Si hablamos de la sal, hasta ahora las papillas del bebé las habremos cocinado sin sal, con lo cual ya está acostumbrado a su sabor y no es necesario añadirlas en sus purés. Sin embargo, otros alimentos como la pasta o el arroz pueden resultar más insípidos si se hierven sin sal.
Bien es cierto que, cuando empiece a probar las comidas que toman los mayores, estarán consumiendo sal y de la misma manera cuando empiecen a comer pan, que contienen una buena dosis de sodio.
A partir del año se puede empezar a cocinar con un poco de sal, pero cabe recordar, que cocinar con poca sal es saludable para todos, y no es necesario ni beneficioso acostumbrar a los niños pequeños a alimentos muy salados.
En cuanto al azúcar y la miel, pueden colaborar a hacer una dieta más variada y apetecible, pero no hay por qué añadirlos en muchas comidas. Por ejemplo, si el bebé ya está tomando yogur y le gusta sin azúcar no tiene sentido endulzárselos a partir del año.
La miel, por sus valores nutritivos, puede introducirse en la alimentación del bebé acompañando queso fresco o en las papillas de frutas.
Usar moderadamente los productos dulces no acarrea ningún problema de salud, pero no es recomendable acostumbrar al bebé a preparados excesivamente dulces.
Otro aspecto importante y a tener en cuenta, es el mundo de las chucherías y la bollería (que además tienen una alta dosis de grasa poco beneficiosa para la salud). Un niño de un año no sabe que alimentos existen y somos los mayores quienes les ofrecemos las oportunidades de conocerlos. La felicidad de un pequeño (como la de cualquier persona) no depende de comer más o menos un alimento, un trozo de pan puede ser una exquisita golosina.
Un niño es feliz si está sano y se siente querido y atendido.