Tenemos en nuestras espaldas muchos clichés y muchas prácticas que no son nada eficientes e incluso son contraproducentes para tener una relación cordial con los niños: el castigo está dentro de nuestras acciones cotidianas. El castigo, sea físico o no, genera un gran disgusto y frustración en los pequeños y en los adolescentes, y lo que tenemos que buscar como educadores y profesionales es establecer una disciplina que refuerce la autoconfianza y el respeto por uno mismo y los demás.
Entonces, ¿cómo podemos establecer una disciplina sin castigo?, vamos a analizarlo a continuación.
Las tres zonas de la disciplina
Como adultos debemos tener en cuenta a la hora de establecer una disciplina, que debemos enfocar a los niños y adolescentes en su conducta y sentimientos. Tenemos ayudarles a identificar sus sentimientos, pero controlar aquellas acciones que son indeseables, por lo que las restricciones se aplican sin violencia ni enfados excesivos. La disciplina, así aplicada, produce la aceptación voluntaria y admiten la necesidad de inhibir y cambiar alguna conducta.
Ahora bien, para poder aplicar de forma correcta la disciplina debemos establecer tres zonas o áreas de conductas en los niños, que pasamos a analizar a continuación.
1. Conducta deseada
Son todas aquellas acciones que aprobamos y que debemos afirmar, aquellas a las que siempre diremos sí.
2. Conducta tolerada
Son aquellas acciones que, aunque no sean correctas, se den en un momento de aprendizaje o en un momento de excepcional (enfermedad, cambios de viviendas, de colegio, accidentes, etc.). Son momentos en los que tendremos que tener una paciencia y una tolerancia especial. No debemos fingir que nos gustan esos comportamientos y debemos reflejar nuestro descontento, pero que entendemos que se admiten por ser un momento excepcional.
3. Conductas prohibidas
Son aquellas que nunca deben tolerarse y que tienen que detenerse de inmediato. Se trata de aquellas que ponen en peligro su propio bienestar y salud o aquellas que van en contra de la ley.
Técnicas para establecer límites
Teniendo en cuenta estas tres zonas de la disciplina, debemos tener como profesionales o padres, los límites que tenemos que establecer. Según Ginott “un límite debe declararse de forma calculada intencionadamente para minimizar el resentimiento y para salvar el amor propio. El proceso mismo de poner límites debe comunicar autoridad, no insultar; debe tratar un hecho concreto, no un historial sobre el desarrollo”.
Hay varias maneras para expresar los límites específicos.
El adulto reconoce el deseo del niño y lo expresa en palabras simples. “Quisieras poder ir al cine esta noche”
Los adultos declaran los límites de esa situación específica. “Pero la norma en nuestra casa es “No hay cine durante la semana””.
Los padres señalan formas en que el deseo puede ser satisfecho. “Puedes ir al cine el viernes o el sábado por la noche”
Los adultos ayudan al niño a expresar su resentimiento y entonces se compadecen.
Una buena manera de expresar estos límites es declararlos de manera impersonal o señalar la función concreta de un objeto.
¿Qué hacer cuando se infringe un límite o una norma?
Puede pasar que, aunque establezcamos bien los límites y las normas y los niños la tengan bien asimilada, esa regla se infrinja. ¿Cómo debemos actuar entonces? Tenemos que tener en cuenta que cuando un niño excede un límite, esto le genera mucha ansiedad, ya que espera un enfado por parte del adulto. Como tal debemos intentar calmarlo con nuestro propio ejemplo, y no entrar en discursos largos y reproches, el niño necesita un aliado que le ayude a controlar sus impulsos.