Cuando somos padres primerizos normalmente la guardería supone un trauma. Mi hija mayor fue con cuatro meses así que el primer año no fue muy consciente de adónde iba.
El segundo ya fue diferente. Como sabía dónde iba los primeros días era un suplicito, tanto para ella, que se agarraba fuertemente a mi pierna y ponía el grito en el cielo, como para mí, que cada vez que iba a llevarla tenía un nudo en el estómago.
Ella miraba con su carita de pena y me hacía sentir la peor madre del mundo . La mayoría de los días se me saltaban las lágrimas cuando la dejaba, incluso pensé en contratar a una persona que viniese a casa a cuidarla porque no podía soportar ese sufrimiento.
Las profesoras me decían que cuando yo me iba la niña se quedaba como si no pasase nada, imagino que casi todos habréis pasado por ese mal trago y digan lo que os digan no os quedáis tranquilos.
Una de mis amigas tiene una frase para estas situaciones “Nunca mires hacia atrás” y es cierto. No se si haremos bien o no con esa actitud pero la verdad es que para nuestro descanso emocional es lo más efectivo. Empecé a aplicarlo y me fue mucho mejor.
Al principio la niña seguía igual, lloraba sin parar hasta que yo me iba pero a diferencia de las semanas anteriores yo no esperaba a ver qué cara ponía cuando yo me iba. Estuvo un tiempo así pero poco a poco la niña empezó a quedarse bien.
Yo sonreía y salía corriendo así que a la niña no le daba tiempo a reaccionar.
Hoy ha sido el primer día de guardería de mi hijo pequeño.
Se ha levantado muy contento porque esperaba que fuésemos de paseo como cada mañana hasta ahora. Pero no, hoy hemos cambiado de ruta y hemos ido al lado contrario. La puerta de entrada estaba cerrada pero se podían escuchar los lloros de los niños ante su primer día de “cole”.
Cuando hemos entrado en su clase había tres pequeños agarrados a la pierna de la profe en busca de brazos y uno de ellos, afortunado, había sido cogido por ella.
Había otro grupo de niños que estaban hipnotizados viendo la serie de “Dora Exploradora, y otra de las profesoras repartía galletas para todos (como dice mi madre: Con la tripa llena parece que las penas se llevan mejor….;)).
He dejado al niño en brazos de una de las profes y he salido corriendo. No le ha dado tiempo a reaccionar pero cuando he vuelto tenía los ojillos llorosos. Tampoco he mirado por la ventana que da a la clase porque sabía que me iba a llevar un disgusto.
Mañana nos espera otro día agotador. Como diría Escarlata O’hara en la película “Lo que el viento se llevó”: Después de todo, mañana será otro día.
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