Cuando se olvidaban de las galletas y las patatas se ponían a “jugar”: Se agarraban por el cuello, abrazados, y tirando cada uno para un lado estando a punto de perder el equilibrio cada 5 segundos….después se peleaban de mentira, con la correspondiente risa y “flojera” que les hace tambalearse de lado a lado y no mirar dónde ni qué pisan. De repente se soltaban y empezaban a perseguirse el uno al otro corriendo entre la gente, o haciendo círculos a mi alrededor, o colgándose de esas cintas extensibles que ponen para indicar el trayecto de la cola y que se sostienen con unas bases que pesan demasiado poco para niños como los míos. En 5 minutos habían empujado dos veces a la señora de delante y pisado a la de atrás. ¡ARRRRRGGGGG!
Yo, que cada vez iba poniéndome más nerviosa, sólo sabía decir estas frases tan originales: “Estaos quietos… No hagáis eso. Vale ya. No toquéis. Cuidado que le vas a hacer daño a alguien. Comportaros de una vez”. Me estaban entrando ganas de abandonar la cola y marchar a casa, pero ya no nos daba tiempo de comer en casa porque en poco rato teníamos que estar en otro lugar. La mejor opción era terminar la cola como pudiéramos…..¡Uf! Suspiro, agobio, confusión ¡¿Para qué se me habrá ocurrido a mi venir aquí?! Enseguida vino a mi mente la frase con la que he titulado este artículo: ¡Es que hoy están insoportables! …. Pero entonces me acordé…..
¿Quién está insoportable? ¿Ellos? ¿Seguro…? Por suerte (o por desgracia, quién sabe lo que es bueno y lo que es malo) he desarrollado la capacidad de ver muchísimas situaciones con mis hijos desde fuera, como un mero espectador. Cómo si estuviese observando una obra de teatro puedo darme cuenta de lo que está sucediendo “en realidad” (si es que la realidad existe). Muchas veces lo veo al instante, algunas otras lo veo cuando la situación ya ha pasado. En este caso, estaba en medio de la situación….
Esa “insoportabilidad” que había visto en mis hijos era la mía propia. Yo era quién llevaba más de una semana insoportable, y sin ánimo de menospreciarme ni mucho menos….. permíteme que me expliqué a que me refiero: Durante la semana de antes a encontrarme en la cola del Ikea con mis hijos, mi cabeza no ha parado de dar vueltas a unos cuantos asuntos, a unas cuantas decisiones que debía tomar, a muchísimas variables que necesitaba tener en cuenta para unas cuantas situaciones… Y todos estos pensamientos eran cíclicos, los temas no se cerraban, no encontraba ninguna solución, no tomaba ninguna decisión. Si en algún momento pensaba en que algo era blanco, al cabo de media hora creía que era negro. Y luego vuelta a empezar. Había permitido que mi mente tomara el control de mí misma y se sumiera en un sinfín de preocupaciones.
Yo tampoco estaba insoportable, lo que no estaba era presente. Durante muchos momentos durante el día estaba absorbida por mis pensamientos. El agobio por esas cosas en las que pensaba había ido creciendo en la última semana, era insoportable seguir pensando en ellos. Así que, allí, en la eterna cola y con los niños repitiendo una conducta cíclica, nerviosa, agitada….me dí cuenta de que lo que me estaba mostrando esta situación era que lo que no soportaba más era seguir dándole vueltas a estos asuntos que me mantenían preocupada pero me robaban tiempo para ocuparme de lo que ahora tenía que hacer. Me dí cuenta que ya no soportaba seguir dándole vueltas a mi cabeza. Así que tan pronto como me tomé conciencia de eso tuve acceso a otro tipo de frases, respuestas y herramientas para intentar llevar la situación en la cola del ikea con mis hijos de otra manera.
Todas las situaciones que vivimos con nuestros hijos (y en la vida en general) son oportunidades para tomar conciencia de nuestro grado de presencia, de nuestro equilibrio y paz interior….y de recuperarlos en caso de darnos cuenta que las habíamos “perdido”.
Lograrlo requiere practica, entrenamiento, y requiere preguntarse a menudo: “¿qué hay en mi de esta situación? ¿qué tiene que ver conmigo?” puesto que si algo está ocurriendo en nuestra vida, sin duda tenemos algo que ver nosotros. Yo aprendí a hacerlo con el primer curso para padres que tomé (como el que ahora imparto yo, jejejeje).
Durante esta semana que había estado tan absorta en mis preocupaciones, estaba irritable y agobiada. En el fondo sabía que era yo, pero la energía de mis hijos me molestaba. Ellos estaban bien, muy bien, y ni siquiera habían tenido días parecidos al momento de la cola del ikea, pero a mi me molestaba todo. En el fondo lo sabía, pero me había desconectado y estaba permitiendo que mi mente y sus pensamientos incesantes me dominaran…y con ello, me permitía reaccionar en piloto automático.
Cuando esto ocurre no podemos ver las situaciones con nuestros pequeños de un modo objetivo y proyectamos en ellos nuestros malestares internos. Es natural, lo importante es ir tomando conciencia poco a poco de estos mecanismos.
¿Te ha ocurrido alguna vez el haberte dado cuenta que estabas “acusando” a tus hijos de “algo” cuando en el fondo eras tu la primera que estaba así?
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