Querida Maramoto:
Hace algunos meses, mientras leía (uno de esos placeres para los que cada vez tengo menos tiempo), me topé con una frase que inmediatamente quise guardar marcando la página del libro. Esa frase hablaba de los caminos del deseo. Cuando leas esto quizás aún no hayas oído hablar de ellos, pero te puedo asegurar que desde muy pequeña, antes incluso de empezar a andar, cada día eras capaz de abrir un nuevo camino del deseo con tu energía, tu vitalidad y esa perseverancia que, pese al agotamiento que nos provoca a papá y mamá, es una de tus señas de identidad que más nos enorgullecen. Ese carácter indomable e irreductible que ojalá no pierdas nunca. Esas ganas de llegar cada día más lejos, más alto. De descubrir cosas nuevas. De nadar a contracorriente.
Decía Carlos del Amor en “El año sin verano” (libro que por cierto te dedicó y te firmó a ti, que naciste en el año sin verano, durante la Feria del Libro de 2015), que “los caminos del deseo son un acto de rebeldía, una especie de desobediencia a lo que nos imponen, la prueba inequívoca de que muchas veces no hay que ir de A a B por el lugar que nos dicen”. Añadía el autor, en lo que a mi me pareció un ejemplo precioso, que los caminos del deseo “suelen ser muy habituales en los parques, donde la gente atraviesa el césped en vez de seguir la ruta marcada por quien ha diseñado el jardín”, generando de esa forma nuevos caminos. Es más, según contaba en el libro, que me encantaría que te leyeses, en Japón es habitual que algunos parques se hagan sin caminos para que de esa forma sea la gente la que elija sus propios recorridos, creando así infinidad de cruces, de caminos que son puntos de encuentros entre vidas aparentemente ajenas.
Reciéntemente, viéndote corretear por el Parque de El Retiro, viéndote abrir infinidad de nuevos caminos por el césped, no pude evitar pensar de nuevo en esa página marcada del libro. Pensé que tu vida, todavía corta, estaba repleta ya, sin embargo, de caminos del deseo, de actos de rebeldía y desobediencia, de retos a lo supuestamente establecido. Tu vida es puro deseo. Deseo de aprender, deseo de conocer, deseo de investigar, deseo de ser libre. Un deseo que está bañado por esa intensidad con la que haces e iluminas todo a tu paso. Deseo e intensidad. No me extraña que desde que leí esa frase (porque antes papá tampoco conocía qué era eso de los caminos del deseo) vea en cada rincón que pisamos un sinfín de caminos abiertos por ti, de nuevas rutas cuyo rastro queda grabado en el cemento de las calles y en el césped y en la arena de los parques. Todos van de A a B, como los nuestros, pero tú has sabido buscarles otros itinerarios igual de válidos y posibles, demostrándonos cada día que, pese a que a simple vista pueda parecer que sí, no todo está escrito ni es inamovible. Que hay vida en los márgenes. Que otro camino, en todas las facetas de la vida, es posible. Siempre.
La mamá y yo hemos aprendido mucho de ti en estos casi veinte meses compartidos contigo. Nos has hecho conocernos mucho mejor e indagar en nuestros límites y en nuestros rincones más oscuros, esos que todos tenemos pero que sólo aparecen cuando la vida nos pone realmente a prueba. Te diré que no me han gustado esos lugares inhóspitos que he descubierto dentro de mí, pero te diré también que me han parecido muy relevadores, portadores de lecciones vitales necesarias para seguir creciendo y aprendiendo. Tú nos has hecho entender también qué era lo verdaderamente importante y, sobre todo, nos has animado a buscar otros caminos. Pese al cansancio y pese al agotamiento que también han llegado de tu mano, ahora nuestras cabezas se han sincronizado con la tuya y piensan también cómo llegar cada día más lejos, más alto, sin necesidad de seguir el camino establecido. Gracias por insuflarnos energía para rebelarnos, para desobedecer, para caminar a contracorriente. Las cosas saldrán mejor o peor, pero al menos tendremos la certeza de haber triunfado o errado siguiendo nuestros propios caminos del deseo.
Espero que cuando leas estas líneas sigas siendo la niña rebelde y libre que nos encandiló con apenas unos meses de vida y espero que nadie quite brillo a la intensidad con la que deseas las cosas que quieres. Nosotros estaremos a tu lado para apoyarte en tus decisiones. En todas tus decisiones. Escojas el trayecto que escojas para ir de A a B. Contigo hemos aprendido que hay muchas formas de unir ambos puntos, así que siempre nos tendrás cerca para acompañarte en todos esos caminos del deseo que eres capaz de abrir cada día. Con tantas rutas abiertas, seguro que tarde o temprano alcanzas tu destino.
PD: Papá llevaba dos semanas sin dar señales de vida por este rincón de internet. A veces, acompañarte en la construcción de tantos caminos, puede resultar física y mentalmente agotador. Hasta el punto de obligarte a sacar la bandera blanca. Hasta el extremo de llegar a tocar fondo y decir basta. Hazme un favor, nunca permitas que me rinda.