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La importancia de un buen nivel de comunicación con los hijos
Hablar con nuestros hijos es sencillo. Comunicarnos realmente con ellos es otro asunto. En el día a día, entre el cansancio y las preocupaciones, la comunicación muchas veces queda reducida a lo esencial:Lávate los dientes.
Haz los deberes.
Recoge tu habitación.
Y aunque son mensajes necesarios, si nuestra comunicación con ellos se basa solo en esto, es fácil que se distancien, que eviten contarnos sus preocupaciones o que acaben respondiendo con monosílabos o con el temido nada cuando les preguntamos cómo les ha ido el día.
Si queremos que nuestros hijos nos escuchen, primero tenemos que intentar escucharles nosotros. Pero seamos realistas: esto no siempre es fácil. A veces estamos agotados, con la cabeza en mil cosas, o simplemente nos desespera escucharles quejarse o insistir en lo mismo una y otra vez. No siempre vamos a poder tener una comunicación perfecta, ni responder con calma y paciencia en todo momento.
Aun así, intentar comunicarnos de manera más abierta y respetuosa puede marcar una gran diferencia en nuestra relación con ellos. No se trata de hacerlo siempre bien, sino de ser conscientes de cómo hablamos y de intentar mejorar poco a poco. Habrá días en los que fluya y días en los que choquemos, pero lo importante es que la comunicación no se rompa y que sepan que pueden contar con nosotros, incluso en los momentos difíciles.
¿Por qué es tan importante la comunicación en la crianza?
Insisto, la comunicación con los hijos no siempre es del modo que nos gustaría. No siempre tienen interés en escucharnos (ellos también tienen sus propias preocupaciones o están sencillamente viviendo intensamente aquello que están haciendo) y, siendo sinceros, nosotros tampoco siempre tenemos la paciencia o el tiempo para escucharles como nos gustaría.A menudo, estamos cansados, saturados o simplemente no sabemos cómo abordar ciertas conversaciones sin que acaben en discusiones. Pero aunque no podamos hacerlo perfecto, sí podemos mejorar poco a poco.
Cuando intentamos comunicarnos con ellos de manera más cercana y respetuosa:
Se sienten más cómodos hablando con nosotros – No significa que nos cuenten todo, pero sí que, cuando realmente lo necesiten, sabrán que pueden acudir a nosotros sin miedo a ser juzgados o castigados.
Reducimos algunos conflictos – No los evitamos todos, porque los roces son inevitables en la convivencia, pero entender lo que sienten y darles espacio para expresarse ayuda a prevenir muchos choques innecesarios.
Les damos herramientas para comunicarse mejor – No podemos exigirles que hablen con calma y sin gritos si nosotros mismos no lo hacemos. Aunque no siempre salga bien, nuestro ejemplo es su mejor aprendizaje.
Fortalecemos el vínculo – La comunicación no siempre es fluida ni perfecta, pero cuando les dedicamos atención real, aunque sea en pequeños momentos, estamos construyendo una relación basada en la confianza y el respeto.
No se trata de hablar con ellos de forma impecable ni de que todo sea armonía y comprensión en casa. Se trata de ir ajustando la manera en que nos comunicamos, sin presionarnos por ser perfectos, pero con la intención de mejorar un poco cada día.
Aprende más sobre comunicación efectiva y afectiva en mi libro
Este tema es tan importante que le he dedicado un capítulo entero en mi libro Mi hijo me cae mal. De los hijos ideales a los hijos reales y cómo aprender a convivir con ellos.En él, profundizo en estrategias concretas para mejorar la comunicación con nuestros hijos, desde la escucha activa hasta la validación emocional, y cómo aplicar estos principios en la convivencia diaria.
Si sientes que a veces la comunicación con tu hijo no fluye como te gustaría o que las conversaciones terminan en conflictos, en este libro encontrarás herramientas que te ayudarán a entender qué está fallando y cómo cambiarlo.
Únete al Desafío Gratuito de 7 Días para mejorar la comunicación con tu hijo.
Cada día recibirás un consejo práctico y fácil de aplicar que te ayudará a:Evitar malentendidos y conflictos innecesarios.
Escuchar mejor y sentirte más escuchado/a.
Crear momentos de conexión real con tu hijo.
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