¡Se le introduce a tanta teoría en las clases!
¡A tanta metodología!
¡Tantas estrategias!
Pero, entonces, llega la realidad.
Y, muchas veces, se encuentra con comportamientos en el aula ante los cuales no sabe exactamente cómo actuar.
Y, como todos, ante conductas disruptivas y/o conductas agresivas, hace lo que mejor puede con las herramientas que se le han dado.
Los resultados, no siempre son positivos.
Por eso, hoy me gustaría hablarte del trabajo del psicoterapeuta y psicólogo infantil Haim Ginott, pionero en técnicas de comunicación con el alumno aplicadas a todos los niveles educativos (preescolar, primaria, secundaria).
Su libro “Maestro Alumno. El ambiente emocional para el aprendizaje” es lectura esencial para profesores que, como tú, intentan alejarse de los tratados pedagógicos abstractos.
Profesores que quieren ser conscientes de sus propias actitudes antes conductas disruptivas en el aula.
Profesores que quieren evitar conductas propias nada beneficiosas.
Que intuyen que una de las claves de un aula más feliz y productiva es el auto control de impulsos.
Espero que las estrategias para manejar las conductas disruptivas que comparto a continuación te ayuden a disfrutar mucho más de tu trabajo y de tus alumnos.
Pero, antes de lanzarnos a los consejos para gestionar la conducta más difícil en tu aula, empecemos por lo esencial.
¿Qué son las conductas disruptivas?
Se entiende por conductas disruptivas a todo aquel comportamiento por parte de niños y adolescentes que amenaza la armonía del grupo y perjudica el buen funcionamiento del aula.
Al hablar de buen funcionamiento de una clase me refiero a aspectos como las tareas, las relaciones con otros estudiantes, la falta de respeto al docente y el cumplimiento de las normas de clase.
Es decir, el niño o adolescente que presenta un tipo de conducta disruptiva es aquel que:
No deja hablar a los demás,
Les ofende,
Suele perder el control,
Presenta comportamientos agresivos o desproporcionados,
Se niega a cooperar,
Hace todo lo posible por llamar la atención,
Muestra una actitud negativa frente al trabajo propuesta, y no tiene problema en verbalizarla.
Cualquier pauta de conducta de este tipo, que moleste o interrumpa la buena convivencia del grupo se considera como conducta disruptiva.
¿Por qué los alumnos presentan conductas disruptivas?
El origen de una conducta disruptiva está en el ambiente.
El niño y el adolescente aprende todo lo que ocurre a su alrededor.
Los factores externos que le rodean, sumados a sus pensamientos y emociones, tienen un impacto directo en el comportamiento del pequeño y del joven adulto.
Existen diversos tipos de conductas disruptivas (en algunas ocasiones, agresivas).
Una conducta inadecuada, por ejemplo, es la que el chico/a no está realizando ni en el momento ni en el lugar apropiado.
En otras ocasiones, el niño/a debería estar realizando una conducta determinada, pero o no está haciendo o no las está haciendo ni tan solo a nivel mínimo.
Esas son, las conductas inexistentes.
Las conductas perturbadoras, finalmente, son las que distorsionan el entorno, y tienen un impacto en su rendimiento social y académico, y en algunos casos, en el del resto de la clase.
Este tipo de comportamientos en el aula incluye:
Dificultades para estar quieto,
Resistencia antes las normas,
Dificultades para prestar atención en clase,
Peleas con compañeros,
Falta de cooperación,
Impulsividad, etc.
Este tipo de conductas suelen desarrollarse o bien porque el niño y/o adolescente quiere tener protagonismo entre sus compañeros y/o el adulto, o bien porque tienen problemas de carencias de normas y/o afecto.
Estas conductas suelen estar provocadas tanto por factores externos al entorno escolar como por desencadenantes en la escuela, del tipo:
Ausencia de normas claras de convivencia,
Mala comunicación,
Metodologías basadas en la repetición y no fomentan el razonamiento etc.
Cómo actuar ante estas conductas disruptivas
No existen fórmulas “mágicas” para transformar las actitudes de los niños rebeldes del día a la noche.
Muchas veces, las estrategias para gestionar la conducta disruptiva que funcionan en ciertos contextos, se quedan cortas en otros.
Sin embargo, mi experiencia y la de muchos otros docentes demuestra que las pautas marcadas por Haim Ginott son un gran punto de partida para modificar ciertas actitudes poco beneficiosas.
Por parte de niños y adolescentes.
Y por parte de docentes.
A continuación, comparto algunas de las técnicas de modificación de conducta propuestas por Ginott.
Espero que te sirvan para reducir los episodios de este tipo de conductas y para crear un ambiente más relajado y propenso al aprendizaje:
Siempre ten en cuenta la situación en la que se encuentra el niño.
Juzgar una conducta, es fracasar, nos dice Ginott.
Transmitir preocupación y cariño, es triunfar.
La esencia de la comunicación efectiva es dirigirse a la situación, no a la personalidad del niño y/o adolescente.
Y saber cómo aplicar este principio bajo diversas condiciones.
Ginott ilustra este principio con el siguiente ejemplo:
Un niño derrama pintura.
Si el maestro se dirige a la situación, diría lo siguiente:
¡vaya! veo que la pintura se ha derramado. Necesitamos agua y un trapo.
Si el maestro se concentra en el carácter del niño, el maestro diría lo siguiente: ¡eres muy torpe! ¿por qué eres tan descuidado?
