Pues así me sentí hace poco más de dos semanas cuando por trabajo debí viajar a Madrid para cubrir la visita del presidente del Perú a España, informar sobre sus diferentes actividades, entre ellas la recepción a los Reyes de España a la que fui invitada. Una gran experiencia para mi, sin duda, pero mi corazón de madre estaba inquieto.
La idea de pasar por vez primera dos noches sin mi hijo no me dejaba disfrutar al cien por cien de la invitación al Palacio de El Pardo. Aunque iba a dejarlo con sus abuelos, que se ofrecieron encantados, yo no estaba tranquila. No porque pensara que no lo iban a cuidar bien, sino porque era la primera vez en casi dos años que me separaba de mi chiquito. En anteriores ocasiones, como ya lo he contado, he ido con mi hijo a cuestas a algunas entrevistas, hemos viajado juntos los tres, hemos ido a todos lados. En épocas pasadas no me imaginaba siquiera dejarlo, sobre todo porque dependía de mi al cien por cien, comía de mi, se consolaba conmigo, etc. Quizá algunas madres me critiquen por ser una mamá muy protectora, pero al ser mi primer hijo es lo que sentía hacer. Y eso que en el último año cambié el chip y lo he dejado con sus abuelos para ir al cine o pasear una tarde con su papá. Pero siempre fueron unas horas, una media tarde o a lo mucho para ir a una boda, pero nunca lo había dejado “solo”. Él tampoco había pasado la noche fuera de su casa, de su cama.
En fin, al principio me fui a hacer mi trabajo pensando en cómo estaría y sobre todo pensaba en la noche cuando se despertara llorando desconsoladamente, cómo lo tranquilizarían. La primera noche sin Andrés fue la más dura, no dormí más que tres horas. Al día siguiente con todas las actividades a las que debía asistir se me olvidó un poco y disfruté más de todo lo que estaba viviendo. Esa segunda noche me sentí más relajada, más tranquila y confiada, tanto que llegamos de madrugada a casa y decidimos irnos de frente a la cama su padre y yo y aceptar el ofrecimiento de sus abuelos de que pasara una noche más con ellos para que nosotros descansáramos. Esa noche dormí como nunca en estos últimos tres años. Ya no sabía qué era dormir de corrido 8 horas. Mi cuerpo, mi mente y mis ánimos lo agradecieron. ¡Benditos sean los abuelos!. La mañana siguiente, mi pequeño grandullón estaba en casa sonriendo y con un abrazo y beso para darme. ¡Cómo lo eché de menos!, ¡pero cómo agradecí poder dormir bien también!
Ahora su padre y yo estamos pensando en que quizá lo dejemos alguna que otra noche con sus abuelos para salir, relajarnos, y dedicarnos un tiempo a solas. Los hijos son una bendición, pero creo que debemos cuidar a nuestros espos@s o parejas, porque con él o ella pasaremos el resto de nuestras vidas. A los hijos los tenemos por un tiempo para cuidarlos, amarlos, educarlos, protegerlos, instruirlos, hasta que alcen el vuelo y formen su propia familia. Es ley de vida.
Algunas amigas me han contado que han pasado por una situación parecida. Una tuvo que desprenderse de su pequeño de seis meses porque tuvo que ser ingresada al hospital. Sus dos hijos tuvieron que quedarse con sus abuel@s, tías, etc. porque su marido trabaja. Otra amiga cercana ha tenido que volver a trabajar haciendo guardias médicas y he visto cómo le ha costado desprenderse de su pequeña con pocos meses de nacida, dejarla las noches cuando más la necesita, aunque se queda con su papá el lazo que hay entre madres e hij@s los primeros seis meses es muy fuerte y mucho más si los pequeñ@s disfrutan pegad@s al pecho de su mamá para comer.
Es difícil para nosotras como madres afrontar estas situaciones, pero aún así nos armamos de coraje, fuerza y salimos a trabajar, a seguir adelante aunque por dentro tengamos un cúmulo de sensaciones de culpabilidad, remordimientos, pensamientos de ser malas madres, etc. ¿Por qué tenemos que sentirnos así? ¿por qué las cosas no son más fáciles para nosotras? ¿Por qué el Gobierno no hace más leyes, más ayudas para las madres que traemos futuros aportantes a las arcas del Estado? Sinceramente ya es hora de que el tema de la CONCILIACIÓN sea una realidad y no solo promesas y pedacitos de pan que se nos da como si fuésemos mendigos pidiendo en las calles. Es un derecho que todas las madres, creo yo, podamos ejercer de manera efectiva nuestro rol materno y seguir estando activas laboralmente. Por eso me he unido al manifiesto de @clubmalasmadres #CONCILIA13F. Ojalá se consiga algo y nuestras voces retumben hasta los oídos de quiénes hacen las leyes, donde hay muchas mujeres.
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