Uno de esos aspectos de los que no nos suelen informar es del posible rechazo de nuestros hijos. ¿Os ha pasado?. Como en muchos otros temas, hay veces que la maternidad no es un camino de rosas donde todo lo que vives te hace sentir bien, sino que nos encontramos con situaciones que no solo nos hacen sentir mal sino que nos duelen y no sabemos cómo cambiarlo.
CUANDO NO ENTIENDES EL RECHAZO DE TU HIJO/A…
En mi caso esta sensación vino unida a la llegada de la hermana pequeña. Cada niño vive la llegada de un hermanito de maneras diferentes, pero sin duda, de un modo u otro, son muchos los niños que tienden a sentir una especie de rechazo, bien al recién llegado/a o hacia los padres. En nuestro caso, cuando la peque llegó a casa, nuestra “mayor” aún tenía dos años y siete meses, y no notamos que sintiera ningún rechazo especial hacia su hermana pero sí hacia nosotros, y especialmente hacia mí. Sabía que pasar tanto tiempo con la peque, dándole el pecho (la mayor continuaba también tomando teta) no iba a facilitar las cosas y pronto, llegó esa sensación.
Muchos de los momentos que antes quería compartir conmigo, llegó un momento en el que sólo quería compartirlos con papá y a mí, de algún modo, me apartaba de ese tiempo con ella. Después, derivó en los abuelos.
Un poco antes de que naciera la peque, ella ya se quedaba en casa de los abuelos, por eso de ir preparándola, pero pasamos de eso a que todos los fines de semana e incluso entre semana quisiera quedarse en su casa y prácticamente prefería estar allí a estar con nosotros en casa.
Mentiría si no dijera que al principio nos aliviaba porque podíamos dedicar más tiempo a la pequeña, sabiendo que ella estaba genial en casa de los abuelos, pero más tarde, teníamos la sensación de que el motivo por el que decidía estar allí siempre era una manera de rechazarnos. Y en parte, la entiendo. Cuando llega un hermanito/a cuentas con el mismo tiempo a compartir entre los dos y esto no siempre es fácil. Nuevo rol para la mayor, menos tiempo para ella, amamantando a las dos al mismo tiempo… y así un sinfín de extras que hicieron que nosotros estuviéramos más nerviosos y cansados de lo normal.
Cuando sientes que el vaso se llena, acabas perdiendo el norte e intentando que tu hija “mayor” de dos años y siete meses, se comporte como si fuera mayor de lo que es, pidiéndole responsabilidades que no son acordes a la edad que tiene e incluso pagando con ella parte del cansancio que vas acumulando. En este sentido, es lógico que buscara un lugar en el que tenía mucho más tiempo y compañía de juego, donde quizás se sentía más tranquila, sin necesidad de tener que luchar para encontrar su lugar.
Ahora, viéndolo ya desde lejos, entiendo lo que nos pasaba y lo que le pasaba, comprendo las necesidades que tenía y no de todas ellas nos dimos cuenta, pero para todas las que os encontreis en este punto, os diré que todo pasa, que todo vuelve a la calma, cada uno encuentra su lugar y “los mayores” acaban por entender que nadie ha venido a ocupar su lugar, sino que por el contrario tendrá un compañero/a de juego genial.
A todos los que alguna vez me habeis comentado situaciones parecidas, y estais pasando por ello, deciros que cada uno debe vivir su propia experiencia (porque ninguna es igual), cada uno debe intentar desde su lugar hacer todo lo posible porque el hermano/a mayor se sienta cómodo, querido y acompañado, y sin duda, nada de autoculpabilizarse por ello.
Está claro que la maternidad tiene sus luces y sus sombras y esto forma parte de éstas últimas, pero crearse un sentimiento de culpa continuado no ayuda. Cuando nosotros encontramos nuestro equilibrio y lugar, empezamos a disfrutar de la nueva situación, es justo ahí, cuando conseguimos que nuestros hijos/as también sean partícipes de ese disfrute, desde la calma y tranquilidad, desde el acompañamiento y la empatía.
¿Y vosotros, habeis sentido este rechazo? ¿cómo habeis vivido estos momentos?¿os sentísteis acompañados?
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