Todos los padres queremos disfrutar de los hijos, disfrutar de nuestros niños, gozar de su infancia, de su ternura, de su inocencia … pero también es cierto que en múltiples ocasiones sufrimos más que otra cosa. Sufrimos por no tener tiempo para estar con ellos, sufrimos porque no sabemos qué les pasa, porque nos desobedecen, porque nos retan o nos ponen entre las cuerdas. Sufrimos porque el tiempo se nos escapa y la realidad topa contra la imagen idealizada que nos habíamos conformado antes de ser padres, lo que provoca que en lugar de disfrutar de los hijos nos angustiemos más día tras día, porque nos sentimos las peores madres del mundo o creemos que no lo estamos haciendo del todo bien.
El tiempo pasa rápido y los hijos crecen mientras nosotros, los padres, estamos inmersos en una vorágine diaria que nos consume: levantarnos pronto, preparar desayunos, uniformes, ropa, trabajar, pasar largos ratos en los transportes públicos, las tareas domésticas que se amontonan … y un sin fin de ocupaciones acumuladas que nos agotan y estresan.
Disfrutar de los hijos es lo que todo padre y madre desea y anhela, yo incluida, y muchos de nosotros esperamos los fines de semana para empaparnos de risas y abrazos pospuestos. Y cuando llega el viernes estamos tan agotados como ellos por lo que disfrutamos poco y nos frustramos más.
La verdad es que deberíamos aprender a disfrutar de los hijos en cualquier momento y lugar, por breve que sea el instante, por poco tiempo que tengamos y aunque sea solo ese beso fugaz de las mañanas tras despertar. Disfrutar de los hijos es algo que no podemos posponer, su infancia pasa rápido y sin darnos cuenta todas esas actividades que dejábamos para otro momento … ya no nos valdrán.
En demasiadas ocasiones nuestros hijos nos ven ocupados, sin tiempo, sin ganas, sin paciencia. Convencida como estoy que ellos tienen las mismas ganas que nosotros de disfrutar de nuestra compañía, quiero lanzar este mensaje para que padres y madres seamos conscientes que debemos parar por un momento y disfrutar de los hijos cada día un poco. Ese poquito tiempo que tenemos por las mañanas, mientras les peinamos. Ese poquito tiempo de las noches mientras les bañamos o acostamos.
Olvidemos por un instante el estrés del día a día, el enfado por habernos desobedecido y aprendamos a disfrutar de los hijos, de todo lo que tienen por enseñarnos, que no es poco. Aprendamos a escuchar todo lo que tienen que contarnos, de su día a día, sus anhelos, deseos, miedos o esperanzas.
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