Este es el problema principal al cual se enfrentan la mayoría de padres y madres y que quieren solucionar: la falta de comunicación con sus hijos.
Los padres y las madres entramos en una dinámica de malas formas y gritos con los niños que traen malestar y cerrazón, tanto en nosotros mismos como en nuestros hijos. Se crea un círculo vicioso de “incomunicación“.
Es más que probable que esta situación la hayas vivido en tus clases, en tus sesiones y en tu hogar.
Hay algunas estrategias y actitudes que ayudan a romper con este círculo vicioso. Una con la que yo trabajo con muy buenos resultados cuando se trata de acompañar a los niños y adolescentes con los que trabajamos o a nuestros propios hijos, es practicar una comunicación sin violencia.
¿Cómo practicar la comunicación no violencia?
Muchas veces profesionales (educadores, psicólogos, monitores) y padres y madres nos sentimos frustrados en las situaciones con los niños o adolescentes en las que lo que decimos no nos lleva a ninguna parte, o aún peor nos lleva al desencuentro. En esos momentos hacemos intervenciones con respuestas a base de monosílabos o un simple gruñido.
Otra de nuestras respuestas de adultos es dedicamos a sermonear, o ordenar lo que se tiene que hacer con lo cual acabamos aburriendo a los niños y haciendo que no se sientan entendidos ni tenidos en cuenta y que desconecten y desconfíen de nosotros.
Lo hacemos con la mejor intención, nos preocupamos por su educación y queremos que lleguen a ser adultos equilibrados. Pero un sermón no es el mejor medio para llegar a nuestros hijos o nuestros alumnos.
Ejemplos de situaciones a las que se enfrentan los padres
Para ilustrar la idea os pongo un ejemplo del libro “La clave de la comunicación” de Ginott:
“Carolina, de 12 años, estaba tensa y llorosa. Su prima preferida se marchaba a su casa después de pasar el verano con ella. Desgraciadamente, la respuesta de su madre a la tristeza de Carolina no fue ni empática ni comprensiva:
Carolina (con lágrimas en los ojos): Susana se va. Volveré a estar sola.
Madre: No estés tan triste. Ya encontrarás otra amiga.
Carolina: ¡Estaré tan sola!
Madre: Ya lo superarás.
Carolina: ¡Ay mamá! (sollozos)
Madre: A tus doce años sigues siendo una niña muy llorona.
Carolina dirigió una mirada asesina a su madre y se encerró en su habitación!.”
La empatía es la principal herramienta
En el artículo anterior os hablé de la importancia de la empatía. Si queremos que los niños y adolescentes se sientan entendidos, hemos de poner consciencia de cómo hablamos y hacer intervenciones sin violencia. Para ello debemos tomar muy en serio sus sentimientos, identificarlos, ponerles nombre y validarlos y reflejárselos.
Carolina estaba realmente triste, sentirse acompañada y entendida por su madre o sentirse sola con sus sentimientos desagradables, es lo que marca la diferencia.
Su madre cree que quitando importancia a esta situación, Carolina dejará de sufrir y no estará triste. Pero lo que Carolina siente es simplemente que su madre no la entiende y que es inútil sincerarse con ella.
Buscando la mejor manera de ayudarles…
Para serle de ayuda a su hija, la madre podría haber pensado:
“Carolina está angustiada y la mejor manera de ayudarla es mostrarle que entiendo que le duele mucho la marcha de su amiga”.
Ahora te preguntarás…
“Y ¿cómo se hace eso?”
Reflejándole sus sentimientos.
Para ello la madre de Carolina podría haber dicho cualquiera de estas frases:
“¡Ya te sientes sola y todavía no se ha ido Susana!”
“La echarás mucho de menos”
“Será difícil estar separada de Susana cuando después de tantos meses de estar juntas”
Ginott nos dice:
“Tales respuestas crean intimidad entre madre e hija. Cuando los niños se sienten comprendidos, su soledad y dolor disminuyen. Cuando se comprende a los niños, su amor por el padre o la madre se profundiza. La empatía de las madres y los padres sirve de primeros auxilios emocionales para los sentimientos heridos”.
La Comunicación no verbal con los niños y adolescentes. Cómo Comunicar para Conectar.
Quiero compartir contigo cómo entiendo yo la comunicación con los niños y adolescentes. Es una comunicación basada en el respeto y esto no nos sale de manera automática.
Para ello necesitamos habilidades.
Si tenemos en cuenta de que cuando los niños y adolescentes son presa de emociones fuertes y desagradables, lo que les hace sentir que les apreciamos y que les entendemos no son ni los consejos, ni los consuelos, ni las críticas (aunque sean constructivas).
Esta manera de hablar y comportarte por tu parte solo hará que generar rabia y sensación de que no entiendes nada y creará un muro entre vosotros.
Lo único que quieren los niños y adolescentes cuando se sienten mal, cuando están angustiados, frustrados, heridos …. es ser comprendidos sin reproches ni sermones, ni interrogatorios ni órdenes.
Que seas capaz de entender lo que les está pasando es la manera de aclararse. Que tú les pongas nombre y valides sus sentimientos es el camino para que ellos sean capaces de expresar todo lo que sienten y encontrar sus propias soluciones.
A veces a los niños y adolescentes les cuesta colaborar, se enfadan o echas la culpa a los demás de sus dificultades. Ya seamos sus madres y padres o los profesionales que trabajamos con ellos, estas conductas nos suelen hacer enfadar.
Estas situaciones desagradables y de estrés suelen disparar nuestra respuesta automática y poco empática ni respetuosa.
Como profesionales debemos hacer ver a los padres y madres que sería muy útil para ellos aprender a escuchar los sentimientos que hay detrás de esos arrebatos de rabia.
Con esto volvemos al principio de todo: la base de toda comunicación es la empatía y la comprensión.
Y necesitamos ejercitarnos en escuchar para entender no tanto para responder. De ahí nacerán respuestas que serán como bálsamos para nuestros hijos y no como cuchillos.