El título puesto en este post se lo agradezco a una gran amiga, conocida en el trabajo. Siempre me gustó su forma de ver la vida, sus planteamientos, su firmeza, cómo defendía su esencia a pesar de venir de una familia con reglas establecidas muy claramente. Ella tenía y aún conserva ese espíritu crítico, esa defensa de su propio ser, algo que a mi me llena de orgullo porque es precisamente mi filosofía: yo primero.
Soy de las que dice que no puedes sacrificar tu propio bienestar para estar al lado de alguien que pone en peligro tu amor propio y tu esencia. Eso que eres tú nadie más puede serlo. Igualmente, eso que sientes o que sabes tú, nadie más puede sentirlo o saberlo. “El corazón de la auyama sólo lo conoce el cuchillo”, yo le agregaría que el corazón de la auyama lo conoce la misma auyama y sabe hasta dónde se deja clavar el cuchillo.
El título de este post lo vi en Instagram, cuando mi amiga argumentaba que “el amor a veces fracasa”. Yo le creo. Estuve en una boda el viernes pasado y de la lectura bíblica utilizada recuerdo muy bien las palabras: “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. No cuestiono asuntos de la Biblia, al contrario, los respeto. Sin embargo, cuando respetas a una persona no necesariamente estas de acuerdo con sus planteamientos. Eso me pasa con ese versículo. Lo que Dios ha unido, si conlleva la muerte de tu propia esencia, la amenaza constante a tu integridad física y emocional, la obsesión por controlar tu vida, entonces sí apruebo ¡que lo separe quien sea!
Así también hay otras situaciones que tomo de experiencias que conozco: si lo que Dios ha unido se convirtió en un exceso de dejadez, monotonía, conflicto, desinterés, falta de empuje, no hay proyecto en común, tienes al lado una persona que no te valora, que no renueva su amor por ti día a día, que no te busca sexualmente, que no arde de pasión por ti, que no se supera a sí mismo(a), que no tiene misión ni visión de su vida y que en vez de avanzar retrasa tus metas, entonces que si sea separado por quien sea.
Cuando me entero de que alguien se divorció, no me gusta opinar. Mi madre tiene una amiga que dice “tu eres tu propio termómetro, tú sabes hasta donde llegas”. Y así es. Cuando una mujer o un hombre tienen mucho tiempo casados, es difícil entender que “después de tanto tiempo” hayan tomado la decisión de divorciarse. ¿Usted estuvo en ese matrimonio viendo toda la dinámica que se vivía? ¿Usted sabe quién daba más y quien daba menos? ¿Usted estuvo presente en las peleas y los reencuentros? ¿Usted conoce a profundidad los deseos y expectativas de cada uno de los cónyuges? Si su respuesta para estas preguntas es “no” le sugiero no opinar. Usted no estuvo ni estará ahí nunca. Así que limítese a respetar las decisiones de la otra persona.
En sesiones de Coaching, el Coachee decide hacer cosas que no necesariamente son del agrado del Coach. Y dentro de nuestro código de ética de coaches no podemos señalar el camino que deseamos o que creemos correcto para el Coachee. Nos limitamos a respetar su decisión.
Por si no lo sabías, yo también me divorcié, y de una relación que fue perfecta hasta que pasaron 3 días de habernos casado. Una experiencia difícil, pero enriquecedora. De hecho, pienso que fue la plataforma ideal para entender lo que no se debe perder de uno mismo en una relación. Esa experiencia me permitió definir la persona que ves hoy. Nunca arrepentida de ese capítulo de mi vida, al contrario, muy agradecida.
Gracias a mi amiga del alma que, en la distancia, conservo su recuerdo y cariño. Me inspiraste a escribir. De eso se trata mi blog, de experiencias, y su creación fue precisamente porque necesito a veces sacar de mi todo lo que pasa por esta cabeza inquieta.
Hasta la próxima.