¿Cuántas veces te has sentido tú así? Quizás alguna, muchas o ninguna, aunque creo que sentirse mala madre en alguna ocasión es algo que viene incluido en el pack. No obstante, hoy quiero dedicar este post a mejorar nuestros sentimientos respecto a nuestra forma de vernos como madres.
Mi hijo mayor me da unas lecciones increíbles. Con él aprendo más de lo que nadie se puede imaginar. Y pese que en muchos momentos creo que nada de lo que hago o digo sirve para nada o pienso que no es lo correcto, al final, la vida me demuestra (una y otra vez) que todo cuanto hago tiene un sentido y da resultados a largo plazo. Recientemente, tras uno de esos días difíciles me me dejó sin aliento al pronunciarme una de esas maravillosas frases que de vez en cuando le salen del alma.
“Mami, no te preocupes, a nadie le enseñan a educar a sus hijos.”
No llorar ante algo así es difícil. No emocionarse ante estas palabras de un niño de 8 años casi recién cumplidos es complicado. Sí, me emocioné, lloré y reflexioné. Porqué es necesario parar y reflexionar. Educar es difícil, y en algunos casos más difícil de lo que creíamos.
¿Pero cómo no sentirse mala madre? 10 consejos para vivir mejor tu rol de madre
Estos son algunos de los puntos que te sugiero aplicar cuando te sientas mala madre.
No hay madre perfecta, ni padre con superpoderes. Todos nos equivocamos de vez en cuando. La perfección no existe por más que te la quieran vender.
Eres la mejor madre para tu hijo. Confía en tí misma, en tu instinto, en lo que te dicta el corazón y la razón. Confía en tu forma de hacer las cosas, no dejes que te influencien terceras personas o ni te conviertas en una madre fundamentalista de la última teoría sobre crianza o educación que hayas leído.
Rebaja tus expectativas tanto hacia tí misma como hacia tus hijos.
Admite tus limitaciones, no puedes abarcarlo todo ni mucho menos controlar cada una de las situaciones que tus hijos van a vivir.
Siéntate un ratito cada día con tus hijos. Habla con ellos, léeles un cuento o sencillamente escuchales o mírales mientras juegan.
Abrázalos y pídeles perdón si te has equivocado. Con ello no te mostrarás más débil, todo lo contrario, estarás dando ejemplo. Cuando uno se equivoca pide perdón, sea quien sea.
Para educar no existen fórmulas y varitas mágicas.
No te pases todo el día riñendo a tus hijos. Aprende a escoger tus batallas.
Acepta a tus hijos como son.
Y recuerda, poner límites a los niños no les traumatiza. No te avergüences de reconocer tus errores, no eres perfecta pero eres la mejor madre que tus hijos pueden tener.
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