Hay dos tipos de hipertensión que pueden darse durante este periodo: la hipertensión gestacional y la preeclampsia. La primera es bastante leve, ya que sólo se produce el aumento de la tensión en algunas ocasiones. En cambio, la preeclampsia es más severa y presenta algunos síntomas como el aumento de peso, alteraciones visuales, mareos o dolor de cabeza. Además, en ocasiones, ésta puede evolucionar y convertirse en una enfermedad llamada eclampsia, la cual provoca convulsiones.
Si durante el embarazo la hipertensión es grave, ésta conlleva riesgos no sólo para la madre, sino también para el feto. Algunos de los problemas que puede generar son que el parto se produzca de forma prematura, que el bebé nazca con poco peso o que antes del parto se produzca el desprendimiento de la placenta.
Pero no debemos alarmarnos, ya que esto suele darse en raras ocasiones. Pero para evitar que se den todas estas complicaciones, la presión arterial debe controlarse continuamente durante el embarazo y es muy importante diagnosticar el problema cuanto antes para poder vigilar a la madre y al bebé y así evitar que una simple hipertensión se convierta en algo más grave.
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