Las causas pueden ser muy variadas. Puede que desde pequeño no se haya acostumbrado a dormir la noche completa, o también es posible que sí durmiera bien, pero que después de una enfermedad le hayamos acostumbrado a dormir con nosotros en nuestra cama, o que haya comenzado con los terrores nocturnos o pesadillas. No hay un patrón fijo; cada niño duerme mal por un motivo diferente.
Consecuencias del insomnio
Los niños deben descansar un número determinado de horas, según la edad en la que se encuentren. Es necesario saberlo y respetarlo, ya que sino, comenzarán a aparecer los clásicos síntomas por falta de sueño.Los recién nacidos necesitan un total aproximado de 15 horas de sueño, los niños de un año unas 13, de dos años, 11 horas aproximadamente, y hasta los cinco, de 11 a 10 horas. Un niño que no descansa y no duerme las horas necesarias se muestra muy irritable, con mal humor, cansado y necesita más atención por parte de sus padres, ya que está más mimoso.
Por otro lado, los padres que no pueden descansar a consecuencia del insomnio de sus hijos se sienten culpables por no conseguir que el niño duerma. También se muestran irritables y, por supuesto, muy cansados (lo que repercute también en el trabajo). Como podemos imaginar, al combinar el cansancio e irritabilidad de los niños con nuestro propio sueño, culpa e inseguridad, obtenemos días con tensiones innecesarias y un ambiente familiar nada sano.
Cuanto mayores sean los niños con problemas de sueño, mayores son también sus consecuencias. En la etapa de primaria (a partir de los 6 años) los niños ya realizan en el colegio trabajos de mesa y esfuerzos intelectuales superiores. Si nuestro hijo no descansa, no rendirá al día siguiente lo suficiente en el colegio, y ya pueden parecer problemas de fracaso escolar y de falta de interés (no podrá concentrarse lo suficiente y se distraerá o evadirá en las clases). Pero hay que estar tranquilos, porque todo tiene solución.
Conseguir una buena rutina del sueño
Conseguir en casa una buena rutina para ir a la cama puede garantizar un sueño placentero, ya que aporta seguridad y, en el caso del sueño, conseguiremos poco a poco bajar el ritmo de actividad y relajar a nuestros hijos.
* Primer paso: antes de la hora del baño y para que el niño sepa con un poco de antelación que el juego se ha acabado, recogemos los juguetes. Si no tiene costumbre, le ayudaremos hasta que consigamos que pueda hacerlo solo.
* Segundo paso: la hora del baño. Es un momento muy relajante y afectivo para los niños. Por un lado, consiguen toda la atención de los padres, caricias y mimos y por el otro, el baño con agua caliente les relaja mucho. Si lo finalizamos con un pequeño masaje con crema, mejor.
* Tercer paso: la cena. Si es en familia mejor, sino les acompañaremos y aprovecharemos para hablar con nuestros hijos y procurar que sea un momento tranquilo y feliz.
* Cuarto paso: un rato de juegos tranquilos y relajados con papá y mamá. Si podemos sentarnos con ellos y cogerlos, jugar tocándolos y abrazándolos, se sentirán más protegidos, a gusto y evitaremos que vayan activándose poco a poco.
* Quinto paso: el cuento. Con el niño acostado, contamos el cuento que elija, con luz tenue y hablando bajito. Si nos pide más, no debemos ceder. Les explicamos que es sólo un cuento antes de dormir.
* Último paso: le damos un beso de buenas noches y salimos de la habitación. No debemos quedarnos hasta que se duerma o no aprenderá a hacerlo solo. Si durante la noche se despierta, debemos acudir nosotros, nunca él a nuestra habitación, ni mucho menos a nuestra cama. Si no se queda tranquilo, le explicamos que no pasa nada y que es hora de dormir.
Siguiendo una rutina damos seguridad al niño, y podemos evitar peleas a la hora de irse a la cama que sólo sirven para que se ponga nervioso y le cueste más dormir. No debemos ceder a sus peticiones, ya que no entenderá que lo hagamos sólo una vez, y pretenderá salirse siempre con la suya. Así conseguiremos que nuestro hijo descanse, nosotros también y que el ambiente familiar mejore.