Una reforma educativa verdaderamente necesaria

Querido profesor,

No sé cómo será tu día a día actualmente, pero puedo hacerme una idea de cómo te habías imaginado que fuera. Probablemente, cuando empezaste a dar clase, aspirabas a ser un profesor inspirador y diferente, que además de enseñar bien su materia, diera ejemplo en valores; recordarías aquellos profesores que para ti marcaron una diferencia, con la esperanza de poder hacer lo mismo; un profesor que llegase a sus alumnos y que pudiera guiarles en las sendas del aprendizaje académico, consiguiendo motivarles para superase cada día. ¡Oh, capitán, mi capitán! Pero la realidad del Sistema Educativo se habrá ocupado ya de relegar todas esas aspiraciones al utópico mundo de los sueños, y ahogarte mientras tanto en interminables burocracias, con la excusa de las reformas.

¿Sirve alguna de las reformas educativas que se llevan a cabo para mejorar en algo los institutos? A la vista de los resultados, solo cabe pensar que estas reformas son útiles únicamente si el objetivo del Sistema Educativo es distinto del que nos cuentan. Sin embargo, para mejorarlo sustancialmente y de manera sostenida, solo hay una reforma que hacer: debemos eliminar la jerarquía en el Sistema Educativo, y cambiar el trato que se da a los alumnos.

autoritarismo del profesor


¿Eliminar la jerarquía?

Esto suele ser acogido como un auténtico disparate, porque es obvio en nuestra cultura que siempre se necesita “alguien” por encima de nosotros que nos dirija para no ir directos al caos. Pero, al enseñar a los niños y adolescentes este paradigma ya desde casa, lo que les estamos transmitiendo es que ellos solos no son capaces de organizarse. Sus criterios no valen. No saben lo suficiente. No pueden.

Es muy bueno si se persigue paralizar a los niños ante cosas nuevas, si se quiere coartar su libre toma de decisiones, y si se quiere mermar su autoestima. Pero, ¿quién busca eso?

Por otra parte, obsérvese que la jerarquía en  que se basa el funcionamiento de los institutos, está al revés, situando en última instancia al colectivo que, de hecho, es el alma del sistema: el alumnado. Hay que darse cuenta de que, si los alumnos deciden dejar de venir, el sistema desaparece; cualquier otra “pieza”, puede ser sustituida. De modo que, hay que devolverles la importancia que tienen, en vez de hacerles sentir lo contrario cada día, cada curso.

Por último, ¿es, acaso, posible, enseñar igualdad a nadie, creyéndome por encima de él?, ¿cuál es la igualdad que se puede enseñar desde una jerarquía, sino igualdad entre clases? Los profesores, iguales entre sí; los alumnos, iguales entre sí…etc. Eso es enseñar humo y es una contradicción Orwelliana de base.

Cambiar el trato que se da a los alumnos

Ligado a lo anterior, se ve la urgencia de CAMBIAR radicalmente la manera en que tratamos a los alumnos. Tú no mandas en absoluto, profesor. Tu trabajo, no es mandar. Tus alumnos no están en clase para obedecer órdenes. No son soldados, ni presos, ni productos. Están ahí para aprender directamente determinados contenidos teóricos, e indirectamente, valores y otras competencias. Y van a aprender todo eso de ti. Te advierto, por cierto, que se aprende mucho antes lo que se enseña indirectamente; lo subliminal. Y verás lo rápidos que son en eso, si pones atención. En realidad, lo que más huella va a dejarles de ti, es el cómo, no el qué; es quién eres, no qué (materia) das.

Hay, pues, una necesidad de cambiar el discurso con que nos dirigimos a ellos. Y no sólo a ellos, sino a nuestros compañeros de trabajo, a la gente de nuestro alrededor, y a nosotros mismos.

Los maravillosos libros de Faber&Mazlish pueden convertirse en un vademécum de fácil uso. Hace falta práctica, porque estamos muy desentrenados en el arte de “hablarnos”, pero no es tan difícil cuando se coge la costumbre. Recuerda que las palabras son nuestras herramientas para relacionarnos con los demás, y di solo las que construyan las relaciones que tú quieres tener. “Eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras” es una muy buena máxima, siempre que no te deje mudo y sepas que, cuando te equivocas, también existen palabras para rectificar.

Cuando tratamos y hablamos a los alumnos (y a todo el mundo, en realidad) como quisiéramos ser tratados o hablados, cuando en vez de preocuparnos por que nos respeten a toda costa, nos preocupamos por respetarlos; entonces ocurre la magia.

Como se ve, esta reforma conlleva un presupuesto cero. Es económica, está al alcance de todos y, además, es efectiva. Aunque es cierto que es difícil de compatibilizar con las reformas oficiales, porque requiere de tiempo.

¿Quién podría estar interesado en implementar montones de reformas, con altísimos costes económicos asociados, etc; y a sabiendas de que no van a servir para mejorar el sistema y sí para privar de tiempo al profesorado?, ¿quién puede estar interesado en que los alumnos sean tratados como soldados o presos o productos, en vez de como personas?

