Estos últimos días está circulando por la web un artículo titulado: “Quiero a mis hijos por igual… mentira” del diario español el mundo (clic acá paraleer artículo original). En el cual se señala que, si bien es cierto que todos los padres anhelamos lo mejor para nuestros hijos en cada momento: que estén sanos, que sean felices y prósperos; y este amor es un sentimiento positivo e intenso que incluye a todos los hijos por igual, sin importar el número de hijos que tengamos, es mentira, que queramos a todos nuestros hijos por igualpuesto que cada hijo es diferente y cada uno de ellos requiere una atención y cuidado diferentes. Y en ese sentido, generaremos vínculos, afinidades y preferencias con algún hijo en particular.
Y es cierto que todos nuestros hijos tienen caracteres diferentes y necesidades diferentes; cada uno de ellos vive situaciones distintas en contextos distintos (por mucho que nos esforcemos en darles a todos lo mismo) y en ese sentido, van a necesitar una atención y cuidado diferentes, así como van a exigir de nosotros - sus padres - distintas formas de conexión, apoyo y demostraciones de afecto. Sin embargo, no estoy de acuerdo con afirmar – como sí lo hace el artículo - que los padres (o madres, en este caso pues hablo de mi experiencia como madre) tenemos predilecciones y/o favortismos por algún hijo.
Pienso, que una cosa es querer, amar y otra muy distinta es enseñar, educar y guiar. Y en ese sentido, uno puede amar a todos sus hijos con igual intensidad (sin importar el número de hijos, como bien lo señala el artículo) y, sin embargo, conectarse con cada uno de manera distinta pues, cada hijo es un mundo en sí mismo y sus necesidades de guía, educación y cariño van a variar no sólo en relación con sus hermanos, sino también en relación consigo mismo día a día. Algunos hijos necesitarán más apoyo al hacer las tareas del colegio, otro quizá necesite una presencia de los padres más cercana, así como otro necesitará más apoyo a la hora de dormir, y probablemente algún hijo va a reclamar más atención en general. Y el dedicarle más atención al hijo que la reclama más – en mi opinión – no significa para nada que le tengamos una cierta predilección, sino que simplemente (como buenas madres que somos) reconocemos su necesidad extra de nuestra presencia y apoyo.
Por supuesto, se generan conexiones únicas con cada hijo y esto no supone una discriminación o favoritismo de entrada. Significa que cada relación madre-hijo/a es un universo en sí mismo y como tal debe ser considerada, sin que ello conlleve la afirmación de alguna predilección en el momento de la entrega de cariño. En general, para mí el cariño hacia los hijos se resume en lo que decía mi abuela: los hijos son como los dedos de las manos: todos diferentes, pero todos igual de importantes y necesarios.