Este fin de semana hemos estado preparando la casa del Lugar donde me gusta ir porque ya, en breve, desembarcaremos todos. De momento están los Abuelos Sin Zapatillas con los nietos y los fines de semana iremos los papis de las criaturas. Aprovechando el fresquito de la tormenta, hemos limpiado, recogido, adecentado el jardín y hemos estado de cacería. Porque en toda casa de campo tiene que haber bichos. Desde los bolas (adorables, pero no dejan de ser bichos) pasando por arañas (tarántulas para la Princesa), ciempiés, moscas, mosquitos, hormigas... Y como entre unos y otros somos 9, lo que no estamos dispuestos es a compartir la casa con esos desagradables visitantes. Todos los veranos hemos tenido que compartir nuestra comida con las hormigas. Como dejáramos el pan a la vista, alguna pieza de fruta fuera de la nevera o simplemente una gota de coca cola en la encimera, ya teníamos la invasión de las hormigas y ríete tú de la marabunta. Pero este año no. La abuela ha averiguado un truco contra ellas y, de momento, las tiene controladas. Y es tan simple como espolvorear polvos de talco por las zonas donde suelen entran. De momento, en casa lo hemos hecho en la puerta de acceso al jardín desde la cocina y por una rendija por la que solían entrar. Y oye, sin rastro. Por lo visto, en contacto con los polvos les produce una sensación que no es de su agrado y además, nos permite seguir el rastro. Sea como sea, el caso es que este año, de momento, ni están ni se las espera. Todo será que el viernes cuando lleguemos se hayan hecho con la casa y nos encontremos a los abuelos y a los retoños amordazados por las hormigas y nos pidan un rescate por ellos.
¡¡¡FELIZ LUNES!!