Nos fuimos al cine las dos, compramos canguíl, cola y chocolates y comimos y vimos una película. A la salida, ella pidió comprar otro chocolate, a lo que no accedí, explicando que ya habíamos comido chocolates y que era suficiente por hoy. Ella se puso a llorar y se arruinó así de rápido nuestro día. Igual yo no accedí. No soy de esas mamás que acceden a todo, para nada, pero aún así ella tiene ese sentimiento de derecho a pedirlo y a que le den todo.
En la noche conversé con ella sobre lo sucedido y ella me dijo: “Cuando recuerde de este día me voy a acordar solo de lo triste que estoy porque no me compraste el chocolate”. Esto me dolió mucho y me puse a llorar con ella. Le dije que ella debe entender que para sus padres es un gran esfuerzo llevarla al cine, que su mamá hizo un gran esfuerzo para compartir este momento con ella. Ella me contesto: “A mí no me parece un gran esfuerzo ni suficiente”.
Este fue un momento muy importante para mí. Fue un abrir de ojos de que tengo una labor enorme en la que trabajar. He escuchado a mis amigas pasar por lo mismo, preguntarse porque sus hijos no pueden ver lo positivo o apreciar lo que tienen. He leído muchos artículos y entiendo que tiene mucho que ver con nuestra forma de vida de hoy. Gratificación inmediata, acceso tecnológico, falta de límites, etc. No quiero entrar en detalle de esto ni buscar culpables o razones por las cuales los niños hoy en día son así, lo que sí quiero hacer es enfocarme en cambiar nuestro día a día para mejorar.
Lo que quiero hacer hoy es fijarme como propósito el trabajar todos los días para que ella aprenda a ver siempre lo positivo en su día y porque pueda ser agradecida de lo que sí tiene. Para esto me propongo lo siguiente:
1. Predicar con el ejemplo
Este siempre es y será uno de mis pilares de la crianza. Los niños imitan mejor de lo que escuchan siempre. Entonces el primer paso para el cambio es cambiar yo.
Voy a saturar mi vocabulario con una palabra muy importante: “GRACIAS“. Voy a decir gracias de manera exagerada:
Gracias esposo por servirme el café,
Gracias Isabela por pasarme el azúcar,
Me siento muy agradecida hoy por poder jugar contigo
Me siento agradecida hoy de que el ñaño esté tan feliz
Estoy triste que no habían papas fritas en el restaurante PERO me siento tan agradecida y feliz de que había el postre que quería
Así instalaré en mí esa palabra y haré el ejercicio de repetirla y repetir siempre mis sentimientos de gratitud.
Estoy segura que mis hijos aprenderán por ejemplo la importancia de decir gracias y también de sentirse agradecidos incluso cuando las cosas no salen como ellos esperaban. A veces es importante ser expresos y exteriorizar nuestros pensamientos para que ellos puedan aprender por observación.
2. Ejercicio de “Cambiar el Chip”
Hemos empezado este ejercicio. He conversado muchas veces con Isabela y le he explicado la importancia de ser agradecidos y de además poder ver siempre lo positivo en las experiencias aunque no nos guste lo negativo.
Para lograr esto tenemos un ejercicio que hacemos cuando ella no logra salir de algo negativo. Por ejemplo, llega llorando de la casa de sus abuelos porque no quería irse.
Le digo: “Isabela, veo que estas triste porque no querías irte de la casa de los abuelos, cambiemos el chip!”, y ella ya sabe que me tiene que decir algo positivo de la experiencia que tuvo que le está generando tristeza ahora.
Ella entonces me tiene que contar algo que sí le gusto de la experiencia. Me dice: “Si mami estoy triste, me gusto mucho jugar con las muñecas hoy en la casa de los abuelos”.
El solo ejercicio mental de acordarse de algo positivo del día ya es suficiente para generar un cambio de actitud completo. Le recuerdo siempre después de esto: “Que bueno que te gustó jugar con las muñecas, intentemos acordarnos de ese momento lindo hoy y ser agradecidos por haberlo vivido”.
Hacemos este ejercicio de cambiar el chip cada vez que nos trabamos en pensamientos negativos y no podemos ver lo positivo de nuestro día. Estoy segura que si el día del cine hacíamos este ejercicio ese momento hubiésemos podido salir del mal momento sin ningún problema.
3. Enseñemos a retrasar la gratificación inmediata
Creo que este es uno de los causantes más importantes de que nuestros hijos se sientan tan insatisfechos. Hoy en día nuestros hijos necesita algo o quiere algo y somos padres que nos encanta cumplir y dar.
“¡Tengo hambre!” “En un segundo me detendré en el camino” “¡Tengo sed!” “Aquí hay una máquina expendedora”. “¡Estoy aburrido!” “¡Usa mi teléfono!” La capacidad de demorar la gratificación es uno de los factores clave para el éxito futuro. Tenemos las mejores intenciones: hacer felices a nuestros niños, pero, lamentablemente, los hacemos felices en este momento pero miserables a largo plazo. Poder retrasar la gratificación significa poder funcionar bajo estrés. Nuestros niños se están volviendo cada vez menos equipados para lidiar incluso con presiones menores, que eventualmente se convierten en enormes obstáculos para su éxito en la vida. (Traducción de éste artículo)
Como esto es un factor importante en la vida de nuestros hijos, tenemos que ser conscientes de enseñarles que es necesario esperar, y que es necesario a veces que nos digan que no. ¿Cómo? La clave está en hacerlo en cosas pequeñas de nuestra vida diaria.
Dejemos que se aburran. ¡Que esperen! El mejor incentivo para la creatividad es el aburrimiento. No necesitan el celular para esperar en la sala del médico, les damos mejor una hoja y un lápiz. Les enseñamos que a veces tenemos que esperar y aburrirnos.
Aunque podamos responder inmediatamente, a veces debemos hacerles esperar. Si estamos en un restaurante y quiere más agua, en vez de pararnos a buscar al mesero, esperemos que el mesero se acerque y le pedimos el agua. El esperar en cosas pequeñas les enseña a largo plazo a esperar también en cosas grandes.
Espero que empezando con estos simples ejercicios mentales tanto míos como para ella, logremos mejorar, con tiempo, paciencia y poco a poco nuestra actitud.
Quiero tener hijos positivos, agradecidos, felices y con habilidades para afrontar sus emociones. No quiero volverme a encontrar con una situación en la que ella tiene tanto y no logra encontrar en sí misma la habilidad de emocionarse y ser feliz, viendo siempre el lado que no le gustó o negativo. Este cambio empieza por nosotros, los padres, y el esfuerzo es diario, sólo así podemos entregar al mundo personas de calidad de emociones que sepan manejar bien sus sentimientos.