El otro día en el autobús, la pareja que tenía detrás era de americanos. Yo iba tranquila con mi peque colgado en la mochila de forma que él miraba todo el rato al chico y a la chica de atrás. Y será amor de madre lo que siento, pero es que mi hijo es una monada y se va ligando a todo el mundo, y evidentemente, encandiló a los de detrás con alguna de sus sonrisas. Ellos empezaron a decirle monerías en inglés, yo me giré y me dijeron que era muy guapo, me preguntaron qué edad tenía, cómo se llamaba... vaya, lo típico, pero en inglés. Además, mi peque tenía un ojo bastante infectado con pus y entre ellos lo comentaron. Yo les entendí porque hace poquito busqué como se decían legañas y me lo había aprendido. Así que estuvimos hablando un poco sobre ello. Eran muy majos. Después cada uno siguió a lo suyo y mi hijo empezó a dar golpes a la ventana del bus. Era un momento divertido así que me apetecía hablar con él, pero otra vez me entró vergüenza. (Sí, lo sé, tengo que superarlo, pero todavía me siento un poco insegura delante de la gente). No obstante, fui fuerte y le hablé bajito. Le dije que el cristal estaba muy frío, que no le diera tan fuerte o lo rompería... Cuando daba los golpes le quería decir lo que en español hubiera sido: ¡toma! ¡toma! y no sabía cómo decir eso en inglés, ni idea. Así que me dije: me tengo que quitar la vergüenza y el miedo a qué pensarán los nativos, ya mismo. Y me lancé. Me giré y le pregunté a la pareja de americanos en inglés: perdón, cuando un niño está haciendo esto, ¿qué se le dice? Y me contestaron muy amablemente que se decía: knock, knock! Además de resolver mi duda, siguieron hablando con mi hijo en inglés diciéndole cosas y haciéndole reír.
¿Por qué me lancé a preguntarles esa duda? Me da vergüenza pensar que pudieran sentirse como un diccionario con patas. No fue para nada mi intención aprovechar la ocasión para aprender o practicar inglés. Simplemente estaba enfadada conmigo misma, me daba rabia no ser más fuerte y ser capaz de hablar con mi hijo en inglés delante de nativos con normalidad. Al tener esa duda de vocabulario... se me ocurrió que, en vez de avergonzarme, podía convertir ese momento en algo positivo, reafirmarme, aprender de su experiencia y así hablar yo a mi hijo un poco mejor.
Supongo que mi problema de inseguridad no está resuelto todavía, pero siento que estoy trabajando en ello y que estas pequeñas situaciones con gente tan agradable me van ayudando a disfrutar de charlar y jugar con mi hijo incluso cuando haya personas angloparlantes alrededor.