De un tiempo a esta parte sabéis que tengo el blog abierto a colaboraciones esporádicas o continuas en las que mamás (porque papis no me escriben) nos cuentan sus experiencias en esto de la maternidad, el emprendimiento, su conciliación… Siempre abierta que la comunidad que formamos las mamás de día y de noche podamos nutrirnos y absorber las vivencias de otras madres, con el fin de hacer comunidad y no sentirnos nunca solas. Hoy os dejo con Emma, una buena amiga del mundo 2.0 y del 1.0, que con su relato nos muestra que no es egoísmo pensar en nosotras: mujeres, madres, profesionales. Podéis conocerla más a fondo en su blogy apoyarla en las redes sociales para formar comunidad con ella (Facebook y Twitter)
Desde que tengo uso de razón recuerdo haber sentido la necesidad de ser importante, de una u otra forma, tanto para para las personas como en las cosas.
De pequeña me bastaba con ser importante para mis padres y abuelos, después el círculo se fue ampliando a familiares, amigos, profesores, compañeros de clase...
No sabría identificar dónde se encuentra la diferencia entre esta necesidad de sentirme importante con la de ser o sentirme querida, creo que básicamente significaba lo mismo, era lo mismo. El caso es que siempre he buscado de una u otra forma ambas cosas, de hecho siempre lo he conseguido en mayor o menor medida.
Durante la adolescencia esta necesidad ha podido variar en intensidad, así como los caminos que he tomado para conseguirlo, cambios de actitud, de look, de comportamiento... Supongo que en gran medida toda esta espiral giraba en torno a esta necesidad, esta emoción.
Sin darte cuenta creces, pero la historia parece la misma, en el colegio, en el trabajo, tratando de destacar de alguna forma, tratando de dejar una huella que te convierta en inmortal, que haga que la gente te recuerde y te quiera, sobre todo que te quiera.
¿Y cómo encontrar este camino? No lo sé, quizá aplicándote en tu profesión, siendo una buena amiga, una buena persona, tratando de ofrecer al mundo ese algo que no estás segura tener a cambio de un poco de importancia, de un poco de amor.
Pasa el tiempo, sobrevives, crees que has aprendido a ser feliz, de hecho lo eres y tu vida parece estar plena. Pero entonces ocurre algo que cambiará por completo tu vida, te quedas embarazada, no lo sabes todavía pero ya no volverás a ser la misma, empiezas a sentirte importante, ahora sí que lo sientes de otra manera.
Siempre he defendido que en mi vida hay un antes y un después, una brecha que se abrió el día que me convertí en madre. Al principio me sentía tan ocupada y cansada que ni siquiera podía pensar en la importancia de ser importante.
A medida que me olvidaba de esta idea del amor y la importancia me estaba convirtiendo en la persona más importante y más amada del mundo para dos pequeños seres, mis hijas.
Lo cierto es que es una sensación que me gusta y mucho. Me ha llegado a gustar tanto que por una larga temporada olvidé mi propia existencia y me dediqué 100% a las ellas, quizá emborrachada por esta sensación de amor y de importancia.
Claro que cuando uno se olvida de sí mismo pasa lo que pasa, tanto envolverte, tanto olvidarte de tu propio nombre que no recuerdas que también hay que ser importante en primera persona.
Han tenido que pasar casi cuatro años para darme cuenta de mi propia existencia y encontrar un equilibrio, o lo que yo llamo un equilibrio.
Por norma estoy intentando ayudar a mis hijas lo mínimo en sus retos diarios, así fomento su ingenio y la colaboración mutua entre hermanas, aunque lo cierto es que de este modo fomento también mi descanso y mis ratos libres, para qué engañarnos.
El gran momento del día está siendo nuestro famoso rincón de lectura en que cada noche, antes de dormir, nos sentamos las tres juntas en un rincón de la habitación a leer, pero ojo, cada una que lea su libro y bien calladitas, o lo que se pueda. Este sí que es mi momento, durante un rato, me dedico tiempo a la lectura (para adultos y a solas). Las niñas han entendido que mamá necesita silencio porque tiene que leer, lo han asumido tanto que cada vez que les pido silencio y que vayan a jugar solas un poco más lejos me preguntan ¿tienes mucho que leer mamá?, No cariño, contesto, mamá se queda un ratito sola para pensar, o para no pensar, simplemente mamá quiere un rato porque ella también quiere darse importancia a sí misma
¿A vosotras también os ha pasado? ¿Os dais importancia cada día?
¡Emma y yo os esperamos en los comentarios!