La autoestima infantil depende, en gran medida, de la relación con los padres o cuidadores principales. Si es sana, el niño crecerá sano física y psíquicamente y será feliz; si no lo es, el niño tendrá serios problemas de autoestima y de relación con los demás.
Son muchos los padres que se sienten superados por la situación y no saben cómo responder a las necesidades de sus hijos. Nadie nos ha mostrado cómo hacerlo. Y solo conocemos el trato que se nos ha dado, que en muchos casos no ha sido una relación de apego muy segura.
Tradicionalmente, hemos educado a los niños a través de la actitud de juicio y con herramientas de recompensas/castigos, que pone el foco en su comportamiento y deja de lado su valía como persona, independientemente de lo que haga.
Esta forma de actuar está basada en la exigencia y no el amor, en los resultados y no en el ser. Los padres actúan como jueces de su hijo, como si de una competición se tratase.
Ante esta situación, los niños se sienten totalmente perdidos, incomprendidos y con un fuerte vacío en su interior. Sus padres les valoran en función de lo que hacen, de si hacen las cosas bien o no. Esto les produce una falta de autoestima tremenda.
También suelen perder la confianza en sí mismos, ya que como sus padres no confían en ellos, empiezan a dejar de creer en sus posibilidades.
Confianza, autoestima: ¿qué diferencia hay?
Confianza y autoestima
En ocasiones confundimos estos dos términos. Y, aunque están relacionados, no son en absoluto sinónimos. Uno está más relacionado con el ser y otro con el hacer.
El prestigioso terapeuta familiar Jesper Juul, en su libro “Su hijo, una persona competente” define ambos términos.
La autoestima es la percepción que tenemos de nosotros mismos. Una autoestima sana conlleva el conocimiento de nuestras debilidades, habilidades, necesidades, sentimientos, sueños, valores, así como su aceptación. Querernos a nosotros mismos independientemente de nuestros logros y circunstancias.
Por su parte, la confianza es la medida de lo que somos capaces de hacer: de lo que hacemos bien y de lo que no. Es una cualidad adquirida y que tiene el peligro de que podamos pensar que valemos en función de nuestras habilidades y que si no las tenemos o las perdemos no valemos nada.
Una persona con confianza sabe que es capaz de hacer algo pero no tiene suficiente con ello y está constantemente buscando la aprobación de los demás. Necesita presumir de su habilidad para sentirse reconocido.
En cambio, una persona con alta autoestima disfruta de lo que hace, de sus habilidades y agradece el reconocimiento externo pero no lo necesita. Su felicidad no depende de su éxito y menos del qué dirán.
El psicoterapeuta Nathaniel Branden define la autoestima como “la disposición a considerarse a uno mismo competente respecto de los desafíos básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad”.
Los 6 pilares de la autoestima, según Nathaniel Branden
En su conocida obra Los 6 pilares de la autoestima, Branden establece una serie de pautas a seguir para desarrollar una autoestima sana y alcanzar la estabilidad emocional que nos permite ser felices en cualquier circunstancia.
Vivir conscientemente
En primer lugar, es imprescindible tener una actitud proactiva, que te ayude a afrontar tus obstáculos como un reto y a vivir en el presente, no en lo que hiciste el mes pasado o lo que harás el que viene.
Para ello es necesario conocerse a uno mismo, tomar decisiones y aceptar las consecuencias. El momento presente es el único sobre el que tienes control.
Aceptarse a uno mismo
Al potenciar el autoconocimiento descubrimos nuestras fortalezas, nuestros puntos más débiles y nuestras vulnerabilidades. No somos perfectos, somos únicos.
Ser competente para afrontar los desafíos de la vida no implica la perfección implica no negarnos, validarnos y sentir una aceptación incondicional positiva de nuestro ser.
Autorresponsabilidad
Estamos muy acostumbrados a echar balones fuera cuando algo nos sale mal y a ponernos la medallita cuando algo nos sale bien. La clave es responsabilizarnos de lo que nos pasa y tomar las riendas de nuestra vida. Las cosas irán mejor o peor (al menos aparentemente) pero nuestra felicidad depende en gran parte de nosotros.
Autoafirmación
Se trata de ser coherente con nuestros principios y hacerlo saber a los demás. A veces la presión social o lo políticamente correcto puede incitarnos de una determinada manera que es contraria a nuestra forma de ser.
Vivir conforme a tus valores es la forma más coherente de ser fiel a ti mismo, aumentar tu autoestima y respetar tu propia esencia.
Vivir con propósito
¿Has leído el libro de El hombre en busca de sentido? En él el psicólogo Viktor Frankl explica de manera autobiográfica cómo ponía en práctica e inculcaba la frase de Nietzsche: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.
Es la gran diferencia que hace que podamos caer en la desesperación y desear morir o buscar la manera de seguir adelante.
Una vez que tienes claro tu propósito, debes establecer pequeños hitos que te hagan ver tu progreso y te generen confianza en tus posibilidades. Ese es el camino a la autorrealización.
Integridad personal
Está muy relacionada con la autoafirmación. Se trata de ser congruente con tus valores, no tanto por reforzarlos sino por vivir conforme a tu propia esencia.
La mejor forma de desarrollar la autoestima es integrar tus valores en tu rutina, de modo que tu vida sea un reflejo de los mismos.
