Esto que te voy a contar hoy sucedió hace ya algún tiempo. Digamos que a inicios/mediados de octubre, porque recuerdo que íbamos paseando por la calle en manga corta junto a la mamá jefa, consecuencia de un verano inesperado que nos regalaba el otoño. Desde que pasó tenía claro que quería dejártelo por escrito. Aunque sólo sea para retener en palabras (por si la memoria algún día me falla) un instante que me pareció mágico. Aunque solo sea para que tú, pequeña saltamontes mía, tengas algún día consciencia de este momento especial que vivimos juntos. Ya sabes que la vida se ha llenado de momentos especiales y únicos contigo, pero los mayores siempre tendemos a darle más importancia a unos que a otros. Ya te darás cuenta de que somos así. Nos gusta jerarquizar. Quizás como una forma de poner orden en nuestras caóticas vidas.
Como te digo, esto que te cuento hoy, ya tiene dos meses de antigüedad, pero si te soy sincero te diré que hasta ahora no había tenido tiempo de sentarme a plasmarlo en palabras. He revivido el instante muchas veces en mi memoria, pero aún no le había dado forma de texto. Tú tampoco has colaborado mucho, que lo sepas. Desde entonces apenas lo has repetido una vez. Pero no te lo tendré en cuenta. De todas formas, cuando seas un poquito más mayor, te darás cuenta de que las primeras veces siempre son especiales e irrepetibles. Seguramente porque muchas veces suceden de forma inesperada. Sorprenden. Y esa primera vez en que me llamaste “paaaaa-paaaaa” no la voy a olvidar nunca.
Vaya por delante que hasta ese día nunca habías dicho “Pa-pá”. “Mamá”, “Cacá”, “Tatá” y un largo etcétera sí. Hasta tú mamá y yo llegamos a pensar que te dirigías a mi como “Ca”. No era lo soñado, pero uno lo aceptaba porque veía que te dirigías a mí con todo el amor del mundo. Y con ese amor de por medio, a uno lo puedes llamar como quieras, porque seguro que le parecerá el nombre más precioso del mundo. Espero que nunca pierdas ese amor, esa dulzura, esa intensidad. Con ellos te comerás el mundo. Te lo aseguro.
En fin, que el papá se lía y se pone poético. Como te decía, íbamos por la calle andando. Y caía la tarde. Tu ibas en brazos de mamá. Por aquel entonces ya caminabas. Torpemente todavía. Pero era una delicia verte. Aunque como te digo, en aquel momento ibas en brazos. Yo caminaba a vuestro lado. Y de repente, decidiste que podías parar el tiempo a nuestro alrededor. La gente y los coches que deambulaban por nuestro lado se quedaron parados como estatuas de sal esperando a que tú rompieses el hechizo para seguir con sus caminos. Y mientras, tú me miraste fijamente a los ojos con ese amor que desprendes y acompañándolo con tu sonrisa de pícara me dijiste por primera vez “paaaaaaa-paaaaaaa”.
Lo hiciste como queriendo dejarme claro que sabías perfectamente lo que decías. Y yo no tuve otra opción que derretirme en vida y comerte a besos. No se me ocurría mejor forma de agradecerte todas las emociones que me habías hecho sentir con solo pronunciar una palabra. “Papá”. Dirán que es una palabra de lo más común, pero te puedo asegurar que aquella tarde, saliendo por tus labios, fue la palabra más bonita que se escuchó sobre la faz de la tierra.
Después de aquello el mundo se volvió a poner en marcha y la gente siguió con sus vidas. Como si nada. Pero te garantizo que ya nada era lo mismo. Tú lo habías cambiado todo a nuestro alrededor con una sola palabra.