Muchas veces culpabilizamos o juzgamos a los padres del comportamiento del niño, pocas veces nos ponemos en su lugar, es difícil saber reaccionar ante una "rabieta" y más aún cuando te sientes observado (y juzgado). La realidad es que cada padre encontrará su truco para enfrentarse a las rabietas de sus hijos, este será mejor o peor, pero sin duda será el mejor que su padre le puede ofrecer en ese momento, probablemente por que a él/ella lo trataron así siendo niño y no tiene más recursos para enfrentarse a esta situación.
¿Qué podemos hacer ante una rabieta?
Un adulto generalmente es capaz de decir ¡basta ya! cuando sabe que está a punto de explotar y aún así hay situaciones que nos superan y explotamos y tenemos "rabietas" aunque no nos tiremos al suelo del supermercado a llorar. Nuestras rabietas son distintas a las de los niños porque hemos aprendido a controlar nuestros impulsos, tenemos herramientas para manejar la situación y sin embargo, muchas veces nos vemos desbordados. ¡Es la gota que colma el vaso!
¿Cómo queremos pretender que un niño de tres años tenga los recursos necesarios? Día a día los niños se enfrentan a situaciones contradictorias y a decisiones con muchas variables y posibilidades, que en general les sitúan frente a un disfrute "a futuro" difícil de entender para un niño que vive y conoce únicamente el presente: Quiero algo y no puedo tenerlo. Esto pasa muchas veces cuando los padres utilizamos el premio para evitar una temida rabieta: "después de merendar te doy una chuche". Reconozco que es difícil mantenerse firme, pero hay que intentarlo (aunque a veces tenemos en contra nuestro más frentes abiertos de los que nos gustaría). Focalizar la atención en el niño que sufre rabietas a menudo es imprescindible para encontrar el problema real que lleva a este comportamiento.
Decir que las rabietas son parte de una etapa o una fase en el desarrollo de los niños es querer negar que los niños tienen sentimientos y necesidades. Las rabietas "viven" con nosotros en la niñez, en la adolescencia, en la edad adulta y en la vejez, simplemente van cambiando de forma, vamos aprendiendo a verlas venir y superarlas. Para los padres las rabietas deben ser una llamada de atención, deben ponernos alerta para prestar atención al niño. No me refiero a ceder en su demanda sino a ir más allá, preguntarnos ¿qué le pasa? ¿qué ha desencadenado esta reacción? Cuando un niño tiene un comportamiento que podríamos considerar de "ira" no podemos quedarnos simplemente en la acción superficial (el ataque, la rabieta) debemos buscar la causa de su malestar y en la medida de nuestras necesidades ayudar al niño a superar este obstáculo.
Dos ejemplos:
Un ejemplo sencillo, que probablemente todos hemos vivido: rabieta por cansancio. Conocida por todos pero a la vez muy ignorada. Se puede dar a cualquier hora del día pero generalmente a partir de las siete de la tarde, posible escena: padres sentados en una terraza disfrutando por fin de un rato libre y niños que gritan a su alrededor sin control, en el transcurso del juego algo, puede ser un golpe, un juguete que uno quita a otro, lo que sea, desencadena el llanto instantáneo, el grito, el estrés. Es cansancio, sencillamente cansancio. Pero si hace un minuto estaba corriendo y pasándolo bien, sí pero el cansancio está ahí, y los padres debemos ser conscientes de la situación. Podemos irnos a casa respetando los ritmos del niño o seguir tomando algo respetando nuestras propias necesidades, son dos opciones posibles pero en ambas deberíamos intentar ser conscientes de que el niño esta cansado, demasiado cansado, tanto que está irritable. Si optamos por ir a casa deberíamos evitar las frases que lo culpabilicen "hala, ya nos vamos a casa, mira que te pones pesadito, no se puede ir contigo a ningún sitio" para decir algo así creo que es mejor no hablar. Y si nos quedamos (por las razones que sea, puede que sea una ocasión especial) pues sería bueno coger al niño, calmarlo, acunarlo en nuestros brazos (da lo mismo la edad del niño para darle mimos y demostrarle que estamos aquí) e intentar seguir disfrutando de la velada y de la paternidad/maternidad como algo que forma parte de la vida, no como algo paralelo a la vida.
He comprobado que lo mejor para evitar una rabieta es evitarla. Otro ejemplo clásico: rabieta en el supermercado. El consumismo de los niños muchas veces es descontrolado, se enfrentan continuamente a estímulos de compra, anuncios, publicidad, productos llamativos... por no hablar de las constantes contradicciones en las que caemos los padres por utilizar "productos de consumo" como premios o castigo. Ahora te doy esto, ahora no. Eso da para otros muchos post. Volvemos a la escena. Familia con niño en el super, el niño quiere algo y los padres dicen que no. Aquí cada padre tiene sus recursos. Empujar al niño hasta otro pasillo confiando en que olvide aquel objeto del deseo, esta opción tiene el inconveniente de que probablemente en el otro pasillo haya algo que nuevamente llame su atención. Otra opción es ceder, puede que no sea para tanto. Otra opción es ignorarlo y dejar al niño solo protestando o hacer eso de "este no es mi hijo" bueno, no se si funciona pero por lo que cuentan se utiliza bastante. A mi me funciona decir "no llevo dinero" y por lo general se acaba la discusión (esto lleva un aprendizaje anterior para hacer entender al niño el valor de las cosas) y una opción muy buena, en la que hay aprendizaje y cooperación y que evita la rabieta anticipándose a ella, que ya digo que es la mejor opción, es tan sencillo como llevar una lista de la compra. Si está en la lista, se compra, y en casa, en frío negociamos si compramos algún capricho, que vamos a comer, a desayunar, que hace falta para la casa... Esta opción además de anticiparse a una posible rabieta nos hace ahorrar y es bastante eficaz, y ya si los niños dibujan o escriben la lista de la compra mejor que mejor.
Aquí os dejo unos links con más reflexiones sobre las rabietas:
Y este sobre el consumo: