Con nuestros hijos, lamentablemente, también pasa: Cuando son bebés comparamos el peso, la altura, lo que duermen, si se dan la vuelta o no, si aguantan la cabeza… Cuando se hacen más mayores seguimos con otros aspectos: Cuándo ha dicho su primera palabra, cuántos dientes tiene, cuánto pesa (esto acostumbra a aparecer bastante a menudo), cuánto duerme… y así todo lo que se os ocurra.
Ya cuando llegamos a la época escolar hay gente que lo lleva a niveles superiores, y es en esta época cuando pueden empezar a aparecer determinados problemas hacia los ‘comparados’ porque (in)voluntariamente se les puede llegar a presionar cuando en realidad no hay nada de lo que preocuparse. Si algún compañero o compañera de clase ya sabe <poner aquí lo que queráis que pueda encajar (escribir, hacer los números, sumar, el pino puente…)> y el nuestro no, más de uno se echará las manos a la cabeza e, inmediatamente, se pondrá a ‘motivar’ su hijo o hija para que se ponga -como mínimo- ‘al nivel’ de ese ‘que ya lo hace’.
Mal, muy mal si hacemos esto, de verdad, sobretodo si lo hacemos con los más pequeños. Al final lo que importa es que lleguen donde tienen que llegar en el tiempo que los expertos estimen que ha de ser así. Dejemos que cada niño o niña siga su ritmo.
Recuerdo que estábamos preocupados con la HermanaMayor porque no le salían los dientes y muchos bebés de su alrededor ya los tenían. Cuando se lo comentamos al pediatra la cosa fue así:
- Es que nuestra hija tiene X meses y aún no tiene dientes
- Has visto algún niño sin dientes? Nos dijo el pediatra.
- No, contestamos nosotros.
- Pues entonces de qué os preocupáis?
Esto marcó un poco un antes y un después en la manera de ver -algunas- las cosas (y que hemos ido madurando con el tiempo), pero a veces es difícil no entrar en determinadas comparaciones; como siempre, la sociedad tiene tanta fuerza que nos absorbe y, cuando nos queremos dar cuenta, ya estamos metidos en el ajo.
Conclusión: Dejemos que nuestros hijos crezcan y aprendan a su ritmo. Dejemos de compararlos y hagamos lo posible para que sean felices siendo quienes son. Evitemos frustraciones y malos rollos. Si los expertos de las áreas que les afectan determinan que tienen un desarrollo normal, no hemos de darle más vueltas.