Estamos en tiempo de fin de curso, y para nosotros, además de un fin de etapa para Iván como os contaba en esta entrada, también lo ha sido para Antía. Ha acabado su ciclo en la escuela infantil, aunque solo ha ido este último año, pero lo ha aprovechado a tope y, sobre todo, disfrutado.
Ha sido un año especial porque además en octubre la pediatra nos derivaba a atención temprana para valorar un posible retraso en el habla, como contaba en este post. Una vez confirmado, comenzamos tratamiento con la logopeda en el mes de diciembre, aunque por las vacaciones navideñas el trabajo de verdad no empezó hasta el mes de enero.
Hace ya más de un mes que Antía dejó la escuela infantil - en adelante "guarde", que aunque no es una guardería para soltar allí a los niños y listo sino una escuela infantil, es un término que me resulta más familiar-, el mes de junio ya no acudió a ella. El motivo, que el Rocío cayó a primeros de junio y durante esos días no hay clase, sumado a que las vacaciones escolares comenzaban el 24 de junio y que yo tenía claro que cuando Iván diera vacaciones Antía ya no iría a la guarde, porque les gusta estar juntos, decidimos que por 12 días no íbamos a pagar el mes completo. Así que avisamos con tiempo a sus seños para que lo tuvieran en cuenta.
Antía siempre ha sido una niña muy sociable. Algo tímida y desconfiada de primeras, pero nada que le impida hacer una socialización rápida. En seguida se sintió cómoda en la guarde, fue contenta desde el primer día, no tuvo ni que hacer período de adaptación, por lo que aquí servidora se sintió más tranquila sabiendo que la peque estaba no solo bien atendida sino a gusto.
Aunque hizo amiguitos muy pronto, el hecho de no hablar nada le hizo tener dificultades para relacionarse con sus compañeros. Uno de los principales motivos que me llevó a trasladar el problema del habla a su pediatra fue precisamente que el no poder expresarse verbalmente la estaba volviendo muy tímida e introvertida.
La logopedia ha sido milagrosa, no tengo otras palabras. Los resultados del tratamiento no se hicieron esperar y enseguida comenzamos a ver resultados. Con las primeras palabras vino un cambio de actitud asombrosa: mi niña explotó y rebosaba su energía contenida hasta entonces como si de una botella de cava recién descorchada se tratase.
Mi primera impresión fue:"¿Dónde está mi niña y qué habéis hecho con ella?". Pues la respuesta es muy simple: un trabajo maravilloso.
Me he retrasado demasiado en contar su evolución en este aspecto y ya han pasado 7 meses desde que comenzó el tratamiento. Pero me basta con decir que en mes pasó de hablar como una motita -mmm mmm maaaa- a hablar como una cotorra, sin pronunciar bien, pero por fin conseguía expresar sus emociones.
Tras ese primer mes de reventar y soltar todo lo que tenía contenido, parece que las palabras estaban ahí, en su cabeza, pero no era capaz de expresarlas oralmente, por lo que bastó un poco de estimulación adecuada para darles salida. Y a partir de ahí todo ha sido evolucionar, evolucionar y evolucionar.
En dos meses consiguió expresarse haciendo pequeñas frases, en tres tenía un vocabulario más que aceptable para su edad... Y en menos de 6 meses estaba al nivel oral de cualquier niño de su edad. De balbucear palabras a expresar sus sentimientos y razonar. De un simple "Tero agua" a "Mamá, teno una idea, ¿y si jubamos a los bebés?".
Que me pueda contar lo que le pasa, lo que le duele, lo que le gusta, lo que el asusta, es maravilloso. Pero, sobre todo, escuchar de su boquita un "Mamá, te tero mushooooooo" que me desborda de puro amor.
Desde entonces, como digo, ha sido una explosión, ha pasado de ser la niña introvertida que no miraba a los ojos a desbordar alegría y decir "me llamo Antíaaaaaa" sin que le pregunten, con la sonrisa de oreja a oreja. Pasar de no hablar a ser bilingüe -exagerando, of course- ya que lo mimo hacía una torre con sus cubos apilables contando en castellano que diciendo "uan, chu, fi, fo, fai...". Por no decir que estaba claro que no le faltaban los conceptos sino la herramienta, porque de no hablar a contar sin respirar hasta el veinte, está claro que lo tenía todo bien organizado en su cabeza.
Y es así que me encanta verla bailar mientras canta sus canciones favoritas, tanto en castellano como en inglés, o hacer el payaso cuando se pone en modo #ShinChan, meneando el culo en pompa cantando "culooooo, culooooo, culooooooo" -y conste que nunca ha visto estos dibujos, vamos que su payasería es innata- mientras yo me tengo que aguantar la carcajada ante semejante estampa.
Poder expresarse verbalmente ha mejorado su calidad de vida notablemente, ha sido un giro radical.
Y todo ha sido fruto de mucho trabajo y la implicación de mucha gente. Su logopeda que la estimula correctamente, adaptándose a su problema y necesidades; la propia Antía que es una niña muy inteligente y muy trabajadora, que se autoexige y es perfeccionista, siempre quiere hacer más y mejor; nosotros como padres que completamos el trabajo en casa con las pautas que nos da la logopeda; y su maestra en la guarde que ha seguido las mismas recomendaciones de la logopeda que nosotros, aplicándolas en el tiempo que pasaba con ella. Cuando todo el que está implicado con la niña trabaja y colabora, para ella es infinitamente más sencillo.
A día de hoy tiene todos los conocimientos y aptitudes de una niña normal: un amplio vocabulario y buena expresión oral, realiza frases completas, utiliza casi todos los tiempos verbales, adjetivos, pronombres, adverbios, enuncia preguntas y respuestas bien estructuradas... Hay fonemas que todavía no pronuncia correctamente pero su expresión oral en general es muy completa. Además de lo típico, ya sabemos, conoce formas, colores, tamaños, animales, objetos, y reconoce las emociones. De hecho me encanta jugar con ella a "poner caras", hemos descubierto que además de ser un juego muy divertido es muy estimulante. Ese y el Veo Veo de colores o de formas, otro juego con el que nos reimos y aprendemos mucho.
Todavía nos queda logopeda para rato, pues hasta que pronuncie correctamente todos los fonemas y tenga un haya desarrollado el habla de manera completa no le darán el alta, pero tampoco necesitará refuerzo adicional en el colegio, sino que bastará con el tiempo de terapia que recibe en el centro de estimulación temprana.
Así que este curso ha sido muy completito en todos los aspectos, estos ocho meses en la guardería ha crecido y evolucionado mucho, se lo ha pasado muy bien, han hecho muchas actividades y, en definitiva, ha disfrutado mucho de la experiencia. Además apenas ha enfermado, por lo que no se ha cumplido eso de que los niños de guardería lo pillan todo.
Ahora nos queda el veranito para descansar y a la vuelta de la esquina está el comienzo de una nueva etapa, la escolar, en el colegio que en su día elegimos para Iván pero que nos quedamos sin plaza, lo que nos servirá de prueba para comprobar si nos gusta más la metodología de ese centro o del colegio de Iván, y valorar si escolarizamos a ambos juntos en uno u otro.
Estoy muy orgullosa de mi pequeñita. De cómo ha trabajado superando sus dificultades. De ver lo simpática, dicharachera y a veces un poco cojonuda que es. De su carácter fuerte, que no se deja pisar por nadie. De sus juegos, sus ocurrencias, sus gracias y sus payasadas. Muero de orgullo y de amor, lo reconozco.
Y me doy cuenta de que, definitivamente, mi niña ha dejado de ser un bebé.