Hoy va a ser el último post que os hable de mi carrera de fondo de las 46 a la 38. Y no porque haya abandonado, ahora que empieza el calor y la temporada de cervecitas. No porque ya no pueda más por llevar 4 meses a dieta sin saltármela ni un solo día; no porque no haya podido cumplir la promesa que me hice a mi misma de no volver a ser una obesa. Todo lo contrario. Hoy puedo escribir muy orgullosa que, después de muchos años de tormento y cuatro meses de sacrificio, he llegado a mi normopeso (peso normal de una persona respecto a su estatura).
Además de cocinar sano, en estos meses he aprendido que ningún atracón a la nevera soluciona un problema, sino que lo agrava. Que la comida no lo es todo, se puede salir a comer con amigas y disfrutar igualmente de su conversación sin tener que ingerir 3 platos, postre y café. Que existen otros sentidos como el olfato, que no necesariamente tiene que ir acompañado del gusto (como he agradecido que la Princesa me diera a oler su comida para que viera que estaba buena).
Después de muchas temporadas, el cambio de ropa sigue siendo una tortura por lo tedioso del tema en si y no por tener que dejar la mitad de la ropa en la caja porque no me entra. El ir a comprar ropa es una fiesta y no un drama. El que te inviten a un evento ya no es un problema porque ya tienes que ponerte algo más que sota, caballo y rey.
Parece todo muy frívolo, pero os prometo que detrás hay un largo historial de lloros, angustia, inseguridad... Y sé que el físico no lo es todo. Mi querida Mamá Gnomo (bloguera, tuitera y amiga 2.0) me decía que las delgadeces no dan la belleza, la da el alma. Estoy totalmente de acuerdo con ella pero tengo que puntualizar que ahora estoy más bonita por dentro porque estoy más contenta, serena, más segura de mi misma y, en definitiva, feliz.
Ahora me toca normalizar mi relación con la comida. Día a día será mi sustento y de vez en cuando, un banquete. Pero al día siguiente volverá mi vida sana. Porque ya puedo decir que no estoy a dieta. Simplemente he comenzado un nuevo estilo de vida.
Y ahora, como en toda historia con final feliz, toca el turno de agradecimientos. Por supuesto, y lo primero de todo, a mi familia que ha confiado y creído en mi. Gracias por apoyarme en estos meses. Sin ellos no lo hubiera conseguido. A mis amigos que han compartido muchos almuerzos intentando adecuar su comida a la mía para que yo no lo pasara mal. A mis compañeros que día a día me dicen lo bien que estoy y me animan a la hora de comer. Y, sobre todo, a mi endocrina que, sin duda, me ha cambiado la vida.
¡¡¡FELIZ MIÉRCOLES!!!