¡Vamos a comer fuera!



Hace unas semanas leí con cierta indignación la noticia de que un restaurante en Italia premia con un descuento a aquellas mesas en la que los niños se portan bien (sconto bimbi educati). Y yo me pregunto, ¿quién es el que decide si un niño se porta mal o bien? Y lo que es más importante, ¿cuál es el motivo de ese comportamiento? Pero ojo, ¿qué pasa con los adultos? Ya en su día te contaba el caso de un comensal maleducado que iba persiguiendo a los camareros. En ese caso, aunque los niños se hubieran portado bien ¿le habrían hecho el descuento?

Confieso mi simpatía por los espacios libres de niños, porque así los "niñofóbicos" pueden tener alternativas. Al igual que no soporto que alguien ponga mala cara cuando en un restaurante de tinte familiar hay más niños de lo deseable. Porque sí, seamos sinceros, dos, tres, cuatro niños son compañía y más de 5 son multitud, y más si no estás acostumbrado a ellos.

A mi me encanta ir a comer/cenar fuera y a la Princesa también. No es que vayamos todas las semanas pero si con cierta asiduidad. Era una práctica que hacíamos antes de que naciera y continuamos con ella, primero como mera espectadora y ahora como otro comensal más y me llena de orgullo y satisfacción decir que nunca nos han mirado mal por su comportamiento. Así que quiero compartir algunos tips que creo que pueden ser de utilidad

1.- Elige un local apto para ellos: huye de los espacios poco iluminados, con velas o donde los comensales susurren a la merluza. Los niños no estarán cómodos y muy probablemente el resto tampoco.

2.- Reserva pronto: Trata de evitar la hora punta. En tal caso tardarán en atenderte y la impaciencia y el hambre pueden convertir la velada en una experiencia poco gratificante

3.- Menú adaptado: Si bien me parece una ocasión fantástica para que prueben otros sabores a los que no están acostumbrados, me parece un tanto "peligroso" acudir a un lugar donde sabes que no hay ningún plato que sea del agrado del niño. Y no estoy hablando de que sea forzosamente un menú de niño, en el que por cierto triunfa la fritanga y los hidratos. Huye de la cocina fusión y de los sabores estrambóticos a los que los adultos ni siquiera estamos habituados.

4.- Convierte esa comida en todo un acontecimiento: habla con tu hijo de dónde vais y explícale que hay más personas que están comiendo, a las que no se les debe molestar, por lo que no se pude correr entre las mesas o gritar. En otras palabras, que entiendan que no están en el salón de su casa

5.- Restaurantes para niños, ¿si o no? Pues aquí tengo en "corazón partío" El típico local con parque de bolas me parece todo un invento en el que los niños se lo pasan muy bien, aunque yo no tanto. Los detesto con toda mi alma. A parte de esos, hay restaurantes familiares con mucho encanto en el que simplemente un amplio jardín o un pequeño espacio acondicionado para los niños es más que suficiente para su disfrute.

6.- Buffet libre. Es un sistema que a los niños les resulta muy divertido y me parece una oportunidad para que descubran nuevos platos pero con la premisa de que no se puede tirar nada de comida. Lo que se sirve en el plato es lo que se va a comer.

7.- Pasatiempo para después de comer: Son muchos los sitios en los que a los niños se les proporciona pinturas para que se entretengan después de comer. Me parece una buena idea. Cuando la Princesa era más pequeña tenía mi propio kit para cuando salíamos a comer fuera: unos cuentos para colorear y las pinturas correspondientes. Así nos dejaba disfrutar de la sobremesa y todos contentos. Otra opción es el tema de la consola de turno, el móvil o la tablet, pero eso ya lo dejo al criterio de cada padre, que esa es otra cuestión.

Y tú, ¿tienes algún otro consejo? Me encantaría que lo compartieses.

¡¡¡FELIZ LUNES!!!

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