Para que os hagáis una idea: les había preparado para ese día una tarde de merienda y juegos para que desconectaran un poco de los deberes, de los exámenes y de las tareas. Vamos, una tarde de diversión y desconexión total para que se relajaran un poco y recuperaran la motivación y energía suficiente para seguir estudiando. Pero al parecer eso no va a ser posible. Y no va a poder ser por un exceso de deberes mandados a unos niños de educación primaria.
Los expertos en educación e incluso la Organización Mundial de la Salud están cansados de decir que tantísimos deberes causan malestar, cansancio, desmotivación y frustración a los estudiantes. Pero parece ser que todavía muchos maestros y profesores hacen caso omiso de las advertencias y siguen mandando una larga lista de ejercicios (y más si es fin de semana) a los alumnos. Por eso, he llegado a la conclusión de que los niños de educación primaria están increíblemente más ocupados que yo.
Y creedme que es una conclusión que no me gusta ni me agrada en absoluto. “¡Tenéis el fin de semana para hacer los deberes! Esa frase tenía que escucharla yo un montón de veces cuando estudiaba educación primaria. Yo soñaba con que dentro de unos años los niños no tuvieran que oírla más. Cuánto me equivocaba. Como os podéis imaginar, no se ha dejado de decir. Amigos psicólogos me comunican: “Mel, hay muchos niños que acuden a consulta por ansiedad y estrés causado por exceso de deberes”.
Está claro que una gran lista de deberes impide a los niños disfrutar de su infancia y tiempo de ocio (por no hablar que los ejercicios repetitivos no ayudan al aprendizaje activo. Aunque eso es otro tema). Pero, ¿qué me decís de el exceso de actividades extraescolares que tienen algunos niños? Yo me quedo alucinada: deportes, academias de refuerzo, clases de músicas, clases de pintura… Y todo eso estaría genial si fuera en pequeñas dosis. Pero hay padres que se creen que sus hijos son superhéroes.
Me he cruzado con padres que les decían a los niños: “no puedes entretenerte. A las cuatro tienes inglés, después baloncesto y luego tienes que hacer los deberes que te han mandado en el colegio”. Todo eso sin tener en cuenta que los niños entran a las nueve (o ocho y media) a los centros educativos y no salen hasta las una o una y media. Es decir, no es suficiente que por la mañana hayan estado cuatro o cinco horas esforzándose en clase.
Hacer deporte está genial. Aprender un idioma también. Y asistir a clases de pintura o música también. Pero que los padres elijan todo a la vez es un puro desastre. Hay niños que se duermen antes de la hora de la cena (o incluso cenando) o por las mañanas en clase porque no pueden más y están cansados. Se me rompe el corazón saber que hay niños que piensan: “otro día más sin poder jugar más de quince minutos”. Ellos no son robots. Y tampoco pueden aguantar el ritmo de los adultos porque no lo son.
Si los niños tienen que renunciar a su tiempo de ocio y a jugar por un exceso de deberes y actividades extraescolares es que algo no se está haciendo bien. De esta manera, los más pequeños se están perdiendo horas de descubrimientos, de experiencias y de sorpresas. Horas de desconexión, de relajación y de hacer lo que más les gusta. “¡Pero si los niños son inagotables!”. No, no es verdad. Ellos no son inagotables y se les está arrebatando algo increíblemente importante: su infancia.
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