Hoy escribo después de un día largo, me acabo de llevar el tercer morisco de la jornada y le he pasado a mi chico al bebé para que le duerma él (o al menos lo intente). Hay días que simplemente no puedo más. Y el caso es que no hay escapatoria.
En otras facetas de mi vida, y hasta que me quedé embarazada, me sentia totalmente libre y sobre todo dueña de mi vida. Si algo no me gustaba, ponía fin a lo que hiciera falta, viajaba, me alejaba. Ahora me siento atada, sin recursos para afrontar los días más duros. No quiero decir que no quiera volver a ver a mi hijo. Simplemente necesito poder distanciarme unos minutos al día, cuando he llegado a mi límite de paciencia o de cansancio. Poder recurrir a alguien que le atienda un rato, que juegue con él, que le entretenga mientras intento hacer algo de comer.
Obviamente yo he elegido esto: quedarme en casa, cuidarle yo, evitar llevarle a una guarderia donde pase la mayor parte de su infancia rodeado de niños que igualmente querrían estar con su figura de apego y que merecen unos cuidados bastante más exclusivos que los que puede ofrecer una técnico en educación infantil con 12 bebés a su cargo. Pero qué queréis que os diga, que esto sea voluntario no quiere decir que no sea jodido. Y más me afecta cuando pienso que esto le está sucediendo a miles de mujeres en el mundo, sobre todo en la zona occidental, donde hoy en día lo normal es vivir en ciudades y criar en soledad.
Porque al final esto no es un problema mío y de mi bebé, es un problema social y que acaba afectando a las mujeres mayoritariamente. No es normal pasar el día sola con un bebé sin ayuda de familiares porque viven lejos o trabajan tantas horas que no tienen tiempo ni de respirar. No es normal hablar todo el día con un bebé sin ningùn tipo de interacción con adultos más que con la chica de la panadería o la cajera del supermercado. No es normal que los días parezcan eternos dándole todas tus energías a un bebé, deseandoo quetu pareja entre por la puerta después de su jornada de 9 horas más 1 y media de ida y otra y media de vuelta. No es normal que desees que tu bebé se agote y tenga sueño para que se duerma y puedas descansar, ducharte o cagar tranquila.
Y todo esto por no mencionar que no es normal ser madre (cambiar pañaler, higiene básica, dar amor, entretener, sacar a tomar el aire, dormir, jugar, y un largo etécetera) más hacer compra, cocinar, lavar ropa, tender, destender, doblar, organizar la casa y, cuidado, que hay más: ponerte guapa (o simplemente peinarte de vez en cuando), estar en forma, ponerte algo que no sea un chándal con manchas de leche, quedar con amigas para un café, leer un libro, estar al tanto de lo que pasa en el mundo, ser activa en las redes sociales y enterarte de cómo está tu familia. En serio, NO-PUEDO-CON-TODO.
¿Que si mi pareja no me ayuda? Mi pareja me ayuda en todo lo anterior y más. Claro que sí. Desde que llega a casa sobre las 19, entre cenas, baños, hora de dormir y etc, nos dan las 11 de la noche y a esa hora hace lo que puede. Como hacemos todos. Pero vuelvo y repito: no es cosa de dos o tres. Es una cuestión y un problema social. El abandono de las madres, el menosprecio por nuestro trabajo en casa, la falta de apoyo, ayudas, reconocimiento. La mierda de ser madre en esta sociedad de consumo, de lo inmediato, de la cantidad frente a la calidad, del entretemiento y del agilipollamiento común.
Hay días que no puedo con mi vida, y hoy es ese día. Todo lo ha desatado un mordisco, pero al final una aguanta que la muerdan de vez en cuando si se siente plena, apoyada, descansada, entendida, completa. Y quizá mi hijo no sentiría tantas ganas de morderme si viera otros caretos aparte del mío más a menudo. O puede que incluso mordiera a otras personas también. Ni tan mal.