En la clase de mi hija en Chile la profesora se dedicaba a poner puntos rojos a los niños que no lo hacían bien. Cuando llegaban a un número determinado de puntos tenían que quedarse en la clase por la tarde después del cole a cumplir el castigo (que normalmente era estar sentados en silencio).
No os podéis imaginar el drama que era para los niños que les pusieran los puntos rojos. En el caso de mi hija llegó a ser causa de pesadillas por la noche. Súper educativo como véis.
Premios y castigos
Yo que me sabia de memoria los vídeos de la supernanny tenía mi tablón de premios con stikers de caritas felices que ponía a mis hijos cada vez que habían hecho “lo correcto”. E incluso les he mandado a su cuarto “a pensar” cuando me han sacado de mis casillas después de haberles pegado el grito correspondiente (eso era antes de hacer el reto del rinoceronte naranja, je je). El método de premios y castigos lo tenía más que dominado, pero me di cuenta que en mi casa no servía.
Premiar a los niños
Amigas mías les hacen regalazos a sus hijos al acabar el curso escolar por las buenas notas. Y con regalazos me refiero a bicis, patines, patinetes, … ; y no es que el niño no se lo merezca. Estoy segura que se ha esforzado todo el año, ha sacado sobresalientes y los padres están súper contentos. No lo critico, fenomenal por ellos. Pero en mi casa el método de premios y castigos no sirve.
No sirve primero porque no estoy dispuesta a gastarme un dineral (ya lo hago en Navidad y en sus cumpleaños) por algo que los niños tienen que hacer. Y segundo porque si empiezo a dar premios cada vez que hacen algo bien (como sus tareas, recoger, comerse la comida) o si hacen un favor a los demás, enseguida me piden el premio por cualquier cosa como si se los debiera.
Esto ya me ha pasado alguna vez, y me encuentro dando premios (aunque sea un dulce o un trozo de chocolate) a mis hijos cuando hacen algo bueno … igualito que cuando los entrenadores premian a las focas con el pescadito cada vez que saltan por el aro.
El castigo en los niños
Por otro lado están los castigos. Time out, silla de pensar, castigado sin recreo. Llámalo como quieras, pero al final es siempre lo mismo: dejar al niño apartado para que medite sobre su comportamiento. En teoría suena fenomenal pero en la práctica no tiene mucho sentido (sobre todo en niños pequeños).
¿Acaso cuando estás muy enfadado por algo y pierdes los papeles, justo en ese momento te retiras a un ricón a meditar 5 minutos y ¡zasca! se te ilumina el cielo y ves claramente tu metida de pata? A mi eso no me pasa ¿por qué le debe de pasar a un niño de 5 años? Es más ¿acaso es una buena opción dejar sin recreo a una niña porque habla en clase? ¿qué tendrá que ver una cosa con la otra?
(Aquí os dejo el enlace de un post muy interesante sobre la silla de pensar, por Mireia Long)
Lo cierto es que en nuestra casa colapsó en una época por tanto castigo. Los niños no se comportaban “bien” o mejor dicho como nosotros queríamos, y pasábamos de un castigo a otros en bucle. << Esta noche sin peli, si no os dormís mañana no hay cuento, como sigas molestando te quedas sin helado, si no te lo comes no hay parque >>
Madre del amor hermoso ¡qué ansiedad! Esto no es vida ni para los niños ni para los padres. Algo estábamos haciendo mal y no todo era cumpla de los niños.
Por casualidad vi esta entrevista a Azucena Caballero (co-directora y fundadora de La Pedagogía Blanca) y en ese mismo momento Pablo y yo decidimos hacer un curso que ella impartía on-line sobre como educar sin castigar.
Educar sin castigar
¡Ay amigas! Esto es más difícil si cabe que el reto del Rinoceronte Naranja, así que no es algo que se aprende de un día para otro. Yo empecé a leer experiencias de familias (os dejo una aquí) y artículos sobre por qué educar sin castigar y comencé a darme cuenta de que esta forma de educar tenía mucho más sentido.
Muchos de nosotros que tenemos niños pequeños ejercemos nuestra autoridad de padres castigándolos sin hacer algo o mandándolos a su habitación. Pero ¿qué pasará cuando crezcan? Si ellos sólo te obedecián porque tu les imponías un castigo y se acabó, el día de mañana te plantarán cara porque nunca solucionaste el problema. Solo utilizaste “el poder” de ser un adulto más grande que ellos y con autoridad para hacer lo que tú querías (que se quedara sin postre, sin peli, sin parque, …) Recuerda que no siempre tendrás esa autoridad sobre ellos, y cuando sean adolescentes será muy difícil enseñarle a pensar a resolver los conflictos si sólo se han dedicado a obedecer sin más.
Si a tu hijo le da miedo que le castigues te mentirá
Me parece tan importante la sinceridad en la familia, que no me quiero imaginar que mis hijos me mientan. Y menos aún porque les da miedo la consecuencia de decirme la verdad. Me parece muy triste.
Seguro que conocéis a algún niño que le ha ocultado las notas del colegio a sus padres por miedo a que le castiguen, yo misma lo hice de pequeña. O que rompiera algo importante y luego lo escondiera por miedo a las represalias.
El no castigar no quiere decir que vivan en una casa ¡ale, al libre albedrío! Evidentemente si rompen algo deberán ayudar a arreglarlo o ayudar (a lo mejor con su paga) a comprar otro, y si suspendieron las asignaturas deberán estudiar extra (a lo mejor saliendo menos horas al parque) para aprobar. Tendrán que hacer frente a la “consecuencias naturales” que tienen sus actos.
Los niños se equivocan muchas veces, recuerda que están aprendiendo. Aprenderán qué hacen los adultos cuando no hacen las cosas que esperan de ellos, y las consecuencias que tienen sus actos.
Yo me he cansado de tratar a mis peques como elefantes en el circo esperando su cacahuete si levantan las pata o el latigazo si no lo hacen. Sí alabo cuando hacen las cosas bien, y si es algo extraordinario lo celebramos sacando tiempo para hacer algo todos juntos (como jugar a un juego de mesa, o ir a una cafetería a merendar).
Por otro lado intento por todos los medios no castigar a los niños con cosas fuera de lugar ni “time out”. Intento hablar con ellos y estar presente para guiarles mientras aprenden. Es agotador pero a mí me vale la pena.
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