Hace unos días una amiga interina me contó una situación que (desgraciadamente) me llamó mucho la atención. Antes de que se acabara la jornada escolar, ella le dijo a un profesor que llevaba bastante tiempo trabajando en el centro educativo que podría investigar sobre educación emocional e inteligencia emocional para empezar a llevar a cabo dinámicas con sus estudiantes de sexto de primaria. Expresó que ella había empezado después de las vacaciones de Navidad y que estaba siendo todo un éxito.
El docente le dijo lo siguiente: “alguien como tú no me tiene que decir a mí lo que debo o no debo hacer con los alumnos. Así que no vuelvas a darme un consejo”. Obviamente, en ese momento mi amiga deseó no haberle dicho nada al profesor. Deseó haber mantenido la boca callada y no haber dicho nada del tema. Pero es que yo no veo donde está el problema ni entiendo porque el docente se sintió tan increíblemente enfadado y ofendido por el comentario.
Nos guste o no: hay bastantes profesores que creen tener la verdad absoluta y ser intocables. Profesores que no están dispuestos a aceptar una sugerencia (y eso que era por el bien de los estudiantes), profesores que si se equivocan no reconocen su error y docentes que se creen superiores que otros por haber obtenido la plaza fija en un colegio o instituto público. Eso me recuerda a las palabras de Howard Gardner: “una mala persona nunca llega a ser un buen profesional”.
Quizás no lleguen nunca a ser buenos profesionales pero hay profesores trabajando en centros educativos que no se lo merecen y que tenían que estar buscando otro empleo que les llenase más. Lo peor de todo es hay personas que se llevan las manos a la cabeza cuando escuchan o leen eso de que hay malos profesores en las aulas y hay otras que se resignan y expresan: “bueno, malos profesionales los hay en todos los sitios”. Pero, ¿es que eso tiene que ser lo normal? ¿Eso tiene que ser lo habitual?
Lo malo es que dentro de esa resignación hay parte de verdad. Hablemos de los médicos, por ejemplo. ¿Todos los médicos que hay en los hospitales y en los centros de salud tienen una adecuada atención al paciente? Pues no. He tenido médicos que lo único que querían era que me marchara de su consulta cuanto antes para seguir estando con el móvil. Hay médicos que no conocen lo que es la empatía, la asertividad y las buenas palabras con la gente (en este caso pacientes que van en busca de ayuda).
Eso ha pasado siempre y muchas personas se han acostumbrado y creen que es lo normal. ¡Pero no lo es! No es normal que profesores no tengan vocación, que no sientan pasión por lo que hacen, que no se emocionen y que no quieran aprender siempre que puedan. No es normal que haya profesores que se crean superiores que otros y que piensen estar subidos en un pedestal. No es normal que haya profesores que siempre echen la culpa a los estudiantes sin hacerse un poco de autocritica a ellos mismos.
“Malos profesionales los hay en todos lados”. Pues me dirijo a esos malos profesionales: si no os gusta vuestro trabajo, si no os gusta ser médico, profesor o peluquero, por favor, buscaros otro empleo. Estáis haciendo mucho daño a pacientes, estudiantes y personas agradables que solo quieren un poco de conversación cuando se van a cortar el pelo. Si no podéis dejar el trabajo por el motivo que sea, al menos levantaros con otra actitud. Intentad no amargar el día a nadie por vuestra equivocación.
Os pido que intentéis hacerlo lo mejor posible. Y lo mejor posible no significa que seáis expertos en la materia que impartís, que tengáis un montón de cursos de medicina y que seáis increíbles cortando el pelo. Me refiero a que podéis hacer grandes cosas: podéis motivar e implicaros con los estudiantes, podéis hacer sentir tranquilos a pacientes y podéis alegrar el día a una persona que visita vuestra peluquería. Si no lo podéis intentar o no lo queréis hacer, por favor, por el bien de todos: haced otra cosa.
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