Pues bien, desde hace unos días yo vivo en alerta máxima.
No recuerdo bien si fue el jueves noche o el viernes por la noche, empecé a sentir presión en la parte baja del vientre. Una presión que me recordaba a cuando estaba a punto de dar a luz a Doña Cuchufleta. Por suerte, esa sensación duró apenas hora u hora y media y al día siguiente me encontraba fenomenal, como si nada hubiera pasado. Así que yo seguí llevando el mismo ritmo como hasta ahora.
Lo que yo no esperaba es que esa presión fuera sólo el principio, un aviso de que tenía que frenar un poco. Dos días más, el domingo, tras haber tenido una mañana movidita, mi cuerpo dijo basta. Empecé a encontrarme mal, cansancio general, dolor en la espalda, especialmente los riñones, de nuevo molestia en el bajo vientre y, el más inquietante de todos los síntomas, contracciones dolorosas y continuas como las que se tienen cuando se comienza el proceso de parto. No podía estar de pie, tampoco sentada. Como más cómoda estaba era tumbada del lado izquierdo. Ni siquiera podía tumbarme del derecho. Además la Pitufa se movía mucho, lo cual no ayudaba a calmar mis síntomas.
Comí como pude y me fui al sofá. No quería que nadie me dijera nada, necesitaba tranquilidad y todo me molestaba. Quería controlar las contracciones, que parasen. Más que querer, lo necesitaba. No podía ponerme de parto tan pronto, aún queda mes y medio para mi fecha probable de parto! Mi bebé no está formado del todo!
Pasé casi toda la tarde así, tumbada del lado izquierdo en el sofá. No tenía ganas de moverme. Tampoco tenía hambre, no comí nada en toda la tarde, sólo un vaso de leche a última hora del día antes de irme a la cama. Cuando me encontré algo mejor me levanté y algo hice pero poco, muy poco. No tenía fuerzas para hacer nada pero necesitaba sentirme útil.
Esa noche intranquilidad de nuevo. Sí que dormí, pero poco, muy poco, aunque me sirvió para levantarme bastante descansada. A las 6 a.m. pero descansada. No hice nada en todo el día. Quería recuperarme, que todo volviera a la normalidad. Por no hacer, no hice ni la comida. Ese día y esa noche los pasé mejor. Menos mal. Parecía que mi embarazo seguía. Mi Pitufa seguiría dentro de mí.
Ayer de nuevo no hice nada. Además tenía cita en el ginecólogo y le conté lo sucedido. ¿Qué me dijo? Lo que yo ya sabía. Bajar el ritmo, no hacer esfuerzos, tranquilidad,… y si me volvía a pasar, a urgencias.
Ya llevaba unas semanas en que me decía a mí misma que tenía que rebajar el ritmo, que no podía seguir haciendo tantas cosas pero como me encontraba bien, seguía igual. Estos días me han hecho reflexionar, un segundo embarazo no es igual al primero: por el simple hecho de que ya tienes una personita que depende de ti, las rutinas y el día a día es más activo y movidito en un segundo embarazo que en el primero. También me han hecho darme cuenta que el momento se acerca, no queda nada, podría ser mañana mismo o dentro de un mes. Todo depende, en gran medida, de mí.
Así que ya veis cómo serán mis días a partir de ahora. Tranquilos. Aunque con una peque de 3 años es difícil y más cuando estamos a punto de empezar el curso escolar y hay que preparar todas sus cosas y las de la hermana (aún no he lavado nada de su ropa, ni vestido la minicuna, ni preparado la bolsa del hospital, ni…). Pero bueno, me lo tomaré con calma, si tardo 1 semana en hacerlo todo, como si tardo 3. Tranquilidad, calma y hacer todo lo posible para que la Pitufa aguante, al menos, 3 semanas más dentro de mami!