Todavía el Leoncito no ha tenido mucho contacto con el dinero. Alguna vez le damos las monedas para que sea él mismo el que interactúe con un tendero. Pero salvo la simple observación que pueda tener de cómo hacemos las compras, el dinero no es un tema con el que esté demasiado familiarizado. Tampoco le premiamos con dinero, y cuando alguien le quiere dar una monedilla simplemente le decimos que el niño no tiene muy claro para qué es eso.
No sé si esta introducción tiene mucho que ver con el tema que quiero desarrollar en el post de hoy, pero allá que voy. El otro día por fiestas del Carmen había teatro en la calle, en realidad lo hubo todas las tardes de la semana de fiestas. Ese día el espectáculo lo daban unas acróbatas. El acceso era libre así que, sabiendo que eso se pone hasta la bandera, fuimos un buen rato antes para pillar un buen sitio para disfrutar de la función. Con la función empezada empezaron a llegar los de siempre, los que llegan a última hora y quieren poner a sus niños delante de todos, los que se cruzan por delante de todo el mundo 50 veces para darle un mordisco del bocadillo a su chiquillo ( Coño!! Dale el bocadillo entero de una puñetera vez y no se lo lleves cada 30 segundos para que le de un mordisco. Qué no es manco!!)
Y yo mientras me preguntaba si esta gente se comportaría así si hubiesen pagado. Si valorarían el trabajo que estaban haciendo las artistas, o sólo si hubiesen pasado por taquilla. Al lado me tocó unas amigas que no pararon de hablar de sus cosas ni un minuto. Estoy seguro de que si hubiesen ido a un teatro a ver exactamente lo mismo no apartarían un instante la atención del escenario. Estoy seguro de que la mayoría de las personas confunde valor con precio y además no valora lo "gratis". Entrecomillo lo de "gratis" porque en realidad la mayoría de las cosas no lo son. También y por eso mismo arriba he escrito "de acceso libre", porque las artistas cobran y el ayuntamiento, o sea todos, paga. Debe de ser esta sociedad en la que hemos convertido al dinero en un objeto de culto, una especie de deidad sin ética, que cuando algo es gratis no se valora. Sólo sabemos valorar poniendo una cifra por delante de algo. Una pena.
Voy a contar una anécdota de cuando trabaje temporalmente como ayudante de mantenimiento en un Leroy Merlin. Resulta nos habíamos mudado a otra ciudad por una época, iba a escribir temporada pero se alargó un poco, y surgió el trabajo a través de una ETT. Me llamó la atención que el las instalaciones de los empleados había unas máquinas de bebidas que tenían un precio ridículamente barato, 10 céntimos o una cosa así. Le pregunté a mi jefe porque era tan baratos los botellines de agua. La respuesta fue que antes fueron gratis y que la gente cogía uno, le daba un sorbo y después lo dejaba en cualquier parte y más tarde cogía otro. Al final toda la tienda estaba llena de botellitas de agua apenas usadas. Cuando las botellas tenían un precio, aunque fuese simbólico la gente las llevaba encima. Fin de la anécdota.
Me parece que es mi deber como padre enseñarle a mi hijo la diferencia entre valor y precio. Que hay cosas tan caras que no se pagan con dinero, que algunas cosas parece que son gratis pero no lo son y hay que valorarlas. Que aunque va a un colegio público algunos de los profesores hacen un trabajo tan valioso que no hay dinero que los pague. Y que hay que respetar el trabajo de los demás aunque tú personalmente no lo estés pagando, porque es valioso.
Seguramente de estas reflexiones se pueda extrapolar algo al debate sobre la educación pública y privada y como la valoramos y exigimos.
Hasta otra.