Respetar estos tiempos ayuda a un desarrollo evolutivo saludable y permite que se den las condiciones necesarias para que la niña y el niño alcancen la sublime plenitud que han venido a encarnar.
El primer septenio: de los 0 a los 7 años
La primera etapa, de cero a siete años, aproximadamente, comprende desde el nacimiento hasta la caída de los dientes de leche, la cual nos indica que los procesos formativos y de fortalecimiento orgánico, propios de la primera infancia, han llegado a su fin o han alcanzado la madurez necesaria para que las fuerzas vitales se puedan emplear en tareas intelectuales. Es un período caracterizado por una dependencia total de la protección materna, y en el que el hogar juega un papel principal.
La lactancia supone una entrega sin reserva al medio circundante. El alimento, que penetra por la boca, se extiende por todo el cuerpo deleitando cada parte del mismo. Su peso se duplica en pocos meses, prueba de que todas las virtudes latentes se concentran ahora en una sola: crecer.
El crecimiento debe apoyarse en lo sensorio. Los sentidos cobran una dimensión primordial en el desarrollo del infante. El mundo se vierte sobre el alma a través de lo que penetra por los sentidos. Rudolf Steiner hablaba de una entrega “religiosa” (entendiendo la palabra religión en su significado etimológico: religare, es decir, “volver a conectar”) al medio ambiente. Así pues, el infante posee una apertura total a la Madre Tierra y al inconsciente colectivo (por usar un término jungiano).
El mundo externo es un gran desconocido que se irá aprehendiendo desde los sentidos. ¡Hasta el mismo cuerpo debe ser descubierto! Muchas cosas van sucediendo entonces: erguirse, hablar, ¡pensar! A la edad aproximada de 3 años surge la conciencia del yo y el enjuiciamiento interno del mundo.
Integración en la vida académica
“Sólo cuando el niño ha llegado a fijarse, él mismo, algún objetivo, es cuando ha adquirido la madurez par la escuela; sólo ahora tiene la configuración anímica que hace posible el aprendizaje”, dice el Dr. Bernard Lievegoed, señalando la importancia de la iniciativa que empieza a desarrollarse.
Durante el primer septenio, el interés central de la educación está en el desarrollo de la voluntad a través de la acción y el movimiento; esta voluntad fortalecida podrá derivar, en un futuro, en sólido fundamento del sentido de la ética. El aprendizaje durante este septenio se basa en la imitación. El niño está en una total apertura para absorber el mundo circundante ya que, al no contar aún con la capacidad de juicio necesaria para guardar una distancia objetiva con respecto a éste, se entrega por completo a su entorno fi?sico, a trave?s de sus sentidos y su corporalidad, y lo percibe como absolutamente bueno y correcto. Es una etapa muy importante, en la que el entorno que padres y maestros generen debe darse como un acto responsable y digno de ser imitado.
El juego creativo es esencial en este primer septenio. A pesar de que los adultos nos empeñamos en ver el juego como una liberación de un aprendizaje serio, se trata por sí mismo de aprendizaje serio. El juego es el empleo de los niños. Por esta razo?n, los docentes del jardín de infancia (kínder) se encargan de recrear un ambiente en el cual pueda fluir el juego libre recreando tanto fantasi?as como actividades de la vida en general.
Durante esta primera etapa, en las escuelas Waldorf no se exige un desarrollo intelectual en los nin?os, ya que de esta forma se les estari?a restando salud y vitalidad para su vida posterior. El aprendizaje no es una carrera de fondo, sino que tiene sus propios ritmos y adelantarse a ellos puede tener resultados catastróficos, sobre todo cuando se hace en las fases más tempranas del desarrollo humano.
Características de este septenio:
inocencia paradisíaca
no resistencia psíquica
despertar de la fantasía creadora
apertura total al mundo
constrante transición de fantasía a realidad
bien y mal, placer y enfado, mezclados indiscriminadamente
importancia de los cuentos de hadas
comienza a desarrollarse la voluntad
apretura sensorial
imitación
relación con el mundo: influencia definitiva de lo externo sobre lo interno
Autor: Jorge Benito
Fuentes:
– Mi querida Karla Olmedo
– Etapas evolutivas del niño, de Bernard Lievegoed, Ed. Antroposófica