Es decir, el docente cambia el enfoque de su comunicación, centrándose en la circunstancia y la resolución, en lugar del carácter del niño.
Seguir este principio en el aula sirve para mejorar la relación docente/alumno, y sobre todo:
Modificar y evitar las expresiones de enojo, el tono de los mandatos, su método de críticas y estilo de alabanzas, su sistema de evaluación y calificación, las formas que usa para consolar y tranquilizar, sus rutinas de exámenes y su forma de hablar. (Ginott, p. 75)
Aprende a expresar tu ira sin causar daño a los demás
Todos sabemos lo fácil que es irritarse ante una conducta disruptiva.
Pero, según el modelo propuesto por Ginott, el docente consciente, incluso bajo provocación:
No usa nombres hirientes para describir a los niños.
No ataca el carácter de los niños ni los ofende.
No les dice que acabaran mal.
No pierde el sentido de la realidad.
Describe lo que ve, lo que siente y lo que espera que ocurra.
Sabe que cuando está enojado existen elementos que no puede controlar adecuadamente.
Se protege y salvaguarda a sus estudiantes utilizando mensajes en primer persona, empleando expresiones menos peligrosas como: “estoy enojado, estoy sorprendido o estoy furioso” en lugar de “eres un desastre, mira lo que has hecho, eres tan estúpido, ¿quién te crees que eres?”.
Así, al ver los libros desparramados por el suelo, el docente reacciona diciendo:
“Veo libros por todo el suelo, estoy enojado y molesto. Los libros no deben estar en el suelo. El lugar de los libros es el escritorio.”
Y evita usar expresiones como:
“Sois unos marranos, lo estropeáis todo, nunca he conocido nadie tan irresponsable como vosotros, etc… “
O cuando un profesor ve que un niño tira una piedra a su amigo, en lugar de decir:
“¿Es que te has vuelto loco? ¡le podrías haber lastimado para siempre! ¿es lo que querías?”
Dice:
“Vi lo que sucedió, estoy indignada y triste. Las piedras no so para arrojarlas a las personas. A las personas no se las lastima.”
En el modelo propuesto por Ginott, el docente debe aprender los matices de la expresión de ira sin recurrir nunca a los improperios.
El docente debe desarrollar aversión a las palabras que humillan.
A los actos que ocasionan dolor.
A los gestos que degradan.
Como bien decía uno de los maestros que se citan en el libro:
“Incluso cuando estoy furioso, trato de no recurrir al sadismo. Me digo a mí mismo: en este momento no puedes ganar nada, pero puedes reducir las pérdidas. Cerciórate de que las rupturas inevitables no sean irreparables.”
Invita a la cooperación
En un aula, los niños tienden a ser dependientes de los maestros.
Esta dependencia, puede generar hostilidad en algunos alumnos.
Para reducir esa hostilidad, Ginott sugiere que el maestro, deliberadamente, proporcione oportunidades a los niños para ser independientes.
Cuanta mayor autonomía, menos enemistad, comenta.
Cuanta mayor voz y elección en los asuntos que afectan la vida escolar, menor hostilidad.
Ginott expone los siguientes ejemplos en Maestro Alumno:
“Empezó a nevar. Los niños corrieron hacia la ventana y comenzaron a saltar y a dar gritos. Les ofrecí una elección: podéis observar la nieve en silencio. O podéis volver a vuestro trabajo. Vosotros decidís. Cesó todo el ruido. Los niños se dedicaron a contemplar la nieva callada y reverentemente.”
O al asignar tareas, el profesor le ofrece a la clase la opción de hacer 10 o 15 problemas aritméticos. Marcos, de 10 años, exclama:
¡Yo no puedo hacer tantos!
El profesor responde:
“Resuelve el número de problemas que sea más adecuado para ti.”
“Creo que no será malo que pruebe a resolver 15 problemas”, responde Marcos.
Trata de no dar órdenes
Los niños resienten que no se respete su autonomía.
Que se impongan decisiones.
Si el docente se comunica transmitiendo respeto y sin atacar la imagen que los niños tienen de sí mismos, los niños y adolescentes se resentirán mucho menos.
¿A qué me refiero?
Fíjate en la práctica:
El docente A dice: “El ruido es molesto”
El docente B ordena: “!Dejad de hacer ruido!”
El docente A dice: “Los problemas de aritmética están en la página 60”.
El docente B ordena: “!Sacad vuestros libros de aritmética y abridlos en la página 60”!”
El docente B ordena a los niños lo que tienen que hacer.
El docente A evita dar órdenes, simplemente describe la situación.
El siguiente paso, es obvio.
La conclusión es obvia.
Pero los niños llegan a la conclusión por su propia cuenta.
Las decisiones a las que se llega como consecuencia de este tipo de proceso comunicativo tienden a disminuir el desafío, a reducir la resistencia y a afianzar la colaboración.
Cómo manejar las conductas disruptivas en tu aula… y en casa
Como bien imaginarás, estos consejos para gestionar este tipo de comportamientos y el control de impulsos en el aula, pueden aplicarse también a tu rutina en casa.
No desistas.
No es fácil cambiar los patrones comunicativos que se nos han instigado desde muy pequeños.
Pero, se puede.
Se puede establecer una comunicación sin ira ni reproches.
Y como te comentaba ya en mi artículo anterior, Cómo establecer una disciplina sin castigo, también puedes crear una estrategia para modificar la conducta que no se base en la sanción.
¿Te resulta difícil?
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