Ese primer gran día en su vida puede ser más o menos traumático, tanto para ellos como para nosotras. En el caso de mi nena, fue mejor de lo esperado. Ha entrado a la escuela infantil con 26 meses por lo cual era muy consciente de que la estaba dejando sola con una persona que no conocía y con 15 niños y niñas desconocidos, algunos de los cuales llevan chupete (pero mamá, el chupete no estaba en la basura?), algunos pañal (mamá, porqué llevan pañal si no son bebes?), algunos lloran y otros juegan y ríen como si nada.
Estuvimos tooooooodo el verano concienciándola de que iba a ir a cole, con otros niños y que iba a jugar. La pobre estaba de nosotros hasta las narices. Le hemos preguntado mil millones de veces:
- ¿Vas a ir al cole?
- Sí.
- ¿Y qué vas a hacer en el cole?
- Jugar.
- ¿Con quién?
- Nenes y nenas.
Mirad si se lo preguntábamos veces que al final, ante la pregunta ¿vas a ir al cole? Ya lo contestaba todo: sí, a jugar nenes y nenas.
Así, su primer día fue bastante mejor de lo que me esperaba. Al llegar solo quería ir a jugar, jugar, jugar. Cuando vio a otros niños que entraban en el carro, en brazos, llorando, su cara ya no mostraba tanta felicidad, se volvió más seria y pidió brazos. Pero para mi sorpresa, se quedó en clase como si nada, seria pero sin ningún problema, me dio un beso, me dijo adiós y se metió a observar todo lo que había a su alrededor.
Yo me fui tranquila, mucho más de lo que esperaba! Pensaba que yo iba a estar más nostálgica, llorona, compungida,? pero no, me sentía extraña yo sola sin tener a la peque todo el tiempo detrás de mí, pero ya está, solo eso. La mañana pasó entre la compra, recoger la casa y hacer la comida. Cuando me quise dar cuenta, ya eran casi las 12:30 y tenía que ir a por mi nena.
Al llegar, un nudo en mi estómago y el corazón a mil me indicaban que esa calma que había tenido toda la mañana solo era un oasis, un espejismo. Los nervios estaban dentro. Pero una vez más, mi peque me sorprendió. Me la encontré tan tranquila intentando coger su mochila del perchero y en cuanto me vio, su cara se iluminó, dijo un MAMÁ que a mí me supo a gloria y corrió hacia a mí a darme un beso y un abrazo. Se giró a decirle adiós a su seño y de camino a casa me contó todo lo que había hecho durante la mañana.
En esos momentos, se me fueron todos los males. Los males se fueron, pero me entró nostalgia. Mi niña, mi bebe, ya no es un bebe. Va "al cole", disfruta jugando con sus compañeros, bailando, cantando y pintando. No me necesita. Se hace mayor. Y de repente me di cuenta que ya tiene 26 meses, o lo que es lo mismo, 2 años y 2 meses. Es autónoma para muchas cosas y cada día que pasa, aprende más cosas nuevas que la hacen aún más autónoma y, por tanto, me necesita cada día menos. ¿Cuándo han pasado estos 2 años? ¡si ayer estaba acariciando su pequeña carita por primera vez y antes de ayer haciéndome el test de embarazo! Será mejor que no parpadee, no sea que cuando abra los ojos, mi hija esté camino al altar?