo el período les vuelve tras la cuarentena y otras que se pasan varios meses sin menstruar.

Yo me encuentro en el podríamos llamar "afortunado" segundo grupo. Con el mayor estuve la friolera de 20 meses sin regla postparto, sumando las 39 semanas de embarazo. Para colmo, a los 6 meses de regresar la menstruación me quedé de nuevo embarazada, por lo que su reaparición fue relativamente breve.
Tras tener a Antía mi amenorrea ha durado más de lo que me hubiera imaginado. He estado 32 meses sin regla más 39 semanas de embarazo. Es decir, desde octubre del 2007 hasta abril del 2014 solo he tenido la regla 6 meses consecutivos, el resto fue ausencia de regla total por embarazo o lactancia materna.
Ciertamente, la falta de regla puede parece maravilloso, y no lo voy a negar, lo es. Ya sabemos que la regla no es ese paseo entre nubes rosas, cantando felizmente mientras recogemos flores, no se yo de dónde se habrán sacado tanta felicidad los creativos de anuncios de compresas y tampones. La regla es una puñeta.
Y reconozco que yo lo he llevado de maravilla. Tomando las precauciones pertinentes para evitar un embarazo no deseado -que de eso de que dando el pecho no te quedas embarazada, mejor no fiarse-, se puede decir que tienes una preocupación menos.
Con Iván no llegué a echarla de menos y su vuelta fue normal. Coincidió con el adiós a la lactancia materna, conforme Iván dejó de mamar en cuestión de días estaba ahí y regresó normal, regulada y con mis ciclos de 28 días, sin más. Yo hasta entonces tomaba Cerazet, el anticonceptivo oral compatible con la lactancia materna, y tras pasar un ciclo retomé las pastillas que tomaba antes de quedarme embarazada y que durante 12 años me habían ido de maravilla, hasta que decidimos buscar a nuestra niña y dejé de tomarlas de nuevo.
Con Antía, como digo, la cosa se ha alargado más. Si bien nunca me puse fecha límite a nuestra lactancia, no imaginaba que se iba a prolongar tanto, y aquí seguimos con la teta, a punto de cumplir mi renacuaja los 3 años. Ergo, la amenorrea se ha prolongado durante más tiempo que en la lactancia de Iván: 32 meses para ser exactos.
Durante todo ese tiempo he tenido algún manchado puntual, tan puntual que a lo mejor era un día cada 6 meses, lo que para mi en ningún caso ha significado la vuelta de la menstruación. Pero en abril de este año se produjo el milagro: por fin algo que se parecía a la regla hacía acto de presencia.
Y no es que yo deseara que volviera, no. Pero reconozco que, bien y feliz, había algo que no me hacía estar en mi. Sumada al hambre y la retención de líquidos que me provoca la lactancia materna, sobre todo el revuelo hormonal que debía estar pasando, exteriorizado en forma de acné facial que ni en el peor momento de mi horrorosa adolescencia, me tenía fatal. Lo peor sin duda de estos meses sin regla ha sido lo mal que he tenido la piel de la cara, que con ningún tratamiento, crema, ungüento, limpieza facial, peeling ni cristoquelofundó me devolvía la piel a su estado natural.
La vuelta de la menstruación ha sido un caos total. Desde abril hasta junio he tenido la regla cada 15 días, parecía que se estaba riendo de mi en plan "¿Estabas contenta sin la regla, eh? Pues ahora te vas a enterar". Imaginaos, hago la maleta para irme al Madresfera Blogger´s Day, "¿Echo tampax? No, no me van a hacer falta, hace 15 días que me bajó la regla así que no toca". Pues toma. Hago la maleta para irme a la Party de Malas madres -lo se, aún debo la entrada con mi crónica- "¿Echo tampax? No, no me van a hacer falta, hace 15 días que me bajó la regla así que no toca". Pues toma. Tal que así como os cuento. Menos mal que siempre hay alguna amiga previsora y piadosa (gracias Lou) y que en Madrid está todo abierto hasta los domingos, festivos y fiestas de guardar.
A finales de abril tuve que ir a urgencias porque una tarde, al salir de la ducha, noté que expulsaba un pequeño coágulo gelatinoso y sanguinolento, algo que no me había pasado nunca en mis 23 años de vida fértil. Era sábado y no me parecía motivo de urgencia médica y decidí esperar al lunes para ir a mi médico de cabecera, siempre estaba a tiempo de ir al hospital si observaba algo más preocupante. Como no fue así el lunes fui a la consulta de mi médico, le expliqué lo que había pasado y me hizo un volante de urgencias por su pudiera ser un aborto espontáneo.
Así que me vi en el hospital, a las puertas del paritorio provisional (ya que el oficial estaba en obras) y finalmente me atendió el ginecólogo en una habitación habilitada como consulta. La habitación en la que me ingresaron cuando entré de parto para Iván. Casualidades. Tras realizarme un test de embarazo y una eco me confirmó que todo estaba correcto, que no había embarazo y que lo que tenía eran restos de tejido del endometrio que estaba volviendo a su normalidad tras tantos meses sin menstruación.
Como seguía tomando Cerazet, con el primer manchado en mayo decidí dejar de tomarlas para dejar que mi cuerpo volviera a su ser de manera natural, sin hormonas añadidas, a ver si por fin conseguía regularme, pero la regla volvió cada dos semanas hasta primeros de junio.
Hoy por fin me siento una mujer regulada. Me esperaba la regla hace 2 semanas y no apareció así que solo me quedaban dos posibilidades: embarazo o normalización de la menstruación. En ciclos normales hubiera descartado el embarazo porque soy muy regular y se cuándo son los días fértiles, pero estos tres meses de caos me han tenido loca. Aunque no he llegado a pensar que pudiera estar embarazada, era algo que estaba ahí. Pero me bastaba esperar a este fin de semana para saber si me había regulado o si me retrasaba, y si este retraso era fruto de la irregularidad del ciclo o de un embarazo.
¿Y ahora qué?. Pues ahora espero volver a la normalidad. Esperar un ciclo más sin anticonceptivos orales para ver si mi cuerpo se regula de manera natural, y pedir cita con planificación familiar para que me recomienden un anticonceptivo adecuado. Si de mi depende mi idea es retomar mis antiguas pastillas, aquellas que me regulaban como un reloj, con las que no tenía esos puñeteros dolores de regla y que me tenían el cutis como el culito de un bebé, las pastillas que me fueron de maravilla durante 17 años y que no me impidieron quedarme embarazada en cuanto las dejé.
Así que sí, no tener la regla puede parecer maravilloso, y en cierta manera lo es, pero también tiene sus inconvenientes. Y reconozco que estoy contenta, a pesar del ligero dolorcillo de riñones y las molestias en los ovarios, de volver a sentirme en mi cuerpo.
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