Hoy hace poco más de un año que tuve que interrumpir mi embarazo por un problema de salud grave que afectaba a nuestro bebé. Pasamos el otoño más triste de nuestra vida y realmente no sé qué habríamos hecho sin ELLA.
Las Navidades no fueron tan amargas gracias a su sonrisa y la primavera nos sorprendió con la mejor de las noticias: una nueva vida estaba naciendo dentro de mí.
Confieso que lo primero que sentí no fue ilusión, sino miedo. El recuerdo de los malos momentos pasados era demasiado fuerte y, cuando quería empezar a disfrutar del presente, otro revés. Empecé a sangrar en la sexta semana y, de camino al hospital, no me salían ni las lágrimas. Intenté convencerme de que iba a ser mi tercer aborto para que las malas noticias no me hicieran tanto daño. Ya tenía la “tirita” puesta cuando la doctora me explicó que las pérdidas provenían de una hemorragia uterina. El bebé parecía estar bien, pero no me dio demasiadas esperanzas de que el embarazo fuera a llegar a buen puerto.
Volvimos a casa cargados de sentimientos contradictorios. La recomendación era guardar reposo absoluto. Nada de esfuerzos. Ni coger a Alma en brazos ninguna de las treinta veces al día que me lo pedía hasta que comprendió que no era que no quisiera, sino que no podía.
Cuando parecía estar más tranquila, volvieron las pérdidas en la semana 11. Otra hemorragia de causa desconocida y nuevo jarro de agua fría. Los cuatro primeros meses de embarazo me parecieron cuatro años. Más de cien días buscando cualquier distracción en casa para no pensar en finales horribles.
El día de la ecografia de la semana 20 me temblaban las piernas. Le tenía pánico, no sólo por todo lo que estaba pasando sino por los malos recuerdos del año anterior. Nos daba igual si era niño o niña, sólo queríamos que terminara rápido y nos dijeran que estaba todo bien. Se me cayeron las lágrimas cuando la doctora nos dijo que sí, pero no empecé a asimilarlo hasta pasados unos días.
Un día me desperté y pensé que ya era hora de empezar a disfrutar de este momento tan especial. De empezar a sonreír y de transmitir a nuestro bebé que le esperábamos con muchas ganas. Muchísimas. Que habíamos luchado mucho por tenerle y darle todo nuestro amor como para seguir arrastrándome por casa como un alma en pena.
Así que aquí estoy, celebrando estos cinco meses y medio de amor infinito por ti. Mi tercer corazón, pegadito al mío y al de tu hermana mayor.
Celebrando tenerle a ÉL, la otra mitad de mí que siempre está. En los buenos y, sobre todo, en los malos momentos que hacen que los primeros sean mucho más dulces.
Y la suerte de tener a mi Lolita, mi hija perruna, al pie del cañón y acompañándome siempre en los momentos más importantes.
No hay vida de color de rosa fuera de las redes sociales. Las cosas a veces no salen bien y otras sólo medio bien, lo importante siempre es rodearte de personas que te saquen una sonrisa en mitad de la tormenta y te digan que todo va a salir bien.
Este post va dedicado a todos nuestros pequeños ángeles que hay en el cielo y a todas sus mamás que siempre les llevarán en el corazón.
Fuente: este post proviene de Blog de MyLittleBrunch, donde puedes consultar el contenido original.
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