Ayer me enteré de que la hija de unos conocidos va a ser mamá. Hasta ahí todo normal. Lo que sale un poco de lo corriente es que tiene 13 años. Si, 13 años. Y el padre de la criatura 18. Él por lo visto es un prototipo de generación nini. Ella ni siquiera se sabe lo que es, porque no ha tenido ni tiempo ni de ser catalogada. El gran secreto de la niña se ha descubierto cuando estaba de 5 meses. Todo un papelón para unos padres que, seguramente desbordados, se volverán a convertir en padres dentro de 4 meses.
13 años son los que tenía mi sobrina mayor (que por cierto hoy cumple 20) cuando nació la Princesa. Y todavía era una niña que poco a poco se convirtió en una adorable adolescente y hoy es toda una mujer de 20 años. En este tiempo ha salido, ha entrado, ha viajado, bailado, divertido, enamorado, desenamorado, aprobado, suspendido... Ha vivido sin más preocupaciones que la de vivir, estudiar y divertirse. Sin embargo, el futuro de esa otra niña va a ser muy diferente, o no. Todo depende de la implicación que tenga en el cuidado y crianza de ese bebé que lleva dentro.
No soy quien para juzgar, pero si para reflexionar. ¿En qué nos estamos equivocando los padres para que todavía haya niñas embarazadas? ¿Demasiado información? ¿Poca información en la familia? ¿Demasiada permisividad?
La verdad es que, como madre de una niña, es un tema que me aterra. No sé ni como ni cuando abordarlo y, ni siquiera, si quiero tratarlo. De lo que si estoy segura es de que quiero que mi hija sea niña, adolescente, mujer y luego madre, cada cosa a su tiempo.
Y ahora, cuando me queda cada día menos para ponerme en la línea de salida de esa complicada tarea que es lidiar con una adolescente, que me den 100 malas noches de cólicos, gases y no dormir que se las cambio por las mías.
¡¡¡FELIZ MARTES!!
(porque la vida sigue)