Muchas veces nos acusan de ser permisivos con nuestros hijos. Las madres nos cuestionamos mucho, nos autoevaluamos sin piedad, y no nos detenemos a pensar que muchas situaciones donde queremos ser intransigentes con nuestros hijos, a largo plazo, no serán un inconveniente mayor si dejamos que disfruten un poquito. Al final, los momentos acumulados deben ser gratos, bien recordados. Mi hija está de vacaciones y anoche se sentía mal por una fiebre, sólo quería ver un poquito de televisión y luego volvió a dormirse. De hecho, me pidió quedarme con ella hasta ver un solo capítulo de la Doctora Juguetes y luego ella misma me dijo: “ya mami, apágala”.
¿Qué hubiera ganado yo con no ceder a ese breve instante de felicidad para mi hija? ¿Realmente vale la pena gastar energías tratando de ser más duros con nuestros hijos de lo que en verdad deberíamos ser?
Muchos de nosotros fuimos criados con esquemas muy doctrinales, con reglas muy duras. Eso no significa que debamos repetir los mismos errores.
La psicología ha avanzado mucho y tratar de ser más exigentes que cualquier otra persona solamente para que no “digan” que somos “blanditos”, no le va a dar a tus hijos buenos recuerdos de su infancia.
En mi caso, prefiero que me tengan un respeto basado en la confianza, a que me tengan respeto simplemente porque les causo miedo.
¡Hasta la próxima!