Tratar con un tornillo no requiere demasiada delicadeza ni tacto ni tiempo, y probablemente, lo habrás olvidado cuando termines tu jornada. Tratar con personas puede ser igual, solo si se despersonaliza el tratamiento; si lo que quieres es tratarlas como personas, entonces no podrás.

¿Cómo llevar a cabo esta necesaria reforma?

Para implementar esta reforma, no obstante, hay que hacer determinados cambios en uno mismo. Si pensamos que nuestro cerebro es nuestro ordenador, y aprovechando qué de moda se han puesto las nuevas tecnologías e internet en Educación, hablemos en términos informáticos:

Desinstala de tu cerebro el programa “miedo”, que hallarás instalado en la memoria ROM (es decir, casi como parte integrada de tu funcionamiento habitual). Este programa (o aplicación) se instala en nosotros desde pequeños, se ejecuta en segundo plano (escondido) toda nuestra vida, y se actualiza cada día. El problema es que, aunque no lo detectes, es como un virus porque te paraliza ante lo nuevo y lo desconocido y no te deja salir de tu zona de confort. Te hace prisionero y te convierte en esclavo de los juicios de los demás.

Instálate la aplicación “igualdad”. Es un poco complicado hacerlo, sabrás que la tienes cuando veas a todas las personas iguales, independientemente de su edad, sexo, color… cuando no veas a nadie por debajo de ti y, por supuesto, tampoco por encima. Lo cierto es que, generalmente, hace falta bastante trabajo personal para instalarse esta aplicación correctamente, y hay días que no funciona bien. Pero lo más adecuado suele ser buscar dentro de uno mismo ese diamante que todos llevamos, darnos cuenta de su existencia y pulirlo hasta que sea capaz de iluminarlo todo alrededor. Entonces uno siente el deseo de que cada diamante, dentro de cada persona, llegue a brillar como el suyo propio, y ahí comienza la igualdad verdadera. Que se entrelaza con la empatía, la tolerancia y el amor. A partir de aquí, uno no puede evitar dejar de creer en jerarquía alguna, y desear tratar a las demás personas como quisiera ser tratado. Es decir, la gran reforma, se da casi sola.
Ventajas de este nuevo paradigma

Para finalizar, puesto que conozco al miedo y  sé de su capacidad disuasoria, voy a enumerar las maravillas que he vivido yo en mis dos últimos cursos. Desde que inicié “mi reforma”, porque puede que sirva de empujón a alguien:

A principio de curso, verás caras y expresiones que probablemente no habías visto nunca. Tus alumnos no sabrán bien “de qué vas”, y su desconcierto será una novedad humorística. Diles que recuerden esas primeras impresiones para cuando llegue junio y os riáis todos juntos.

En el transcurso del curso, te irás dando cuenta de que los alumnos cada vez te demandan más tiempo fuera de clase. Si no les juzgas, buscarán desahogarse contigo. Y te sorprenderás buscando huecos libres por donde puedas, porque querrás hacerlo.

Cogerás cariño a cada uno, sabiendo cuáles son sus fuertes y cuáles sus “no-fuertes”, y tratarás de atenderles con dedicación. Comprobarás que cuanto les des, te es devuelto.

Dar la materia nunca es fácil, pero podrás hacerlo de una manera más cercana, estarán más dispuestos a escucharte, querrás sorprenderles con las cosas más interesantes que descubras relacionadas con tu asignatura, y verás que ellos también empiezan a curiosear. Incluso te mandarán emails de los últimos hallazgos que han hecho, o te los contarán cuando llegues a clase.

En cuanto vean que tú también quieres aprender de ellos, te dejarán sin habla con las teorías más alucinantes sobre temas insospechados hasta tal punto que querrás pasar horas enteras reflexionando con ellos (aunque, no podrás…).

Puede que termines con todos los recreos “hipotecados”, para seguir charlas que has empezado en tus horas de clase, para mediar en algún conflicto, para hacer de paño de lágrimas, para escuchar cotilleos, para ver alguna película que quieren enseñarte, pero no “pega” con el temario…

También puede que termines en un grupo de whatssapp pero te aseguro que saben no ser molestos y sí muy ocurrentes. Agiliza algunos temas de logística (como por ejemplo, elegir bocadillos si alguna vez te los llevas a comer por ahí) y tendrás unas cuantas risas aseguradas.

Llegará junio y sentirás verdadera pena si el curso que viene es una incertidumbre para ti. Probablemente albergues un sentimiento de “Mary Poppins” cada vez que tengas que abandonar un determinado centro. Las despedidas emotivas están aseguradas, y también el llevarte un recuerdo maravilloso de todos y cada uno de tus alumnos.

En caso de que, además, seas tutor, probablemente también termines por coger cariño a los padres, pero organizar con ellos un día de bocatas suele ser bastante más difícil.

También has de estar preparado para recibir valoraciones y agradecimientos que te tocarán el corazón y que guardarás para siempre.

Creo sinceramente que el Sistema Educativo y el mundo pueden cambiar. Creo sinceramente en la siguiente generación, que es nuestro futuro, nada menos.

Como dijo Ghandi, “sé el cambio que quieres ver en el mundo”.

¡Suerte con tu reforma, querido profesor!

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