Cómo educar a los niños para que tengan una buena autoestima
Hemos visto los 6 pilares de la autoestima que propone Branden. Puede que a ti como adulto te resulte más o menos sencillo aplicarlo a tu vida, pero ¿cómo puedes aplicar estos conocimientos a la relación con tu hijo?
Hazlos partícipes de tu vida
La autoestima de tus hijos depende de lo importantes que sientan que son para ti.
Háblales de tu día a día, de tus problemas, tus inquietudes y tus dudas. Les encanta ayudar y quieren hacerlo. Escúchales con mucha atención (tanto su verbal como su no verbal), identifica sus necesidades y sentimientos, valídalos y ponles palabras.
Agradece su cooperación
Se lo pidas o no, tus hijos siempre van a tratar de ayudarte porque te quieren. Tienen que saber que estás agradecido por su cooperación, pero no solo cuando te ayudan, sino también cuando comenten un error y tú tratas de comprenderles y hacérselo ver. Si lo haces con respeto, te van a escuchar y van a buscar sus propias soluciones a sus problemas.
Ponte en su lugar
Ejercita la empatía. En vez de juzgar su comportamiento, trata de entender la necesidad y el sentimiento que hay detrás de él. Puedes validar sus necesidades y sentimientos y seguir estando en desacuerdo con su comportamiento.
Manifiesta tus sentimientos
Diles lo importantes que son para ti y lo que les quieres, y sobre todo, con tu actitud sin enjuiciar, sin gritar, sin dar consejos, sin sermonear. Deja que sean artífices de su día a día y mantente a su lado, cuando más en los momentos difíciles.
Acepta sus sentimientos, no los niegues
Mira el hijo que tienes en realidad no el que querrías tener. Conócelo, respétalo.
La mayoría de los niños no se considera visto ni tenido en cuenta.
Valida su ser, sus sentimientos y necesidades y expresa tus límites con respeto hacia algunos comportamientos que no te gusten .
Reconoce su valía como persona
Cuando tu bebé nació lo querías por ser él (o ella), por ser persona. Respeta el ser único que es. Acompaña para que puede florecer todo lo que ya trae. Pon las condiciones necesarias y suficientes para que germine su semilla llena de vida. Facilita su camino hacia la vida, no lo obstaculices. Puede parecer obvio, pero muchas veces se nos olvida.
Y todas estas pautas se resumen en una sola: demuestra tu amor incondicional por la persona única que la vida te ha entregado para cuidar.
Te dejo este poema de Khalil Gibran “Sobre los hijos”
“Tus hijos no son tus hijos
Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen.
Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos,
Pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes hospedar sus cuerpos, pero no sus almas,
Porque ellas viven en la casa del mañana, que no puedes visitar ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas, son lanzados (…)”.
Tu hijo quiere que le mires, que le escuches, que le tomes en serio. En definitiva, que le quieras y le dediques el tiempo y atención necesarios para sentir que estás a su lado y que puede contar contigo.
Y te preguntarás:
“Toda esta teoría está muy bien pero cómo se hace esto en la práctica del día a día y en situaciones que a veces me desbordan y me estresan?“
Te voy a hablar de 7 actitudes que practicamos en nuestros talleres y que te pueden servir para aplicarlos en el acompañamiento de tus hijos para potenciar su autoestima y, de paso, la tuya. Y es que en el proceso del desarrollo emocional de tus hijos, tú tienes un papel determinante.
7 herramientas para aumentar la autoestima de tus hijos
Vamos a concretar cómo mejorar la autoestima de los niños. Y lo vamos a ilustrar con ejemplos.
1 – Corrige comportamientos concretos. No ataques el carácter de la persona
Duro con los hechos; suave con las personas.
En vez de: ¡Eres un maleducado!
Di: “No me gusta que me des la espalda cuando te hablo. Si no te gusta lo que te digo, dímelo y te escucharé.”
2- Los Mensajes-Yo. Expresa tus sentimientos sin herir: lo que yo siento, lo que me gusta, lo que me disgusta…No culpes.
En vez de: “Otra vez con lo mismo. ¿Cuántas veces te he dicho que no pongas los zapatos encima de la mesa? Tu problema es que no escuchas“
Di: ”Me molesta que pongas los zapatos encima de la mesa. O te los quitas y pones los pies o los bajas al suelo. Tú decides”
3 – Elogia de manera descriptiva o bien la situación o la acción de tu hijo. No evalúes.
En vez de: “¡Qué responsable eres!
Di: “A pesar de que estabas muy ocupada con los ensayos, te has acordado de llamar para decir que llegarías tarde. Tu llamada me ha tranquilizado”
4 – Describe. No des órdenes.
En vez de: “¡Baja esa música! ¡Pero ya!”
Di: “Me resulta imposible hablar con la música tan alta”
5 – Acepta los sentimientos. No los niegues
En vez de: ”No digas tonterías. Pues claro que vas a ir a la Universidad”
Di: “O sea que no tienes nada claro si vas o no a la Universidad”
6 – Comunica tus propios valores o expectativas. No señales lo que está mal.
En vez de: “Ya está bien de criticar a tu hermana, no te portas nada bien con ella”
Di: “No me gusta oír desaires en casa. Si crees que tu hermana tiene que saber algo que la pueda ayudar…”
7 – Reconocer y validar su lucha personal. No desanimes.
En vez de: “Mira, no te hagas ilusiones. La nota de corte es muy alta en la carrera de Matemáticas.”
Di: “¡Así que te gustaría que te gustaría estudiar Mates. Nunca me lo habías dicho!”