Avanzan las semanas de embarazo y comienzo a tener la sensación de que, como quien dice, me quedan dos telediarios mal contados. Este tercer trimestre se me está pasando volando y el final es ya una realidad a corto plazo.
Me preguntan muy frecuentemente qué tal me encuentro, cómo llevo el embarazo y la barriga en pleno verano. Lo cierto es que, comparado con mis anteriores embarazos, peor. Es verdad que mis embarazos acabaron ambos en julio y eso me dio un respiro, con éste me toca resistir todo el verano, que este año ha decidido venir caluroso y sofocante, o eso me está pareciendo.
Yo me las prometía muy felices porque, aunque para mi no fue un problema dar a luz en pleno verano, evidentemente no era momento para irme a la playa o a la piscina con un bebé recién nacido, y mi verano, como quien dice, salvo para salir a pasear, se acabó cuando di a luz. Así que en este embarazo he dicho en repetidas ocasiones que al menos puedo aprovechar la playa hasta el final de verano, con lo que me gusta.
El caso es que entre el calor que hace, lo cansada que estoy, que camino a pasito de tortuga y que para ir a la playa nos llevamos media casa encima -bolsa de toallas, bolsa de juguetes, nevera, sombrilla, mi silla...-, me da un perezón enorme. Vamos, que yo que adoro la playa y voy de abril casi a octubre, si no fuera por los niños, que tienen que salir de casa y en la playa se lo pasan de maravilla y desfogan a tope, me quedaría espatarrada en el sofá al fresquito del aire acondicionado. Lo juro.
No me apetece, pero voy, y luego allí estoy a mar de a gusto. Me acomodo en mi silla, me mojo y me remojo, no nado porque me crujen la pelvis y todos los ligamentos, me doy un paseo a mi ritmo por la orilla -cosa que me viene de maravilla- y aunque llego cansadísima, reconozco que me sienta bien, que echamos un rato estupendo y, sobre todo, aprovechamos para hacernos un millón de fotos inolvidables.
Intentamos también ir habitualmente a la piscina por lo mismo, para entretener a los peques. Los pobres no tienen culpa de que no nos podamos ir de vacaciones, y aquí no se puede ir al parque hasta pasadas las 8 de la tarde, así que en la piscina se lo pasan pipa y están fresquitos. Los pobres me piden que me bañe con ellos pero ya se han hecho a la idea de que mamá no está para muchos trotes. De hecho hace dos semanas lo hice, pidiéndoles que tuvieran cuidado, entre uno que se me cuelga de un lado, el otro del otro, que si pierdo el equilibrio, una patada accidental,salí de la piscina escoñadísima y con mi pelvis recordándome que no está para fiestas.
Así que eso de que iba a disfrutar más en verano que pariendo antes... No se yo. Y no es que quiera que llegue el final... me conformaría con que fuera un poco más fresquito y me permitiera disfrutar más. Porque con este calorazo sudo por partes de mi cuerpo por donde no sabía que se podía sudar, además de que siento que me falta aire para respirar, la sensación de sofoco es horroroso. Creo que me hago una idea de lo que está pasando mi madre con la menopausia y ahí voy, abanico en mano.
Por eso me he mudado a dormir al sofá, porque tengo cuatro ventanales enormes por los que con suerte alguna noche entra aire, y si no lo hace pongo el aire acondicionado en modo confort y al menos puedo dormir. Aunque tiene su inconveniente, y es que no es todo lo cómodo que quisiera para dormir toda una noche, pero peor es pasar calor. Así que creo que el pobre llegará al final del embarazo con mi silueta incrustada.
Al margen de achaque, calores y demás, debo decir que en este momento es cuando más conectada con mi bebé estoy, y viendo que me quedan poco más que ocho semanas por delante, empieza darme una pena tremenda que se acabe ya esta etapa, dejar de sentir a mi bebé dentro de mi, sabiendo además que será la última vez en la vida que estaré embarazada. Y a pesar de todas las molestias, no quiero que se acabe, siento como si hubiera desperdiciado un tiempo precioso sin darle mayor importancia en todo este tiempo.
Mi Polvoroncillo se mueve muchísimo y continuamente, son unos movimientos tan fuertes y palpables que puedo identificar perfectamente dónde está en cada momento. Ya nos conocemos, y aunque a veces es un poco bruto y parece que vaya a sacar un brazo atravesándome como si fuera un alien, me encanta sentirlo, me encanta esa conexión tan fuerte con él. Y así me paso todo el día con las manos en la barriga, tocándola, acariciándola, hablándole, sintiéndole.
A pesar de ser ser una sensación conocida y experimentada no deja de sorprenderme que lo viva y disfrute como si fuera la primera vez. Y es que cada embarazo es único y diferente a los demás, eso es innegable. Y si no hay dos hijos iguales, cosa que debe venir marcada desde que son fecundados, ni en la barriga los siento igual.
A Polvoroncillo lo siento con más fuerza, es muy activo y sus movimientos muy dinámicos, no se si saldrá karateka, futbolista o bailarín de claqué, lo que tengo claro es que es de todo menos tranquilo y que se monta unas fiestas ahí dentro que se lo debe pasar de maravilla.
Siento que se acerca el final y quiero aprovechar y disfrutar el poco tiempo de disfrute absoluto y exclusivo que tengo sobre mi bebé, sentirlo como nadie puede. Es egoísta, lo se, pero me gusta ser la titular en exclusiva de esta sensación, que solo yo conozca de verdad a mi bebé.